viernes, 29 de marzo de 2013

La erótica de la inocencia (VII)




Para ella también era el primer día del último trimestre del curso en la universidad.
Había madrugado lo suficiente para tomarse el tiempo ante el espejo, abundando con los dedos su espesa cabellera. Escogiendo cuidadosamente la ropa, se ajustó un vestido púrpura sin espalda y unos zapatos italianos de medio tacón.
Ya brillaba un traicionero sol de Marzo, pero intuía más calor a lo largo de la mañana, por lo que ni siquiera abrió la ventana cuando salió de casa.
Los compañeros de clase se alegraron de verla y comentaban las previsibles y anodinas cosas que se suelen hacer en una semana de vacaciones, pero cuando le preguntaron a ella, mintió. Dijo que había ido a ver a su madre y ocultó toda la zozobra en la que se había debatido los últimos días luchando con su corazón. A nadie le importaban sus estremecimientos al roce de sus mejillas con los labios de aquel hombre, o cómo se erizaba el rubicundo vello con solo el eco de su voz voluptuosa. Tenía que guardar el secreto porque sentía en todo aquello algo prohibido que debía enterrar en lo más profundo de su alma, y quiso ser normal, limitarse al encanto que sabía que despertaba con su delicada belleza y posar para los de su edad, representar la farsa de ser una más entre las chicas de la clase, hacer lo que otros hacían. Por eso subió al coche cuando tres de sus compañeros la invitaron para acercarla a su casa, y por eso sonreía cuando le hablaban con palabras soeces, hasta que se vio atrapada en un enjambre de manos y desistió poner resistencia cuando le arrancaban el vestido en una alejada cuneta. Pero no pudo contener las lágrimas al recibir uno tras otro, los tres cuerpos jóvenes y salvajes que la taladraban. Reían los que la sujetaban las piernas boca abajo mientras resoplaba el tercero entrando y saliendo de su cuerpo como un émbolo recién engrasado. Cuando se dieron por satisfechos, la llenaron la boca con un puñado de tierra y le advirtieron que todo lo que había pasado debía permanecer en secreto y que se lo merecía por llegar provocando con sus posturas y sus misterios.
Al día siguiente, no se presentó en el aula.



3 comentarios:

  1. Qué historia tan terrible y más cotidiana de lo que pudiera imaginarse en cualquier lugar.
    Qué tendrá la humanidad que cada vez carece más de ella?
    ...
    Me quedo con la entrada anterior,porque para dolores,ya tenemos tantos alrededor!
    Besos.

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