domingo, 30 de junio de 2013

DUERME




DUERME

Ella duerme y sueña, tan bella con los ojos cerrados como cuando despierta.
Siento que la amo desde aquí, hasta los confines del universo donde empieza la nada y regreso.
Ella sonríe como si escuchara en su sueño mis pensamientos.
Pienso que ha traspasado la frontera con la nada y flota en ese limbo azul donde solo habitan los sueños.
Duerme dulcemente y su respiración es pausada como si viniera de tan lejos en un palanquín de nubes transportado por ángeles de oriente.
Vuela como los besos del adiós, desde la punta de los dedos hasta su boca.
Vive en la ausencia sorda del silencio nocturno, toda luz sin sombra,  sueña.
Soy el centinela de su cielo,  el que vela su sueño para que nada malo suceda.
Brillan sus hombros en la penumbra como rocas lamidas por el cálido oleaje de las sábanas limpias.
En la quietud de la noche, sus labios se despegan en una plegaria entre el incienso de un templo, como un beso errante, sin destino…quizás un sátiro se haya colado en su sueño, burlando mi vigilia, y sean para él sus besos y su sonrisa y eso me duele y me hace triste. 
Una traición de Morfeo, cuando el sol de levante desploma el cansancio de toda la noche sobre mis párpados, me cierra los ojos.

En la duermevela de la mañana, siento su voz preguntando: ¿has dormido bien cariño?, y sin desvelar el secreto, respondo: Claro, aún sigo soñando contigo.

miércoles, 26 de junio de 2013

El desencanto




No están tan lejos los tiempos de la picaresca, en los que fingiendo una enfermedad incurable o luciendo muñones, algunos se aprovechaban de la caridad o del buen corazón de las gentes, para sacarles los dineros, el sustento o el albergue.
Camuflados, ahora como entonces, bajo la repugnante capa de la corrupción reinante, proliferan los miserables sin conciencia, en un mundo de contradicciones y apariencias.
Practican sus mezquinos trucos engañando a la propia familia, a los amigos y a cualquiera al alcance de sus patrañas y enredos, sabiendo que en peor de los casos, solo perderán su simpatía, porque el tiempo sustituye a sus victimas por otros incautos que les escuchen. A cambio obtienen dinero, que gastan en placeres tacaños, porque no son capaces de salir de la miseria que arrastran.
No son los miserables de Victor Hugo, ni los pobres harapientos de los suburbios, ni los descamisados de la Perona; al contrario, pueden ir bien vestidos, con ropas caras que les permitan pasar desapercibidos en los círculos donde escogen a sus ingenuas víctimas y vivir así, condenados por la ira de los justos, de las gentes de bien que generosamente les entregan lo que dicen necesitar, los cuidados, y los ahorros, conmovidos por el afecto engañoso que éstos pícaros modernos aparentan.
Los pícaros pronto son descubiertos, aunque a veces sea demasiado tarde para recuperar lo entregado de buena fe mientras duró el engaño. Entonces llega la decepción por la confianza depositada de la que se aprovecharon vilmente, el desencanto irreparable al verse engañados de forma mezquina, al darse cuenta que todas las acciones y zalamerías del pícaro estaban orientadas a conseguir dinero o cosas de mera ostentación.
Éstos seres despreciables por su ambición, se resisten a ser repudiados cuando son descubiertos por sus presas, generalmente débiles y sensibles; y no cejan en su insistencia por recuperar a sus victimas, incluso con amenazas, aprovechándose de la confianza en ellos depositada.
Esta despreciable estafa o chantaje emocional, es especialmente dolorosa porque es una traición al corazón y a los sentimientos.
Aunque tienen nombre y apellidos, no se pueden denunciar ante la justicia, porque ésta no contempla los daños en el alma, ni el robo de la intimidad y la propia autoestima. El daño producido solo lo repara lentamente el olvido.

lunes, 17 de junio de 2013

EN UN RINCÓN DEL MAR




En un rincón del mar, el batir del corazón ahogó la palabra.
El río llegó presuroso al encuentro de las olas impacientes,
Se abrazaron las rizadas caracolas con las aguas de la corriente.
Entre dos columnas jónicas, pasó el mástil enhiesto hacia el abra.

En la playa de media luna, fondeó el velero en un remanso,
resguardado de los vientos despeinados de poniente.
La alegría de las olas salpicaba las rocas del rompiente,
Y en la litera del camarote, reinaba un merecido descanso.

De la baranda de estribor, colgaban las dóciles horas,
Sometidas al amor y a las miradas incandescentes
del sol, que alarga la sombra de la tarde entre los puentes.
En un paseo nocturno por las bocas pecadoras,

El río penetró en la ría y sus aguas se mezclaron,
cálidas, dulces, salobres, como los besos siguientes.
La brújula y el sextante permanecieron ausentes
no queriendo recordar lo que otros olvidaron.

Se desató la pasión, como en una noche de bodas,
en ese rincón del mar, con sus lenguas relucientes.
Cuando llegó la despedida con sus prisas insolentes,
Una lágrima invisible, brotó del azul al Coloso de Rodas


sábado, 8 de junio de 2013

LA OTRA VIDA



En la otra vida no tenía nada.
Ni siquiera el respeto o el calor de la compañía, solo incomunicación y un abismo de distancia que se abría más y más en la otra vida.
En la otra vida quería ser un perro para que me acariciaran.
Por las noches rogaba a la luna que no se marchara, que retrasara la hora del alba, que no hubiera más días iguales en la otra vida.
En la otra vida nadie escuchaba.
El sol estaba ocupado incendiando horizontes azules, pintando las nubes con su paleta de colores y nunca quise importunarle con mis desdichas de la otra vida.
En la otra vida enmudeció la guitarra.
La risa de los niños era la moneda en que se me pagaba, con la que apenas compraba cuarto y mitad de un momento feliz de los días en la otra vida.
En la otra vida el silencio gritaba.
Alrededor de los muebles y las velas apagadas, un silencio ensordecedor recorría las estancias con la tensión  violenta y callada a la vez, de una cruenta partida de ajedrez, en la que el ganador perdía, en la otra vida.
En la otra vida la soledad se desnudaba.
Miraba las solitarias huellas en la arena de la playa, frente a la inmensidad esmeralda de las aguas; daría lo que fuera por compartir la belleza del ocaso sobre el mar de la otra vida.
En la otra vida soñaba con cambiar de vida.
Ahora que el sueño se ha cumplido añoro con nostalgia las noches solitarias, la risa de los niños, el silencio de las velas apagadas y los hermosos ocasos de las tardes de la otra vida.



viernes, 7 de junio de 2013

BROTA LA VIDA





El corazón se detuvo en invierno
Pasaba el tren cantando su monótona melodía, más aprisa que las nubes, atravesaba los montes por oscuros túneles que de la luz lo alejaban, en una carrera loca hacia el infierno.
Se llevaba el corazón a tierras desconocidas, dejando un cuerpo inerte, sin refugio ni compañía. Pronto llegaría al mundo superpoblado de los muertos. Sería un alma más entre las almas de antiguos emperadores, jóvenes mártires, innumerables plebeyos,  sacerdotisas de Isis, motoristas temerarios, ancianos que perdieron la apuesta con la eternidad en la tierra y artistas que ganaron la inmortalidad para los que se quedaron.

Quizás fuese que la suerte ayudó a la cirugía, rescatando de la muerte, a un corazón sin vida. Poco a poco, gota a gota se fue abriendo la fuente de la sangre retenida.
El corazón volvió a amar cuando la primavera moría.
Entonces tuvo conciencia, de lo frágil de la existencia, del destino de los campos que cantaban salmos al sol, del efímero azul de las aguas, que solo dura hasta que sale la luna.
De nuevo brotaba la vida cuando el tren se detuvo en una estación vacía, antes de su final destino, volvió la luz del amor a iluminar el camino, las caricias olvidadas recobraron sus sentidos y el dolor y la angustia se dieron por desaparecidos.

En el camino de regreso, aprendió que solo eso, el amor y sus caricias, merecían una prorroga de vida.

jueves, 6 de junio de 2013

SUEÑOS ALADOS



He venido a soñar y el sueño me ha traído a éste lugar,
Donde a pesar de los cambios, permanecen las noches perdidas,
el azul de los días en la antesala del verano,
la lentitud de las rosas besando el calor tan esperado.

Sueño a la luz del día, jugando con la tierra que tantas veces he pisado,
y en lo alto de las piedras, los ángeles y los santos desde la esquina del templo, observan  de soslayo,  el movimiento en la plaza, de romeros y paisanos.
Por la calle de la adolescencia, pasan los estudiantes con libros bajo el brazo y aquella muchacha que perdió el paso para detenerse en un banco y atarse los zapatos.

Contemplo las afiladas torres, como mástiles de un barco que navega por los océanos del recuerdo, cansadas de soportar el cielo que se cierne sobre los tejados.
Las gárgolas burlonas, abren sus bocas saludando a los peregrinos, caminito de Santiago.

Recorro la corriente del tiempo, a través de unas fotos viejas, viendo en el que yo fui, lo poco que he cambiado.
De nada sirvieron los años que intentaron borrar la sonrisa a golpes en el alma, desbocando los caballos en las frías noches de desamparo, porque siempre vuelve en los sueños, a sonreír el pasado.

Pero sin nostalgia, sin lastres pesados, mirando siempre hacia adelante, como peces al plenilunio, brillan los sueños alados.

lunes, 3 de junio de 2013

POR SORPRESA




No la había visto antes, pero enseguida la reconocí.
La juventud que acompaña a la belleza, como el amor va junto al deseo, no se habían olvidado de ella.
Surgió entre las gentes y las cosas, entre el movimiento del día y la quietud de una tarde fría.
Traía el sol desde lugares lejanos, prendido en la piel morena como la arena de un desierto en el que cualquiera se perdería buscando sus oasis secretos.
Hubo un río de palabras que se despeñaban en el universo oscuro de su mirada.
Frases de cortesía, ademanes correctos, dulce sonrisa educada; no llegaban a los sentidos, ocupados en descifrar lo que sus ojos hablaban, en un lenguaje distinto, sacado del fondo del alma, con todo el significado de lo que no se dice, porque aún no se inventaron `palabras.
Me hizo el regalo del tiempo detenido en un reloj que conservaba las horas felices y concretas, ignorando los momentos, que si no se viven, pasan.
 Poco después de apagarse el día, se entregó a la luz de la pasión como una fácula incandescente que iluminara el oscuro y largo camino que, hasta entonces, la soledad ocultaba.
De extramuros nada importaba, como si reventaba el mundo con las ciudades en llamas, la cosecha del miedo, las negras noticias, las injusticias, los celos, el dolor y la avaricia; por la puerta no pasaban.

El paraíso está junto al fuego que vive y canta, en las perlas de agua dulce que ruedan entre las sábanas, en su elegancia norteña, en la inseguridad que tiembla en la garganta, en el vuelo azul de sus alas y en todas las pequeñas cosas que no puede comprender el que no ama.