lunes, 28 de octubre de 2013

La clase política

La falta de esperanza, lleva a una situación de indolencia generalizada. En la burbuja del poder no entran las protestas. Demasiado ocupados en la escalada de puestos de relevancia en la omnipotencia, que dejan de pertenecer a la sociedad, a la que identifican con el populacho, con la chusma. Herméticamente cerrados en sus palacios protegidos, no les llega el olor de la basura, del desencanto del pueblo al que desprecian. Se hacen regalos caros, de marcas de moda, de bolsos y zapatos, trajes de alta costura y se porfían la escolta.
Se sitúan en la corte, alejados de la miseria y de la responsabilidad que tienen los que la crean.
Ésta es la clase política que nos gobierna, al igual que en la edad media, al igual que en todas las épocas.
Nadie cree en la justicia, que beneficia a los corruptos, a los ladrones y protege a los asesinos. Sin embargo reprime a los que atentan contra sus propiedades o sus intereses.
Nadie cree en la política como un bien general, sino como un espacio selecto de una clase privilegiada que no duda en endeudar a un país entero para repartirse los beneficios.
Siguen ajenos al sufrimiento. De la cama al "tea party", a sus exquisitas relaciones cortesanas, donde no llega el dolor ni el sudor; todo eso les apesta a inmundicias y esa distancia les hace más grandes ante los suyos, los que no pertenecen a las masas sucias y hediondas
Se miran en el espejo de los faraones, de los elegidos, de los ungidos. Tan alejados del pueblo que ni siquiera piensan en él como sus siervos, como sus súbditos que les deben pleitesía, y el contacto con las gentes les repugna.
Ésta es nuestra aséptica clase política que toma las decisiones que nos afectan.


sábado, 26 de octubre de 2013

PORCA MISERIA

Es la hora entre dos luces, cuando un tono azulado se apodera de la tarde y la viste de otoñal melancolía. Desfilan lejanos recuerdos de la infancia en la casa familiar con mi gato Mus, a quien tanto quería y por no sé qué razón, aquel día, le propiné una patada que le hizo volar por los aires.
Hecho del que me arrepentí inmediatamente y aún el recuerdo me duele ahora. Fue en una tarde fría de octubre cuando, sentado en el suelo, dedicado a mis silenciosos juegos; entró bruscamente mi madre en la habitación, gritando como una loca, porque no encontraba la rodea de la cocina y entre maldiciones, juramentos y falsas acusaciones; me propinó un bofetón que me hizo ver las estrellas de colores. Me pilló por sorpresa, porque ella era cien veces más dulce que mi padre, que tenía un carácter áspero cuando llegaba a casa por la tarde, después de una larga jornada en el hotel de mala muerte donde trabajaba de chico para todo. Lo mismo estaba de botones, que le pedían pasar la noche entera en la recepción, subir una cena fría a una habitación de presuntos enamorados o atizar el carbón de la caldera de la calefacción central.
Aquel día aciago, uno de esos acicalados clientes de hotel barato, que van renegando de todo, por ver su vida errante, obligados por su infame trabajo, a sonreír a la fuerza a insoportables posibles compradores de los productos que no consigue vender. Había reservado una habitación individual y pidió hablar con el gerente de mantenimiento (como si en ese hotelucho existiera tal cargo), protestando por el frío que hacía en su habitación y pidiendo a voces el libro de reclamaciones, con la intención solapada de que le hicieran un buen descuento, pero en ese momento no había más personal en el hotel que mi padre y la limpiadora que hacía también de cocinera. Mi padre le atendió con sus respetos más serviles, indicándole que el problema se solucionaría en breve. Pero el cliente no se movió del mostrador de recepción y siguió con sus protestas a voces, llamando al superintendente, al jefe, al coronel del regimiento y a toda la corte celestial para que subieran a calentarle la cama. Mi padre no tuvo otra opción que entregarle el libro de reclamaciones, para que se calmase, al menos mientras escribía. Después de un breve silencio que fue la gloria en el pequeño vestíbulo del hotel, volvió el trueno de sus quejas. Mi padre pensaba...que se congele en la habitación, que caigan sobre él los miasmas de la gripe, que los espíritus de mil noches en ese cuarto lo estrangulen y lo dejen mudo...pero tuvo que sonreír.
Los clientes se arremolinaban frente al mostrador, cuando llegó la mujer del jefe, que inmediatamente ordenó a mi padre que llevase una estufa eléctrica a la habitación del protestante y se ocupase urgentemente de la calefacción. Al salir, pudo escuchar a la jefa que decía a los clientes:  -Esto pasa por estar rodeada de vagos que se encogen de hombros y descuidan sus obligaciones, no se preocupen que enseguida todo volverá a estar arreglado.
Cuando mi padre regresó al vestíbulo se encontró a la jefa con el cliente, hablando los dos al mismo tiempo como un par de beodos.
-Martinez, le dijo la jefa a mi padre,- ¿Cómo puede permitir que un cliente se sienta desamparado en el hotel?, Mi marido y yo, le dimos éste empleo, depositando en usted nuestra confianza, aún sabiendo que era un bruto que no sabía ni lo que pensaba; nos hemos esforzado en enseñarle el oficio y a tratar a la gente como Dios manda, pero al parecer usted no ha aprendido nada, por lo que nos vemos obligados a prescindir de sus inútiles servicios en esta casa.
A la hora del crepúsculo, mi padre llegaba a casa.
Desde mi habitación escuche los gritos que le profería a mi madre por no tener lista la cena, casi con las mismas palabras y el tono del cliente friolero del hotel. Luego dio un puñetazo en la mesa que hizo temblar los geranios y al poco tiempo fue cuando mi madre irrumpió en la habitación cerrando el círculo que me llevó a patear al pobre Mus que maullaba sin entender desde donde provenían los malos tratos por mi parte.

miércoles, 23 de octubre de 2013

La Verdad.

Sigo preguntándome dónde está la verdad, o si no hay más verdad que la muerte.
No quiero caer en ninguna clase de relativismo, aunque entiendo que lo que es obvio para mí, sea dudoso para otros y lo que para mi es dulce néctar, sea veneno para otros, por lo que evito discusiones, cuando siento que el fanatismo de cada posición es insalvable.
Es absurda la afirmación de que "todo es relativo", porque se anula a sí misma. Pero  la intolerancia, hija del fanatismo de las ideas; siempre resulta peligrosa o incluso destructiva, en cualquier intento de relación.
Puede ser que la Verdad sea un conjunto de todas las verdades individuales, por lo que hay que abrirse a los descubrimientos, aceptando las diferencias.
Es buen ejercicio la autocrítica, preguntarse por el fundamento de lo que creemos e intentar razonar lo que pensamos. Pero aquí también tenemos que tener en cuenta a Saramago cuando dice:

"Si antes de cada acción, pudiésemos prever todas sus consecuencias, nos pusiésemos a pensar en ellas seriamente, primero en las consecuencias inmediatas, después, las probables, más tarde las posibles, luego las imaginables; no llegaríamos siquiera a movernos de donde el primer pensamiento nos hubiera hecho detenernos".

Esto nos lleva a caminar por inseguros senderos, bajo el permanente temor de estar en el camino equivocado, lo que hace de vivir una aventura fascinante. La comunicación es imprescindible, pero para que exista, debemos de abrir la puerta a nuevas ideas, intentando comprender las intenciones ajenas desde el cariño, dejando de lado los dogmatismos en los que creemos como algo inamovible.
Un ejemplo de éste maniqueísmo lo escuché de un viejo amigo cuando afirmaba que "Uno puede cambiar de ideas, de religión, de partido político; pero nunca del club de fútbol al que pertenece y ha pertenecido siempre", casi me mata de la risa, aunque, por respeto tuve que reprimir la carcajada.
Seguiremos adelante, con la Verdad colgada con pinzas, en un mundo cambiante en el que nada es lo que fue, ni lo que mañana será.







domingo, 20 de octubre de 2013

A LA POLICÍA



A LA POLICÍA

No pegues al que te paga.

No uses la violencia obedeciendo al que viola los derechos de todos, que también son tus derechos.
Abre los ojos antes de levantar tu porra contra el inocente.
No dejes que te conviertan en un perro rabioso, tienes cerebro para distinguir al enemigo.
Únete a los que luchan por ti y por tu familia, en contra de los que te usan como una herramienta de represión.

No pegues al que te paga.

No tienes que obedecer órdenes injustas, sino luchar por la justicia de todos.
Invisibles voces, que nunca conocerás, te obligan a defender sus intereses, que no son tus intereses.
Nunca serás uno de ellos. No llegarás a alcanzar jamás su privilegiado estatus, por más que golpees a estudiantes, mujeres y ancianos.
Pon tu fuerza al servicio de la mayoría a la que tú perteneces.

No pegues al que te paga.

No eres un títere tras el que se esconden los verdaderos delincuentes, los corruptos y los ladrones que te roban tu tiempo y tu salario.
Date la vuelta y júntate a los que son como tú y quieren vivir en paz sin perder la dignidad.
Ven con los que te necesitan, en vez de ir con los que te utilizan.
Eres un ciudadano, no un esbirro.

No pegues al que te paga

Sin ti los corregidores y los que hacen las leyes que los protegen no son nada.
Se aprovechan de ti, ofreciéndote una recompensa miserable.
Lucha por tu dignidad y por tu entereza como persona, por la libertad de elegir que es la libertad de todos.
No dejes que te traten como ganado. Tu enemigo es tu amo, el que te ordena.










viernes, 18 de octubre de 2013

Don Aire






Decían que era gracioso, que daba risa.
Don Aire tenía ese garbo etéreo que hacía a los sentidos percibir la realidad de forma diferente, como si su presencia causara un hechizo mágico.
Don Aire se ocultaba tras una capa transparente, entre el soplo de la brisa.
Pero llevaba consigo las azules lágrimas de Garrick, el poema trágico.
Don Aire dejaba ver la elegancia del viento en el vuelo de una falda, o en el indiscreto parloteo de las hojas de los árboles.
Podía traer los arreboles de las lejanas orillas del mar, y posarlos sobre tus pálidas mejillas, porque Don Aire poseía el embrujo del desconcierto. Provocar el equívoco era su mayor acierto.
La embriaguez de la risa era su objetivo secreto; la burla de lo que que se da por sentado, su método de trabajo.
A veces aparentaba ser serio, como un político o un obispo; entonces se desataba su gracia, ante su arte grotesco y todos reían con Don Aire, cuando al político lo convirtió en política y al obispo en obispa.
A tal punto llegó su aturdimiento, que no supo si llorar de risa o reír de pena, porque ya no distinguía la ordinaria vida de la escena. La única diferencia que encontraba, es que cuando no era él el que representaba la comedia, eran otros los actores que interpretaban la farsa de vivir, como otra bufonada a cargo de impostores.



jueves, 17 de octubre de 2013

La trepadora





Incapaz de sostenerse a sí misma, se abraza a mi cuerpo con sus uncinos, apartándome de la luz, ocultando mi tronco, ahogando los poros por los que me llega la vida.
De nada valen mis raíces ancestrales que me llevaban la savia desde la tierra hasta la última hoja que ansiaba acariciar el cielo.
La movilidad limitada por mi propia constitución, me impide deshacerme de ella por mis propios medios.
Se enreda con fuerza intentando inútilmente traspasar la corteza que día a día he ido forjando en torno mío, pero no puedo evitar la asfixia que estrangula poco a poco mis pulmones.
Mis brazos alzados piden clemencia al azul del firmamento y a los antiguos vientos con los que bailaron en otro tiempo.
Lleva consigo toda una corte de parásitos innobles, que se aprovechan de mi firmeza y de mi altura, aunque no conseguirán que me doble, aún conservo el valor y la fuerza de un roble.



domingo, 13 de octubre de 2013

El dinero me conviene

Dejadme hoy que derroche mi talento vulgar, que pierda mi dignidad. El dinero me conviene. No sé si compra la felicidad, pero da un grado de libertad, si es suficiente.
Veo en las redes sociales frases de amor y sueños de muchachas en flor, escogidas palabras inteligentes, pensamientos de sabios, poemas escritos en las paredes, fotos de paisajes y de viajes, increíbles imágenes, poses que insinúan, deseos de encontrar la pareja ideal...y todo esto está muy bien, pero a la hora de presentar su nuevo partener a las amistades, se avergüenzan al decir: " Es un payaso con unos ingresos de subsistencia" que en todo caso disimularían diciendo: " Es un gran artista, un  creador " y lo entiendo. Tampoco yo le preguntaría a la amiga " ¿quien es tu semental?", sobretodo si el abogado está presente a su lado.
Pero el teatro me divierte más en la calle que en la escena. Los diálogos invertidos, cuando lo que se busca es seguridad, comodidad o prestigio y presumir. Ocultas quedan las miserias y las verdades, tras un escudo de apariencias, que se desmorona en la intimidad.
Hay un linaje de necios que su única ambición es el tener o el ser más que otros, en la comparación y sin tener en cuenta el ingenio, en el fondo, ésta gente solo me inspira una antipatía profunda.
Por cambiar, me dejo llevar hacia éste carnaval, donde las lágrimas corren detrás de las máscaras a la hora de pagar, pero no puedo ocultar mi desprecio ante la arrogante falsedad.
Por eso soy lo que soy, un payaso que aprende de los niños que aún no han sido contaminados, que solo se diferencian en los vestidos que sus padres han elegido, hasta que la educación vaya haciendo sus estragos.





viernes, 11 de octubre de 2013

DOS ENTREVISTAS (Primera cita)







Primera cita.
Tengo por costumbre llegar cinco minutos antes a cualquier cita, los que me conocen ya saben que detesto la impuntualidad y que nunca espero más de diez minutos después de la hora pactada.
Llegar pronto tiene sus ventajas te hace tomar posición y familiarizarte con el lugar de la cita.
Ese día, no tuve que esperar, Mister M. se presentó a la hora y nos saludamos con efusión después de tanto tiempo alejados y sin apenas comunicación.
Sentados en la terraza del balneario yo me pedí un Chardonnays joven y él se pidió lo mismo, más por mimetismo que por una real apetencia.
La conversación transcurría por la superficie, sin mayores ahondamientos hasta que me habló de sus sentimientos por una adorable joven que había conocido por casualidad y a la que profesaba verdadera adoración. Habían paseado juntos las soleadas tardes de los domingos y, a juzgar por su descripción, era una criatura encantadora que le escuchaba con sincero interés y apenas hablaba de sus amargas experiencias con el hombre que la maltrató en el pasado, como si todas las heridas sufridas ya hubieran cicatrizado y su corazón flotara de nuevo en un mundo que ya había olvidado.
Para Mister M. fue como aventurarse en deseos desconocidos que aumentaban su curiosidad por descubrir todo lo referente a ella. Empujado por una insuperable fuerza de atracción puso en ese nuevo amor todas sus esperanzas. El mundo entero, nada importaba, ni sus frívolos placeres, porque nada necesitaba más que a ella, solo a ella, por la que merecía la pena respirar cada mañana y por la que hubiera dejado todo lo que más le apasionaba. En ella se veía a él y él quisiera ser de ella y que ella fuera solo de él.
Todos sus deseos se enfocaban en mantener su compañía, porque en ella encontraba toda la dicha que a él le faltaba y deseaba gozar de todas las alegrías de la vida a su lado.

A medida que Mister M confesaba sus sentimientos aumentaba su exaltación, hasta el punto de alzar sus brazos como para atraer todos sus deseos y atrapar toda la felicidad que, sin saberlo, ella le ofrecía. No pudo evitar recurrir a las alabanzas tantas veces repetidas, cuando el corazón cae prisionero en la trampa del amor, y aún sabiéndose ciego por los primeros resplandores de la pasión, no dejaba de proclamar que ella era su vida y no podía concebir la existencia sino al lado de su amada.
Se le encendieron los ojos de sincera emoción y quiso pedirme perdón por manifestar tan explícitamente su apasionado romance, pero era lo que en aquel momento ocupaba toda su alma.


DOS ENTREVISTAS (Segunda cita)




Segunda cita.

Había transcurrido un mes entero desde la primera cita, cuando Mister M. me propuso encontrarnos de nuevo en la misma terraza del balneario. Como siempre acudí yo primero y le vi llegar puntual pero con el paso cansino y un aire afligido. De todas formas desplegó una sonrisa amistosa al verme.
Fue inevitable preguntarle por la relación con su amada, de la que tanto me había hablado la última vez, y respondió con un gesto de desolación, con la mirada perdida en una noche profunda. Todo había terminado, las circunstancias no permitieron continuar viviendo en un sueño. Ahora se encontraba inmóvil frente a un abismo, sin consuelo ni esperanza. Hablaba desde la lejanía, como al que la vida le ha abandonado y el eco de sus palabras retumbase en un sentimiento vago.
Se había anticipado en todas sus alegrías y sus aspiraciones de una eterna unión, que ahora se habían transformado en un oscuro silencio sin horizonte.
Se sentía aislado del universo donde el futuro no existe, y nada de lo que tenía delante podía aliviar su tormento. Cualquier intento de recuperar lo perdido hubiera resultado baldío, ante la certeza de que el tiempo no retrocede y los felices recuerdos solo hacen daño cuando el alma se desangra.
El miedo se había apoderado de su corazón martirizado. Le faltaban fuerzas para huir de sus angustias bajo el martillo del silencio.

Quise abrirle los ojos ante un mundo de amistades donde es posible la risa, pero todo intento resultaba inútil, ante tanto sufrimiento. Tan ciego es el amor como profundo es el dolor de haberlo perdido.
Me di cuenta de que estaba ante un hombre sin alma, vacío o vaciado de la vida que antes rebosaba por sus ojos y por todos los poros de su piel, convertido en uno más de los que deambulan con el corazón roto.

jueves, 10 de octubre de 2013

(VI) DERECHOS RESERVADOS




(VI) DERECHOS RESERVADOS

Al pasar por la Marina, Juan se había fijado en un pequeño velero cuarentón pero en muy buen estado de navegación, que estaba de oferta y entró en la oficina a informarse. Discutieron el precio, pero acordaron la venta por menos dinero si no lo habían vendido en una semana.
Con toda la documentación de su barco bajo el brazo se dirigió a las oficinas del banco más importante de la isla, se entrevistó con el gerente y solicitó un crédito avalado con el velero de su propiedad y ocultando que aunque estaba precintado como medidas cautelares, aún no se había cursado la orden de embargo.
Planteó en el banco la urgencia del crédito y le concedieron algo más de la mitad del valor de tasación, según la documentación presentada, y le hicieron abrir una cuenta donde se lo ingresarían y tuvo que firmar contratos y falsos juramentos sin leer, como lo haría cualquier ministro.
Por la tarde llamó a Raquel. Disimuló que el encuentro, fuera en realidad una despedida y la invitó a cenar en el pequeño hotel donde previamente había reservado una habitación para dos días. Le explicó que se merecía una ducha caliente y un pequeño lujo que le apartara de las humedades del barco, pues le estaban afectando a la salud.
Raquel parecía entenderlo todo y se regocijaba con ilusión por el chocolate sobre la almohada y por todas las pequeñas cosas que en su ingenuidad la entusiasmaban.
- Tu tienes aquí tu vida, con tu madre, tu trabajo y tus amistades...le dijo Juan, en un momento de sinceridad. - Pero yo tendré que partir pronto hacia ninguna parte, ya me conoces-
En ese hotel familiar, pasaron la última noche como si fuera la primera, entregándose el uno al otro hasta el límite de la sinrazón, donde no habitan los males, donde los duendes del amor bailan su antigua danza.
Cuando nació la mañana, Raquel estaba en la ventana contemplando la plaza desierta, donde había una tienda con la luna resquebrajada, y le pareció escuchar de lejos las cuerdas de una guitarra. Luego volvió a la cama cuando el sol se encaramaba por la ventana.
Se despidieron con todos los besos que se dan los que se quieren de verdad.
-Te llamaré.- Dijo Juan en voz baja, sin saber cuándo cumpliría su promesa.

Nada más recibir el ingreso del banco, llegó Juan a las oficinas de la Marina para cerrar el trato. Entregó un cheque por el precio convenido, más lo que pensó que costaría llenar el depósito de gasolina, el agua y los víveres para una larga travesía. Cuando todo estuvo a punto en el  pequeño velero cuarentón,  se hizo a la mar silbando una vieja canción marinera, y le dio por pensar en cómo se pelearían por repartirse su embargado barco entre el juez y el banquero, lo que fue su vida por tanto tiempo, la que fue su morada entre el azul del mar y el azul del cielo.

                                                       FIN

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(V) DERECHOS RESERVADOS



(V) DERECHOS RESERVADOS

El abucheo de la gente fue en aumento y se oían gritos de "Fuera", "Fuera" que consiguieron encolerizar aún más a los agentes contra el pobre Juan que tembloroso seguía tocando aunque ya no se le oía, y él tampoco pudo escuchar las palabras que le decían los agentes antes de arrancarle la guitarra de un empujón que le hizo tambalearse y caer de espaldas sobre el bombo y los tambores  que se estrellaron rajando la luna de un escaparate. En ese momento voló un objeto, de entre el público, como un vaso o una botella, que estalló en mil pedazos a los pies de uno de los agentes y entre el griterío aullaban las sirenas azules de los coches de policía que acudían de refuerzo.
A regañadientes la gente se fue dispersando, reclamando a gritos su derecho de ocupar la plaza y defendiendo la música en la calle. Hubo algunos altercados que terminaron con tres detenidos y también se llevaron a Juan, en uno de sus siniestros coches, con cargos de desorden público y resistencia a la autoridad.
Ya había entrado la mañana cuando Juan salió de las dependencias policiales y vio un retazo del cielo entre grises nubes de tormenta. Llevaba en las manos la guitarra rajada por un golpe y los tambores desencajados de sus goznes. A duras penas llegó taciturno hasta el barco que lo esperaba precintado por la policía, pues el juez no lo había admitido como su única residencia y le exigía una cuantiosa multa y el pago de los desperfectos en el escaparate. Quiso llorar de desolación, pero se le apretaron los dientes ante la injusticia.
Raquel era su única esperanza, pero no quería envolverla en sus tristes asuntos, su orgullo se lo impedía y empezó a pensar en salir de la situación por si mismo. Sentado en el noray donde se encapillaban las gazas de su barco, le llegó una brillante idea que le hizo saltarse el precinto y recoger toda la documentación del barco. Todo estaba en regla, el registro y el titulo de propiedad a su nombre. Dejó en el camarote sus defenestrados instrumentos y salió con los papeles en dirección al centro de la ciudad.

miércoles, 9 de octubre de 2013

(IV) DERECHOS RESERVADOS



(IV) DERECHOS RESERVADOS


Aunque el mar estuviera en total calma y su movimiento fuera imperceptible en la dársena, Juan no podía evitar las noches de insomnio, en las que las horas se eternizaban. Pero bastaba tener cerca a una criatura como Raquel, con la inocencia que se desprendía de su sueño, para apagar sus arrebatos y caer en un tierno abandono, que le hacía descansar, aún con los ojos abiertos en la oscuridad.
Por la mañana salía Raquel a trabajar, recogiendo los encargos al teléfono de su oficina que era un "bluff". Una empresa de servicios cuyo único patrimonio era un pequeño despacho con siete lineas de teléfono, un fax y conexión rápida a Internet; y sin más, se dedicaba a subcontratar cualquier servicio que se le encargase, desde alquiler de coches o cualquier tipo de transporte - una vez un helicóptero para una boda- ; hasta servicios de limpieza, pintura de edificios o reparación de computadoras.
Ahí pasaba Raquel su jornada, anotando los encargos y pasándoselos a la empresa adecuada. A veces soportando insolentes reclamaciones con paciencia infinita o voces impertinentes que exigían más celeridad en el servicio. Con su tono infantil ejercía ciertas pequeñas venganzas poniendo música de Albinoni mientras mantenía la linea en una espera intencionada. Tal era su ingenuidad como su miseria. La grandeza de Raquel estaba afuera, cuando cuidaba a su madre con el cariño desinteresado e inconsciente que fluía de su ser, ocupándose de la casa y de tener bien abastecida la despensa, para que a su anciana madre no le faltase de nada.
La llegada de Juan a la isla había alterado felizmente la monotonía que se había ido enquistando en la vida de Raquel. Pasar las noches en el barco la llevaba a preparar todo con antelación, desde la ropa, con la que tendría que ir al trabajo al día siguiente, hasta asegurarse de que su madre dormía profundamente en la casa. Y de pronto se sintió más activa y organizada que nunca. Por el contrario, Juan parecía haber caído en el marasmo, pasaba largo tiempo mirando el azul del agua desde la borda, invadido por un esplín en él desconocido, y solamente le animaba la llegada de la tarde, cuando cargaba con sus instrumentos para tocar en su esquina de la plaza.
Una vez se hubo instalado, comenzaba su alegre repertorio tocando la guitarra y con el ritmo de los tambores en su espalda. Enseguida se formó un corro de espontáneos paseantes y de niños que llegaban con las monedas que les daban sus padres. Al cabo de unos minutos sintió un murmullo que recorría el corro e iba en aumento hasta convertirse en gritos y silbidos, cuando se percató de la presencia de  dos agentes de policía que se le acercaban.

(III) DERECHOS RESERVADOS



(III) DERECHOS RESERVADOS

Al salir de la oficina, Raquel lo encontró tocando sus instrumentos en la calle. Con una rápida ojeada al dinero en la caja de la guitarra comprobó que tenía éxito o llevaba mucho tiempo en la esquina, bajo el sol, con la humedad de la tarde.
-¿Te va bien, no?, le dijo con su tono infantil que parecía envidiar el nuevo trabajo de Juan.
-No sé, lo voy a dejar por hoy, ayúdame a recoger las cosas.
Había pasado mucha gente por delante del músico callejero, unos indiferentes que parecían no verlo, otros que sonriendo dejaban alguna moneda y también, los que pasaban nerviosos porque se sentían avergonzados por no colaborar con él. Las familias con niños hacían corro y algunos se acercaban a la caja de la guitarra y otros se hacían fotos junto a él. No faltaba quién le hacía peticiones de canciones olvidadas y los que le hablaban como si le conocieran de antes, esperando una respuesta cuando dejase de tocar.
Se sentía a gusto con las gentes de todas las condiciones que lo rodeaban, turistas, jubilados, paseantes, parejas de enamorados, grupos de jóvenes que lo miraban con asombro y podría decir que fue una grata y solidaria experiencia, que le acercaba al mundo y se entendía con el lenguaje de la música. Algo que no había sentido antes, cuando tocaba el piano en el vestíbulo de "El ocaso de las Musas" el restaurante que le contrató en temporadas anteriores, donde no pasaba de ser más que un elemento de decoración acústica en el que nadie reparaba.
La sensación que tuvo al contar el dinero, fue más como un catalizador del efecto que su música producía en las gentes, que el jornal de una sesión de trabajo bien pagado. Aún así, comprobó que sería insuficiente para pagar el amarre del día en el puerto y además invitar a Raquel a cenar, pero no obstante, le propuso la invitación, pero ella no aceptó porque había comprado comida para cocinar en el barco.
Había caído la noche sobre el puerto y el azul de las aguas se había transformado en un oscuro colchón sobre el que yacían los esqueletos de los veleros con el tintineo de las jarcias entrechocando sobre los aparejos.

martes, 8 de octubre de 2013

(II) DERECHOS RESERVADOS



(II) DERECHOS RESERVADOS

El amanecer se despertaba perezosamente en la dársena con una húmeda brisa que lo empapaba todo y el cielo se teñía color de arándano poco a poco, cuando Raquel salió del camarote. Quedó mirando el horizonte, como hipnotizada por la perfecta coreografía de los mástiles de los veleros que danzaban dulcemente amarrados en el puerto. Al cabo de unos minutos volvió bajo cubierta, con la piel granulada por el frío y se arrebujó junto al cálido cuerpo de Juan que ya se había despertado.
-¿Tu crees en Dios?...le susurró al oído.
-No... dijo escuetamente el músico, tratando de no entrar en una discusión de ese tipo a esas horas de la mañana.
-¿Entonces eres ateo?
-¿Ateo?...Nunca le terminó de gustar esa palabra, que indicaba la negación de la existencia de Dios, porque era un tema en el que no quería pensar, y añadió:
-No, cariño, no soy ateo, no creo en tu Dios ni en los dioses de ninguna religión, pero creo en mi Dios, el que habita en mi y me indica el rumbo de mi barco. Creo que cada uno llevamos a un dios dentro de nosotros y que todos somos iguales y diferentes por eso...
-¿Crees entonces que Dios habla contigo?
-Cariño, lo que creo es que debes dormir un poco más antes de que el sol se suba a lo alto.
-No puedo, tendré que ir a trabajar aunque prefiera quedarme todo el tiempo aquí, contigo.
-Entonces prepararé el desayuno.
Juan dió dos pasos hasta la cocina donde guardaba la leche, algunas provisiones de fruta y anacardos, mientras Raquel se terminaba de vestir.
Cuando se despidieron en la parte vieja de la ciudad, Juan estuvo deambulando por las terrazas de los restaurantes y los hoteles del puerto donde podían tener un piano y encontrar un nuevo trabajo, pero al parecer, tanto las pequeñas empresas como las más grandes, seguían el camino de reducción de gastos marcado por el gobierno, y la música en vivo suponía un dispendio prescindible en la mermada economía de los locales.
Aún le quedaban algunos ahorros que le permitirían pagar el amarre en el puerto por unos días y llenar el depósito de gasolina. Entonces recordó lo que de niño escuchaba en casa de su abuela: "Quita y no pon, se acabó el montón". Y comprendiendo que debía poner algo en el cada vez más exiguo montón; regresó a su barco, antes de que la tarde se vistiera de azul, tomó el sombrero y la guitarra del camarote, la puso en su caja y se dirigió a la plaza más concurrida del puerto, y se puso ahí a tocar por las monedas que le dejaban los paseantes.



(I) DERECHOS RESERVADOS



(I) DERECHOS RESERVADOS

Acababa de realizar la maniobra de atraque en la dársena del puerto, recogió en una bolsa la ropa sucia y se dirigió a la lavandería que conocía en la isla. Cuando estuvo todo listo se cambió allí mismo con el olor fresco de la ropa limpia y se presentó en el restaurante donde cada año, en los meses de temporada alta, era contratado para amenizar las horas de las comidas con el piano de media cola.
Pero al llegar se sorprendió al comprobar el cambio producido en el local, convertido ahora en una franquicia de comida rápida. Preguntó por Miguel, el antiguo encargado del restaurante romántico en el que había tocado el piano los veranos anteriores, y le informaron que el viejo local había sido adquirido por una nueva empresa con una nueva plantilla y no quedaba nadie de los anteriores trabajadores.
Regresó a su barco con el corazón desolado, por no haber sido avisado y con los proyectos de trabajar con su música durante los próximos dos meses del verano, destrozados por el cambio.
Pensó en Raquel, la chica con la que mantenía relación mientras duraba su contrato en la isla, pero a esa hora, estaría trabajando al teléfono de la oficina, por lo que decidió llamarla al trabajo.
-¿En qué puedo ayudarle?- le contestó con tono desagradable una voz femenina.
-¿Raquel?, ¿eres tu?
- Juan! ¿ya estas aquí?, dijo ella reconociendo la voz del músico y quedaron para verse por la tarde. Ahora tenía todo el tiempo por delante y decidió dejarse caer en los brazos de la indolencia. Sentado en el muelle de la bahía, silbaba la vieja canción de Otis Redding, mientras contemplaba las velas de los barcos posadas sobre el agua como mariposas blancas.
A la hora pactada, Juan esperaba a Raquel, bajo el neón azul de la puerta del bar donde antes se podía fumar y ahora olía a fritanga. Cuando apareció, se abrazaron con cariño, después de un largo invierno sin experimentar sensación semejante.
-¿Vuelves para tocar en el restaurante?
- ¿Cómo, tú que vives aquí todo el año, no sabes que se ha convertido en una aséptica y anodina hamburguesería?
-Ah! No, no lo sabía, apenas me acerco a ésta parte de la isla que es más para los turistas...entonces, ¿has venido solo a verme a mi?
-Sí, dijo Juan un tanto dubitativo...pero no podré quedarme tanto tiempo, añadió. Y juntos se encaminaron por la tarima del embarcadero desapareciendo por la portezuela del camarote del barco.


viernes, 4 de octubre de 2013

El tiempo que queda




Ayer se fue para siempre. No volverá la suave lluvia de ayer sobre las buganvillas y los rododendros.
Me baño en el río del tiempo, en las aguas que corren y pasan bajo los puentes para nunca regresar.
En las sienes siento cenicientos aladares, que encanecen con los latidos del tiempo a mi pesar.
La vida se va a raudales y los hermosos momentos fenecen sin fastos ni funerales, dejando solo el recuerdo más allá de los adentros.
Lo primero que aprende un niño es a llorar y los niños me enseñaron que no tiene cura el porvenir ni el pasado y cuando algo nos gusta, hay que pedir más. Que solo los infelices saben adónde van y lo que han abandonado.
Mientras tanto, espera impaciente el tiempo que queda y nos apresuramos a vivir frenéticamente, como un hamster en su rueda, sin saber para qué tanto esfuerzo, exprimiendo la vida gota a gota con la inconsciencia y el empeño del idiota.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Las nuevas castas

La sociedad, en su continuo proceso de transformación, ha llegado a un punto de asimilación del liberalismo o neo-liberalismo, en el que se va perdiendo paulatinamente la movilidad social, marcando de manera cada vez más permanente el estrato económico, cultural y social al que pertenecemos, (y si una revolución global no lo impide, perteneceremos de por vida)
El viejo "sueño americano" que trató de convencer al mundo como "América el país de las oportunidades" se va desmoronando poco a poco, porque la clase social a la que pertenecemos determina cuales son nuestras oportunidades. De igual manera ocurre en los países desarrollados de Europa. Por simplificar, se puede decir que de un lado queda la clase política defendiendo sus propios intereses, los de las rentas más elevadas, y los dueños de grandes propiedades y de otro lado, los trabajadores que dependen de su salario (cada vez más escaso) y aquellos que perdieron o nunca encontraron un trabajo. En el centro se puede ubicar una clase media (cada vez más disminuida), de funcionarios, burócratas y algunos profesionales de alta cualificación, a la que se recurre insistentemente en los discursos políticos, trasladando la importancia de su voto, como si fueran una mayoría aplastante (porque saben que la mayoría real aspira a ese ascenso de categoría social).
Desde la revolución industrial han cambiado enormemente los medios de producción, sustituyendo el "mono" de trabajo por la corbata, es decir, que en los países más avanzados, el sector servicios se ha ido adueñando del sector producción. Éste cambio de imagen habla por sí mismo de un aparente cambio de estatus en las sociedades modernas.
Quizás debiésemos tomar conciencia del lugar que ocupamos en la sociedad y en el que vamos a permanecer para siempre. Es el primer paso para aceptar o no nuestro futuro. No se trata de conformarse, porque hay otras aspiraciones a las que tenemos acceso ( de tipo cultural, creativo, intelectual, etc.), que enriquecen y elevan el espíritu de los hombres.
En la calle escuché a un alma generosa, que poniendo un billete en el sombrero de un artista callejero,  decía: "A rico no voy a llegar...y de pobre no voy a salir, por esto". También otro trabajador me contaba hoy mismo, que habiendo estado reparando una máquina en la casa de su jefe, se dio cuenta que, aún trabajando duro toda su vida, jamás podría obtener lo que el jefe tenía en su garage. Esta toma de conciencia social y estas cosas son las que me animaron a escribir esta entrada.