domingo, 29 de diciembre de 2013

El cambio del viento

Ha cambiado el viento. Se adentra lujurioso en las profundidades del bosque, haciendo temblar a las hojas que proyectan sus sombras inquietantes y despeinando a las palmeras sus coquetas crestas en la danza de los árboles.
Son vientos de cambio. Transportan en el aire las semillas de un nuevo ciclo, de nuevos tiempos que se agitan con el soplo fresco del naciente invierno, que por éstas latitudes es suave, templado y tierno.
Cambia el aire en un requiebro, las nubes atolondradas, pierden el rumbo en la oscuridad del cielo y se deshilan en vaporosos jirones como banderas del infierno.
La pobre niña tiene miedo. Se esconde tras los harapos de la falda que su madre ha traído desde Mexico. Hay rocío en su mirada, lejana y clara, proyectada al horizonte del futuro que no puede prometer nada.
Es tan extraño el aire nuevo, como nuevas son todas las cosas a sus ojos grandes y negros. Las palabras que no entiende, los tipos altos y güeros, tan distintos de su oscuro pelo y de su pequeño cuerpo trigueño, cosas que el viento esconde en su transparente vuelo.
Vienen vientos de esperanza. Arrastran las penas del pasado en los últimos días del año y limpian la pesada atmósfera que en las almas se había asentado.
Vientos nocturnos y azules que agitan los deseos, anuncian prosperidad y salud para trabajar, borrando las huellas del sinuoso camino que hasta aquí llegó para avanzar.
La flecha habría cambiado, apuntando hacia otro lado, si hubieran puesto veleta en lo alto del campanario.
El viento que soplaba del mar, haciendo rizos en las olas, ahora desconfiado se torva entre las humildes casas que azota. Pero son los últimos vientos, por ser los de ahora mismo, los que cambian a capricho, las vidas y los destinos.

lunes, 16 de diciembre de 2013

La fiesta





Había empezado la fiesta. La música se extendía por toda la estancia principal y se oía también en la piscina cubierta junto a la que se habían dispuesto las mesas para la cena, con velas sobre centros de flores secas y otras flotando sobre el agua azul iluminada de la piscina.
La señora de la casa, joven y atractiva, contrastaba en edad con el anfitrión que lucía plateados aladares y ambos recibían en el vestíbulo a los más heterogéneos invitados, todos formalmente vestidos y alguno dejaba ver en su cuello arranques de tatuajes o discretos aretes de oro en el lóbulo de la oreja.
Durante el cóctel, cerca del mostrador de las botellas, se juntaban pequeños grupos de invitados que parecían disfrutar de la velada entre sonrisas y presentaciones. Pero la explosión de carcajadas de la señora llamaba la atención. Pasaba de unos a otros con su risa provocadora que le hacía temblar el generoso escote de su vestido ajustado y negro. Había algo artificial en su voluptuoso comportamiento, quizás provocado por la cocaína, que la liberaba de su jaula de oro, en la que se sentía atrapada por el lujo.
El anfitrión observaba a su joven esposa cuando ésta se quitó los zapatos y se sentó sobre las rodillas de un atlético invitado sin dejar de reír. Hizo una seña a una muchacha del servicio para que acompañase a la señora a su lado, pero antes de llegar a ella se incorporó la bella señora, dio un traspiés y cayó a la piscina. Inmediatamente el joven invitado se despojó de su chaqueta blanca y se lanzó al agua tras ella, ayudándola a subir al borde.
Cuando salió de la piscina, estaba realmente hermosa con el vestido pegado a su cuerpo perfecto por el agua y la cabellera empapada sobre los hombros. Desplegó su mejor sonrisa ante la atónita concurrencia y volvió a lanzarse al agua. Algunos invitados también se arrojaron a la piscina, vestidos como estaban y las mujeres los siguieron con sus trajes de noche y sus joyas. Alguien empujó a una dama que bebía alegre en el borde de la piscina con un vestido abierto por la espalda y cayó al agua.
El anfitrión encontró divertido el espectáculo y ordenó llenar las copas de los que nadaban y reían en el agua.
Por fin, la hermosa señora salió de la piscina, pero cuando se hubo incorporado, su vestido empapado, cayó de pronto hasta sus pies descalzos, quedando completamente desnuda a la vista de todos, como una diosa griega.
Dos jóvenes muchachas la envolvieron en una toalla y la empujaron hacia las habitaciones donde la dejaron a solas.
El champán, la música y las risas no dejaron escuchar los sollozos que provenían de la habitación, donde se mezclaron las salobres lágrimas de la dama con las gotas de cloro y agua que quedaban entre sus senos.


viernes, 13 de diciembre de 2013

Venus, La estrella azul del océano.



Nació núbil, no tuvo infancia, pero conservó siempre la belleza de la pubertad.
Cuando la espuma del mar se agitó, formaron las olas sus ondulantes cabellos y el soplo de los céfiros transportó suavemente una gran concha peregrina hasta la orilla del mar, de donde surgió la más hermosa de las Diosas.
Su cuerpo desnudo y perfecto inspiraba tanto el amor como el deseo.
Hubo una gran fiesta en el cielo cuando Eros la presentó ante Zeus.
Cualquier amor mortal es pequeño comparado con el que Venus despertó entre los Dioses, y cualquier sufrimiento es mínimo ante lo que las Diosas sintieron invadidas por los celos.
Abrió los corazones de par en par inundándolos de deseo y despertó la infidelidad de leales esposos con su divino coqueteo.
Antes de inventarse el pecado, tuvo a su hijo Himeros, haciendo de la lujuria una virtud en los cielos.
Hera usó su poder para alejar a su esposo Zeus de los frívolos devaneos que mantenía con la bella Venus, proponiendo como marido de la joven diosa al contrahecho, sucio y feo Hefesto, a quien los romanos pusieron el nombre de Vulcano.
A la boda fueron invitados todos los dioses amantes, apasionados queridos, amoríos de de hoy, de mañana y de antes. Todos con los que traicionó al pobre cojo con el que fue obligada a casarse.
Fue coronada de caracolas y conchas marinas, la estrella que fundió el azul del cielo con el océano, y en las noches limpias de nubes hace impúdicos guiños a la luna.



jueves, 12 de diciembre de 2013

El deseo de amar.




Tenía el poder de un Dios y la inteligencia de una Diosa, pero para ser perfecto, solo le faltaba una cosa: El Amor.
De nada le sirvió ser vencedor de cien batallas, ni sortear con astucia los peligros de la vida humana, ser generoso con los vencidos, sensible con la belleza de las artes y la naturaleza, prudente, culto y sabio, indulgente con los enemigos, con la palabra justa en los labios, comprensivo con los amigos, amante de la música y la poesía y envidiado por los adversarios.

En su corazón habitaba el frío, era una cueva oscura y profunda, un abismo al vacío, donde se ocultaban los miedos y las tristezas.
Escuchó a jóvenes y ancianos que hablaban del Amor, pero para él era una rareza que nunca había conocido. Se preguntaba  a sí mismo si el dolor que sentía, no sería algo parecido al Amor.
Abatido por su propia fuerza, meditaba en sus adentros, descartaba algunas relaciones, revisaba sus recientes encuentros, pero nada le satisfacía.
Esperaba que cada noche fuera la noche de la alegría, y así, persiguiendo a la luna pasaba las noches de insomnio, desdeñando el sueño.
Deseaba el Amor con tanto empeño que lo dejó pasar una y otra vez, ante sus ojos ciegos, como pasa la brisa azul sin que sienta su aleteo.

¡Cuánto hubiera querido si no fuera tan grande el deseo!.











lunes, 9 de diciembre de 2013

A los que nada tienen.




Solitario y desnudo frente a la Navidad que muestra los regalos y los frutos colgantes, el Discóbolo irritado, carga contra la frívola representación de las últimas fiestas del año.
Se encogen los fríos días y el sol se esconde tras el velo de una bruma cristalizada. mientras crecen las noches heladas como crecen  los árboles artificiales cargados de luces y candelas de colores.
El que nada tiene, se dispone a lanzar su plato vacío contra el espectro de la abundancia que oculta el olvido, pero en el último momento desiste de su intento y posa suavemente su plato en el suelo, y se dice a si mismo: "quizás pueda en él beber algún perro".






domingo, 8 de diciembre de 2013

El amor y el desprecio

Apolo y Daphne


Cupido jugaba con sus flechas caprichosas. Ordenaba en su carcaj flechas de oro, que producían el amor, y flechas de hierro, que infundían el desprecio.
Llegó Apolo a su lado cantando, por ser el Dios de la música, de la juventud y del sol; ufano por haber dado muerte, con su arco, a una gran serpiente en el oráculo de Delfos. Cupido se irritó (como narra maravillosamente Ovidio en "Las metamorfosis") "-Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo conozco y no pretendas parangonar tus victorias con las mías-". y con una flecha de oro despertó el amor por la bella Daphne en en el corazón de Apolo y para que su sufrimiento fuera eterno, disparó una flecha de hierro alcanzando a la ninfa, que solo sentiría el rechazo por el Dios del sol.
Apolo persiguió a Daphne incansablemente, rodeándola con su música y con su luz, pero Daphne siempre huía de él.  
Agotada por el acoso de la pasión de Apolo, Daphne se refugió entre los laureles del río, pidiendo protección a los dioses de las aguas. El río escuchó su llamada y la fue vistiendo de ramas; en su pelo nacieron hojas de laurel y de sus dedos brotaron verdes tallos, en el momento justo en que Apolo la alcanzaba y rodeaba el hermoso cuerpo de Daphne con sus brazos, pero no pudo evitar que, poco a poco, su tronco se vistiera de una áspera corteza, impidiendo que el roce se convirtiera en caricias. La levedad de los pies de Daphne fue enraizando en la tierra y creando una sólida base a su altura, transformándose en un árbol de laurel, pero conservando su eterna belleza.
Apolo, abrazado al nuevo árbol, aún pudo sentir los latidos del corazón de su amada a través de la corteza, y besó sus pies convertidos en raíces que parecían repudiar los besos.

Desde entonces, el amor y el desprecio, van tan unidos como la virtud y el deseo o la pasión y la belleza... y el humilde laurel corona las cabezas de los vencedores.






viernes, 6 de diciembre de 2013

KALLISTI (Para la más bella)



En la manzana dorada que arrojó la Discordia y recogió Paris estaba escrita la palabra Kallisti ("para la más bella"). Lo que al principio pareció un frívolo concurso de belleza, trajo las peores consecuencias. La destrucción de Troya y la vergüenza de los griegos.
El presidente del gobierno del Olimpo, Zeus, se lavó las manos con aguas del mar, delegando el veredicto en un ingenuo y apasionado joven llamado Paris que vivía alejado del mundo de los deseos y de esta forma sería imparcial en su elección. Porque las tres diosas candidatas eran además de la esposa de Zeus, Hera; sus propias hijas Afrodita y Atenea; esquivando así la descarada corrupción que desde siempre acompaña al poder.
Sin embargo cada una de las tres hermosas diosas trató de sobornar a Paris, ofreciéndole lo que cualquier hombre puede desear: poder, inteligencia y amor.

¡Qué cercanos parecen los antiguos mitos de las nuevas realidades!

Paris entregó la manzana de oro a Afrodita a cambio del amor de la bella Helena. Pasaron juntos toda la noche en su palacio de Esparta, pero Helena era esposa del rey Menelao y los amantes huyeron a Troya, lo que interpretó el rey de Esparta como el rapto de su hermosa esposa y envió a sus ejércitos a Troya para recuperar a Helena.

No es de extrañar que éste mito, maravillosamente narrado por Homero en la Ilíada, inspirase a intelectuales y artistas de todos los tiempos, para la creación de relatos y pinturas donde se expone la idílica belleza, la corrupción y la discordia entre los hombres.



jueves, 5 de diciembre de 2013

Tres Gracias



1.- Gracias a ti, que me regalaste un verano. Por permanecer fiel en el silencio. Por hacerme llegar los lejanos vientos de la alegría. Por dejarme saber que hay un lugar junto al mar donde ríe y canta la vida. Por abrir de par en par tu cuerpo Jónico y flamenco.

2.- Gracias al aire que respiramos juntos. Por dejar tu dulce aroma en las profundidades del recuerdo. Por llenar la atmósfera de libertad. Por inundar de felicidad tan efímeros momentos. Por pasar invisible sobre los sueños y las almas. Por ayudarme a crecer hasta rodear la eternidad.

3.-Gracias a la música que no se detuvo bajo la lluvia. Por empaparme de alegría. Por acunarme en el remolino de tu regazo. Por enseñarme la trastienda de la vida. Por ser la banda sonora del día de la creación de mi universo. Por la levedad de tu presencia constante que aligera mi peso.




miércoles, 4 de diciembre de 2013

Poseidón




Tan antiguo y permanente como las mismas aguas que domina con su mágico tridente. Poseidón, dueño de las profundidades y del fondo de los mares, cabalga sobre las olas entre maléficas sirenas y blancas caracolas. Suyos son los sueños de profundo significado y las quimeras, la fe en lo oculto por el manto azul de los océanos, donde habita en sus palacios dorados de Egas.
Prestó las aguas al cielo a condición de que las devolvieran en forma de lluvia, por las nubes caprichosas y pasajeras.
Siendo hijo del Tiempo, que todo lo devora, se convirtió en un ser supremo, premiando a los marineros que lo veneran y castigando el desafío del capitán Nemo.
Dio refugio a los barcos, cortando las rocas con sus divinas manos y creó hermosas playas en las costas del Egeo. Hizo emerger nuevas islas con la espuma de su carro tirado por hipocampos, para orientar a los navegantes que le ofrecían respeto. Pero no tuvo clemencia con los que de él se burlaron, creando tormentas y terribles tempestades que no permitieron a Ulises regresar a Ítaca en su barco.

Para los náufragos en tierra firme, los que buscan y no encuentran un tronco al que aferrarse, una balsa interna, un salvavidas en la corriente embravecida de los tiempos y las relaciones perdidas; también Poseidón vela por ellos con su ejemplo en el amor con las Medusas y las Nereidas. En los sueños de cada uno, siempre se encuentra un lugar, alejado o en el fondo del mar, donde cantan los delfines y las ninfas danzarinas se coronan de coral. Sueños que Poseidón bendice, convirtiendo las heridas abiertas del dolor, en leves cicatrices.



martes, 3 de diciembre de 2013

LA FORTUNA





Ah! la Fortuna caprichosa, que reparte los bienes y las desgracias a su antojo con su dorada cornucopia. Deseada con tanto empeño que embarca en su busca a los hombres arriesgados y aventureros, pero la Fortuna no siempre sonríe a los honrados. En sus desvaríos favorece a los necios y deja la ocasión a los aprovechados.
Su visita puede ser inesperada para los honestos y su insolencia agasajada. Pues aparte de la suerte, solo hay dos formas honradas de enriquecerse en un corto espacio de tiempo. De cuna o de braguetazo.
Claro que existen otras formas de huir del infortunio y amasar riquezas, pero no son honradas.
Un hombre honrado puede recibir una herencia, convirtiéndose de pronto en potentado, porque uno no tiene la culpa de lo sinvergüenza que haya sido su padre o de la codicia de sus antepasados, llegándole la Fortuna por la vía de la cuna.
El braguetazo es la otra forma honrada de disfrutar de la abundancia, aunque el patrimonio sea ajeno. Casarse por amor con el que tiene dinero, es al menos, más decente y menos común que casarse por dinero, esperando que el amor llegue más tarde.
Aquellos que antepusieron la opulencia a la dignidad, pensando en que un día podrían volver a comprarla, se equivocaron y tuvieron que disfrazar la corrupción de estrategia económica, de crisis de mercados y de tanta palabrería inocua que no convence a nadie porque, de todos es sabido, que tal riqueza de uno es la miseria de muchos.
La Fortuna coronada con flores traídas del paraíso, tiene un pie en el aire, lo que le da cierta brevedad a su paso y su romance con la Fama no suele durar demasiado.