LA PARTIDA
Dejo la tierra de mis antepasados, recojo instrumentos,
envuelvo regalos, como quien sale de las entrañas del pasado.
El alma peregrina hacia el horizonte, por donde huye el
ocaso.
Llevo la lengua y el paso firme de quien avanza por
tortuosos senderos trashumantes.
Por la cabeza desfilan hilvanadas sucesiones de futuro,
donde nacen las ideas y los planes que alguna vez llegan a aproximarse.
El corazón tocado por antiguas sinfonías y besos inexpertos,
de perennes despedidas, de emotivos reencuentros, un vaivén de columpio oxidado
que recorre el aire.
Sin volver la mirada hacia los ignífugos volcanes, hacia las
torres góticas del tiempo, donde yace la alejada infancia.
Viajo en contra del sentido de giro de la tierra, contra las
horas, contra la historia que duerme en los libros y en los versos.
Atrás quedan los recuerdos, lo vivido, lo cumplido, y
enfrente, un océano desconocido con cien mil olas y amenazas, que seducen la
aventura de traspasar victorioso el arco iris triunfal de una nueva etapa de la
vida, llegando a donde nadie te espera.
A bordo de los años que sustento, transporto la vida y el
talento al cambiar de continente, sin cambiar de contenido, en este trueque
permanente de sirenas por unicornios, de lo lleno por lo vacío.
Con una sonrisa me río de esta farsa de tristeza, que es el
telón de fondo de la existencia, de los esfuerzos baldíos por complacer al
destino.
Y sigo y sigo por mi propia vida perseguido, luchando con
todas las fuerzas a mi alcance para que no me atrape ni adelante, antes de
decir adiós, cuando de todos me despido.
En el fondo, la partida es un regreso por un largo camino
sinuoso, donde se dejan las huellas de una vida sin reposo, para volver a
querer lo querido, a soñar lo vivido, ilusiones de caballero andante, para al
fin, encontrar el pasado por delante.