martes, 9 de julio de 2013

CASTAÑOS LOCOS



La sombra de los castaños cubre toda la terraza.
En lo alto, un camino azul se dirige hasta el campanario del convento y destellan  los últimos rayos de la tarde sobre las doradas piedras.
Dos castañas prematuras, brillantes, sonrientes, oscuras y diminutas; me miran.
La piel, granulada por el estremecimiento de una cálida brisa, se desnuda.
Las ramas se agitan suavemente en un sinuoso baile, acunando su cuerpo perfecto en los brazos del aire.
Sobre un improvisado lecho verde y plata, se tiende y deja que el calor del verano la cubra.
La tarde se detiene en un lejano rumor de hojas, alas y olas.
Y el amor se columpia en el péndulo del tiempo.

Las campanas del convento anuncian el Coro de trinos oculto en el follaje, para acallar los suspiros que encierran el críptico mensaje de los amantes.
Entre el vaivén de las hojas se cuela la luz a guiños brillantes de plata y oro, como una linterna en la sombra, que tratase de descubrir un tesoro en las profundas castañas de sus ojos.
Sobre las chimeneas y los tejados rojos, se alzan los castaños locos. Locos de risa y de sol, bailan con la brisa que los mece, y en su incansable movimiento, parece, que quisieran ocultar las bocas frescas que los besos enrojecen.

Antes del último suspiro de amor en la terraza, perfumaron el futuro las blancas flores que el viento abraza, para grabar esta secuencia de imágenes por muchos años, con su música, su fragancia y el color de la tarde a la sombra de los castaños.





jueves, 4 de julio de 2013

LA FIESTA ESPERADA





LA FIESTA ESPERADA

Será una fiesta de gala, cuando ella llegue dispuesta para ser despeinada.
Calzada con las flores del camino, con los vestidos superpuestos de las capas de la mañana.
Traerá la música en el alma, y en el cuerpo, todas las luces del alba.

Impacientes, las horas pasan.

Los farolillos esperan temblando, suspendidos tenuemente de los nervios en cascada.
Cuando la ronca voz del postigo, anuncie su llegada, la recibirán con honores los céfiros y los silvanos con sus dulces flautas.
Entrará majestuosa, sobre la larga alfombra dorada, donde sus pasos se apagarán, incendiando sus piernas largas, que la elevan como llamas.

Las horas ansiosas cantan.

Será coronada de estrellas como reina de la nada, donde todo sucede y el universo se acaba. Todo está preparado para cuando llegue la nada con su sonrisa blanca.
Los dedos engalanados, como invisibles palafreneros, le despojarán de su capa.
Y lucirá  desnuda y hermosa, como una Venus entre las aguas.

Transcurren las horas lánguidas.

Parece que se retrasa, las velas se van consumiendo por la espera prolongada. Vuelve el reloj a sonar con sus sordas campanadas y un silencio lejano inunda toda la estancia.
Cuando el sueño se apodera de la alcoba silenciada, el postigo se descorre con una voz apagada. Céfiros y silvanos duermen y la larga alfombra dorada, amortigua los leves pasos de la diosa de la nada.


Yacen las horas felices, tendidas sobre la capa.