martes, 28 de mayo de 2013

EL MUNDO DESAPARECIDO





Nunca he sabido el nombre de esa flor, esa que los niños soplan y se deshace en miles de pelillos blancos; la llamábamos "abuelito"; no sé si por lo frágil o por las canas, pero cada primavera, aún soplo una de esas mágicas bolas en flor y contemplo el vuelo caótico de sus "pelillos", con ganas de pedir un deseo al aire.-donde se pierden todos los deseos-.
Hay un mundo desaparecido que nunca volverá, en el que todos los niños iban a la escuela y aprendían los valores y el respeto y al llegar las vacaciones, les llevaban a ver el mar y jugaban unos con otros con la imaginación y no con los juguetes electrónicos con los que creen relacionarse y sin embargo se aíslan. Había un mundo con vida propia, donde las máquinas no sustituían a las personas y la libertad se entendía respirando. En el mundo desaparecido las cosas tenían un solo nombre y no se confundía un teléfono con un  grillete. Las nuevas tecnologías encadenan a los individuos como en la vieja esclavitud, pero con el engaño de creerse más libres.
En el mundo desaparecido se mantenía la conciencia social de trabajar para la comunidad, que revertía en beneficios sanitarios y preveía un futuro digno en la vejez; pero debido a las profundas transformaciones  en las conciencias, provocadas por las nuevas políticas al servicio de la avaricia económica; el mundo desaparecido ya nunca volverá, porque nada vuelve, y los objetivos humanos cambian de prioridades según las circunstancias.

viernes, 24 de mayo de 2013

Amor breve, pero intenso.



Poco dura el amor en la vida de un poeta.
Lo que era vibrante fuego, se hace ascuas enseguida, y no se queda al calor de las brasas, esperando ver apagarse las cenizas.
La miel del principio se transforma en un producto bituminoso, que más que atraer, atrapa; convirtiendo lo dulce en pegajoso.
Las perlas, que buceando en la risa, arrancó un día de tu boca, se perdieron como luciérnagas a la luz del día, cuando la costumbre mata lo que toca.
Pájaros azules volaron al acercarse el verano, se fueron entre las nubes a pescar en otras aguas, más dulces que el océano.
Todo lo breve fue bueno si fue intenso, como los besos de los marineros, como el perfume lejano del incienso.

Vuelve la soledad cuando el amor se vacía, a llenarse de deseos, de vagabunda desdicha.
Vuelven los versos perdidos a tener significado.
Vuelve la noche de la fría espera, con sus carámbanos de luces ancestrales.
Vuelve Saturno a reinar en la misteriosa bóveda, entre sus órbitas anulares
Vuelve a buscar, más allá de los mares, el antiguo sueño del Dorado.

miércoles, 22 de mayo de 2013

SUEÑOS DE UN PAYASO




Arreglaba la casa, pero todo estaba en orden, o al menos como lo había dejado antes de partir. El tejado había cedido con las nieves en su ausencia. Ahora el sol lo está reparando. Desde la ventana abierta, la ciudad huele a cerrado, a sacristía y a sándalo. Los escasos transeúntes no han cambiado de uniforme y el ceño fruncido los iguala. Los perros que no se conocen se huelen el trasero, pero los ciudadanos, pasan de largo haciendo como si no se han visto, aunque sea inevitable un relámpago acerca del sexo. Apresuran el paso asustados de si mismos, de sus propios pensamientos. La ventana se cierra y vuelve un mundo acogedor, como si el tiempo no hubiera pasado. En el perchero se amontonan los abrigos de invierno y de las ramas cuelgan los sombreros... Ya está la maleta vacía sobre la cama estirada, y un cañonazo de luz deshace en añicos dorados las sombras del pasado al caer de la tarde.
En el hogar de la chimenea yacen las cenizas de un viejo fuego apagado. Pero al acercarse vio sobre la repisa un objeto desconocido, que no pudo explicar su procedencia; una talla perfecta de un búho policromado que lo observaba fijamente. Quiso tomarlo en sus manos, pero parecía firmemente agarrado a la viga de madera con sus zarpas de rapaz y el payaso retrocedió un paso, lo contempló un instante, y vio su gesto arrogante y nocturno.
Cuando salió de la ducha, el búho ya no estaba en su sitio, solo quedaban las huellas de sus garras sobre la madera y el polvo removido por el aleteo.
Comprobó que las ventanas permanecían cerradas y que la cerradura de la puerta estaba echada, y pensó en el único sitio por el que el búho pudo escapar, por la chimenea. Se sintió ridículo y preocupado al mismo tiempo, preocupado porque fuera su propia imaginación que le hacía una jugarreta. Decidió pensar en otra cosa y olvidar lo que había visto con sus propios ojos, ahora que todo estaba donde y como debía de estar...no obstante cerró el tiro de la chimenea antes de salir a la calle. La noche, refulgente bajo el alumbrado urbano, era de inmensa soledad, oscura y fría como todas las noches por estas latitudes. En un recodo del silencio notó algo como una ráfaga del viento, instantánea y cálida sobre su sombrero y sintió que algo lo acompañaba.
Al regreso a casa, comprobó que el búho estaba en la repisa de la chimenea, vigilante con sus grandes ojos negros horadados en la madera y parecía despierto. El payaso le dio las buenas noches y se retiró a dormir, antes de despertar de su sueño.

lunes, 20 de mayo de 2013

ZOROASTRO







Nació con una sonrisa en los labios y lo llamaron Zoroastro o "La estrella de oro" porque todos pensaron que era un regalo de Dios por ser virgen su madre de tan solo 15 años de edad.
Aprendió pronto a hablar refiriéndose a cosas profundas y haciendo preguntas que ningún adulto sabía responder.
Comprendió muy temprano la confusión que creaban sus afirmaciones entre las gentes y se retiró a una cueva en las montañas por un periodo de siete años, donde aprendió de la soledad.
La soledad le enseñó las estrategias para que en la lucha del bien contra el mal, el bien que habita en los hombres salga victorioso, porque la esencia de los hombres es buena, confiada y generosa, a la que  puso por nombre Ahura Mazda y al ente maligno lo llamó Ahrimán que era hermano gemelo del bien.
No se extraño de la incomprensión que le rodeaba al explicar sus experiencias y revelaciones porque en esa parte tan belicosa del mundo, situada entre el Irán y el Afganistán de hoy; se siguiera confiando en lo ya conocido, en lo familiar, en lo que la tradición venía enseñando desde antiguo; rechazando en consecuencia, cualquier cambio en las costumbres heredadas. Pero Zoroastro comprendió que los hombres eran libres en su elección, incluso aquellos que eligiendo a Ahrimán se equivocasen.
Durante siglos se trasmitió por vía oral el Avesta, la doctrina de Zoroastro promulgada mil años a.C. y recopilada en cinco libros y unos cánticos sagrados llamados Gathas, que tuvieron gran influencia en las religiones monoteístas posteriores como el Judaísmo el Cristianismo o el Islam.

Desde entonces, el mundo se ha ido llenando de los "elegidos", de profetas y mesías, de salvadores de la humanidad, de iluminados visionarios, de catastrofístas ... pero el mundo sigue en pie, sobreponiéndose a duras penas al dolor y a la muerte anunciada, sin vencedores ni vencidos en la lucha del bien contra el mal o alternándose en las victorias y en las derrotas. Pero acumulando los conocimientos adquiridos por la humanidad generación tras generación, como una evolución permanente e infinita del espíritu insaciable de los hombres.
Hoy hemos llegado hasta aquí, quizás sea solo un punto insignificante del camino que queda por recorrer, porque ni siquiera conocemos con exactitud el punto de partida; pero no es por casualidad, ni porque se cumpla ninguna profecía sin fecha, sino como consecuencia de lo ya vivido, de los aciertos y los errores cometidos, por el pasado conocido, inventado o imaginado; que nos ha traído a esté preciso momento. Si mirásemos hacia adentro en vez de buscar una excusa exterior; llamémoslo Dios, Origen o Destino; que responda a los enigmas; tomaríamos conciencia del compendio espiritual que es el hombre.

viernes, 17 de mayo de 2013

ABRAXAS





El Mago pronunció la palabra ...'Abracadabra! y miro al sol y el sol le mantuvo la mirada con su ciego resplandor.
Envuelto en una bola de luz, como si se juntaran el cielo con el infierno; el mago se entregó a Abraxas una vez más. Y todos los sentimientos y sensaciones contradictorias se fundieron en su solo nombre.
La claridad con que sentía el bien y el mal cohabitar en armonía complementaria, superpuesta, mezclada hasta conseguir un todo uniforme e indisoluble; le hacía tomar conciencia de su propio ser.
En él se fusionaban el amor y el instinto, la culpa y la inocencia, lo femenino y lo masculino, los bajos instintos y el altruismo filantrópico más desinteresado; y muchas cosas más sin que ésta amalgama le llevara a ningún trastorno bipolar. Muy al contrario, se sentía capaz de comprender, analizar y conjugar razonamientos opuestos con la misma brillantez. Eso era Abraxas, en cualquiera de sus 365 mundos celestes, que lejos de cerrar un ciclo anual, evolucionaban en una espiral creciente e infinita.
El Mago se tendió sobre la yerba y sus ojos se cerraron como los de una muñeca antigua. Se sumergió en una profunda oscuridad, acostumbrándose muy pronto a ella, hasta el punto de poder distinguir contornos, figuras e imágenes que ahora surgían de las tinieblas.
Distinguió un hermoso valle abierto que caía dulcemente sobre una pradera donde sesteaba el ganado.
A lo lejos se podía oír el rumor de un arroyo que brotaba de entre las rocas, cuando empezaron a sentirse el jadear y los ladridos de los perros que se acercaban persiguiendo a una angustiada y joven pastora. Y en medio de una paz que parecía imperturbable, el Mago sintió la angustia y el desasosiego que le impulsaban a ayudar a la moza. Entonces se incorporó sobresaltado y sus ojos volvieron a abrirse a la luz incandescente de Abraxas.
Pensó entonces en palabras y números mágicos, en la interpretación semiótica de los signos, en la Cábala y la numerología griega y todo le llevaba a Abraxas y la suma del valor numérico de las letras griegas de su nombre, coincidía exactamente con el ciclo anual de la Tierra.
No era un juego de magia más. Él había estudiado los trucos y escamoteos con los que lograba hacer ver a un público profano, cosas que nunca existieron; o incluso lograr una realidad cambiante mediante la desaparición de ciertos objetos, pero solo él y algunos otros magos conocían los secretos.
Ahora la lucidez que experimentaba al contemplar cómo encajaban perfectamente los polos opuestos, y se mezclaban con la misma intensidad, las sensaciones y los sentimientos; la honradez con el crimen, la belleza con el espanto, los abrazos con el repudio, la corrupción con la justicia...y la facilidad con que se puede pasar de un polo a otro, sin una alteración dramática del orden normal; descubrió que no hay truco, ni engaño y comprendió que todo puede convivir con su contrario, como la música con los silencios.




miércoles, 15 de mayo de 2013

Las dos islas




Hay dos islas gemelas flotando en el océano, separadas diez o doce leguas de mar; una distancia imprecisa, porque parecen acercarse poco a poco a través del tiempo, como si de dos floridas balsas se tratase.
En el cuaderno de bitácora del Almirante, quedaba constancia de su existencia a quince o veinte leguas al Sudeste de su punto de partida, por lo que los marineros no alcanzaron a verlas con los ojos, y tampoco pudieron señalar la derrota, que los indios aborígenes de la zona les indicaron.
Cabía la certeza de que estaban habitadas. La isla Matinio únicamente estaba poblada por mujeres y Carib era la isla de los hombres.
El Almirante escribió en su diario de abordo: "En cierto tiempo del año, venían los hombres de Carib a la isla de Matinio a ver a las mujeres.
Si parían niño, enviábanlo a la isla de los hombres y si niña, dejábanla consigo".
Pasado éste tiempo, los hombres tenían prohibido permanecer en la isla Matínio y debían regresar a Carib solos, sin llevar mujer alguna en sus rudimentarias canoas.

Uno de aquellos indios de nombre Chacao, como el gran Hércules americano, tenía un hermoso cuerpo y su pelo estaba adornado con plumas de papagayo. Chacao quiso quedarse con Yavira, el día de la despedida. No quería esperar hasta el próximo tiempo para volver a visitarla, por lo que había comenzado en la construcción de una canoa pequeña que escondía entre la restinga y los manglares.
Sabía que de no regresar con los hombres a Carib, jamás podría volver a pisar la isla, pero también sabía que no podría quedarse en Matínio porque las mujeres no se lo permitirían.
Pero había oído hablar a los ancianos caciques, de una tierra al Noroeste que se elevaba sobre el azul del océano como una montaña surgida de las aguas, toda de roca tajada a la que los cristianos llamaron
Cabo del Enamorado; y que tras él se escondía la boca de un gran río que descendía por hermosos  valles hasta el abra.
Chacao le contó a Yavira sobre todo esto, y juntos elaboraron un plan para salir de Matínio la noche antes de la partida de los hombres, cuando el viento estuviera sosegado y el silencio fuera grande.
Navegarían en su canoa rumbo al Noroeste, alejándose así de las islas gemelas y orientándose por las estrellas.

Por la mañana, los hombres lo echaron en falta y lo buscaron por las casas y rincones de la aldea, hasta que decidieron partir sin Chacao, cuando las mujeres hablaron de la desaparición de Yavira.
Hubo rumores de secuestro y otros decían de los embrujos y sortilegios de Yavira para hechizar a Chacao o de hacerlo desaparecer en las aguas.

La única verdad, es que nunca volvieron. Porque el que nada tiene, nada deja; y no regresa el que lleva consigo lo que más quiere.




lunes, 13 de mayo de 2013

Camino de Burgos

       Burgos, Foto: Guillermo Celada Rodriguez


Desde lejos me encamino a Burgos. No hay un sendero trazado desde donde me encuentro, quizás una ruta hacia otro destino se aproxime o pase de largo por esa ciudad anclada en la historia. Pero si pudiera ver mis propias huellas en relieve, daría con el camino que he cruzado tantas veces, para volver, para regresar a mi utérica tierra, donde los aromas, los cambios de estación, el dédalo de sus callejuelas y sus costumbres; son familiares y permanecen grabadas en lo más antiguo de la memoria.
Por mucho que cambie una ciudad, si ha recogido tus primeras lágrimas, los primeros anhelos, si te ha enseñado a sufrir y a reír, si recoge el rincón del primer beso y las primeras frustraciones, si ya estaba ahí cuando tus ojos se abrieron; nadie puede ignorarla, por mucho que en ella te hayan traicionado.
Uno de los castigos más severos que se imponían en el pasado era el destierro. Prohibir el regreso de alguien a su casa y a la tierra de sus antepasados. Precisamente en Burgos se erigió un monumento al desterrado, condenado a vivir y morir en tierras extrañas.
No es nostalgia del pasado, es agradecimiento, desprecio y olvido, tan atractivas unas cosas como otras, aún pareciendo una cruel ironía. Le debo tanto a Burgos, como Burgos me debe a mi, he pagado mis deudas con lágrimas y he perdonado el dolor que me ha infligido. Me ha dado el sol de mil domingos y la dura  perseverancia en la lucha, de mi estirpe.
Una ciudad que desprecia el triunfo y te abandona en el fracaso, pero entre sus gentes frías, de pensamientos invernales, encontré buenos y leales amigos con los que compartir el calor del ingenio.
Por el paseo del "Espolón", bajo un túnel de huesudos plátanos falsos, se desplaza la vida con la lentitud de los bueyes;  curas jubilados de teja y sotana, poetas solitarios, funcionarios escapados de la rutina, peregrinos de concha y cayado; lo atraviesan a paso lento.
Cerca del río lloran los sauces sus lágrimas verdes hasta "la isla" donde se encuentra el estanque de los faunos y las sirenas.
Las campanas de las torres, parecen congeladas en el tiempo y sus chapiteles y filigranas se yerguen como carámbanos inversos, porque el invierno es continuado e inhóspito en éstas tierras del norte.
En Burgos, más cerca del cielo que del mar, aprendí a amar el azul de los días y lo profundo de la noche. Descubrí la verdad de la vida entre sus absurdas contradicciones y me perdí en los laberintos de las calles flanqueadas por viviendas innobles.

El camino será largo y frío el recibimiento, como frías son sus calles, sus noches y frías sus soledades.
Pero hay un magnetismo en todo esto, como una fatal atracción, con una eterna esperanza de querer volver a vivir lo vivido, que hace amar lo imposible y seducen sus secretos, como algo desconocido.





domingo, 12 de mayo de 2013

Fábulas del otro lado del charco.




A este lado del charco, hay un mundo azul claro, iluminado por la luz del día, por la verdad, por la esperanza, donde brilla el amor y la calma, las palabras amables, el orden, la belleza, el equilibrio, la limpieza y en los cuentos se escucha el canto de las sirenas.
Al otro lado del charco, hay otro mundo azul oscuro, tenebroso y frío, con un cielo nocturno agujereado por millones de estrellas que dejan ver la luz como una ventana cerrada por una cortina vieja; donde habita el rencor, la crueldad y la violencia, donde se confunde la corrupción con la justicia.

Pero no hay una línea clara, ni una marca que separe a los dos azules como el horizonte marino, sino que se funden, se superponen  sus reflejos en el charco y se mezclan de tal manera que resulta difícil mantenerse solo en uno de ellos. Ni tan siquiera los bordes están definidos, El perímetro del charco se puede circundar o sobrevolar en poco tiempo cambiando fácilmente del azul claro, al azul oscuro más profundo y atractivo, y viceversa.
De cualquier forma, se trata de sobrevivir simultáneamente rodeado por las aguas claras y bucear en la oscuridad que esconde los enigmas de la vida.

Cada año, al menos una vez, sobrevuelo ese azul indefinido, como un mapa del cielo que cambiase con las horas. Me dispongo para el cambio, para defender lo que en este lado desprecio, cuando desde el lado oscuro de la ignorancia se ataca la ética y las costumbres del otro lado del charco, de forma indecente.
No dejo nada mas que tiempo y algunos recuerdos, que insisten en acompañarme.
A medida que se acerca el día, ordeno mis cosas, como borrando las huellas que el tiempo vivido hubiera dejado en éste lado del charco.
Me fascina la idea de un retorno imposible a lo inolvidable, a los días frenéticos de subsistencia emocional, a las noches de vino y abandono, a las ruinas del pasado, a la lentitud de la lejana infancia.
De alguna imprecisa manera, es como vivir el futuro que se erige sobre el temor a una degeneración, a una vuelta atrás, según las nuevas circunstancias, en que todos los esfuerzos por mejorar y salir de una situación que otros veían incómoda; hubiesen sido baldíos.
La idea de recomenzar siempre es algo sugestiva. Aún recuerdo una frase escrita en la pared: "Es más fácil tener un hijo que resucitar a un muerto". Pero a pesar de lo lapidario de la frase, encierra la seducción de lo difícil.
Cuando llegue la hora, dejaré que el agua bañe mi cuerpo sumergido en ese azul cristalino, confuso, de éste charco sin lados y sin orillas, pero que desde donde quiera que esté, siempre sabré que más allá, hay un sitio que me espera.

sábado, 11 de mayo de 2013

Guión para el crotometraje de Nacho Rivera Granell "LA BODA"

Ni una nota, ni un mensaje en el teléfono. No podía ser que  hubiera desaparecido, así, por las buenas. No era su estilo, siempre fue educado, detallista hasta con la gente que apenas conocía. Ésta boda era su ilusión más que la mía. Yo me hubiera conformado con seguir con la relación de amistad y de cariño que desde siempre nos había unido. Pero cuando cambiaron los tiempos y en función de una seguridad emocional, se abrió la posibilidad de regular la situación de cara al futuro y fue él quien me propuso el cambio de estado civil.
Pero ahora, algo habría cambiado en su mente, para decidir no presentarse. Siempre fue frágil y voluble en sus decisiones y mi misión era mantenerlo en ese equilibrio inestable cuando le asaltaban las dudas. A cambio él alejaba mi soledad, ofreciéndome su cariño incondicional, hasta el punto de necesitarnos mutuamente como dos imanes de polos diferentes que se buscan para fundirse en una sola pieza.
Él reconocía nuestra relación en los libros que leía. Continuaba  viviendo en un mundo de ensueño y decía que yo era quien le guiaba por los senderos de la razón. Decía que él era Don Quijote y yo Sancho, y que no se hubiera escrito el libro si faltase uno de los dos.

El destino nos había unido desde muy pequeños, cuando sus padres alquilaron el piso de enfrente de la casa donde yo vivía con mi familia. Cuando le dejaban días enteros en mi casa porque sus padres tenían que viajar por razones de negocios y compartíamos la habitación y la cama. Él me contaba sus sueños como si los hubiera vivido, y yo sabía que eran inventados pero me gustaba su forma de contar las historias y nunca puse en duda sus excéntricas afirmaciones.
Crecíamos a la vez, su padre nos medía de pie, contra un listón reglado que tenían en el pasillo de su piso, aunque yo hacía trampas elevándome sobre las punteras de mis zapatos.
Fuimos al mismo colegio durante años, y se alternaban nuestros padres para recogernos a la salida y llevarnos de vuelta a su casa o a la mía.
Llegó un día en que se bifurcaron nuestros caminos como Siddhartha se separó de Govinda al encontrar a Buda. Quiso experimentar buscando el sentido escondido de la vida, porque se hacía muchas preguntas, y pensaba que las chicas le darían la respuesta. Pero pronto se dio cuenta de que la amistad y la confianza, que había crecido día a día entre nosotros, no podía ser suplantada por libinidosos escarceos.
Nunca olvidaré el día en que volvió a mi, con lágrimas en los ojos, suplicando que le perdonara por algo que yo no comprendí, pero que le hacía sentirse culpable de su abandono.  Había conocido el sexo sin amor y le había vaciado las entrañas en la adolescencia. No era suficiente, para colmar su búsqueda de experiencias y todo le dejaba insatisfecho. Por eso había vuelto, al calor de la confianza, a la paz que decía, que yo le infundía en el alma.
- Eso tiene un nombre.- eso es amor.- Le dije desde el fondo de mi corazón y se abrazó a mi y yo le abracé sintiendo un estremecimiento que brotaba desde lo más profundo de su cuerpo hasta despertar en mi el antiguo deseo de besarle.
Él me enseño lo que las chicas le enseñaron, porque para mi fue el primer beso de amor y él fue mi maestro. Aprendí de sus fantasías, de los movimientos de la lengua y de los puntos del cuerpo que hasta entonces no había sentido. Como si me hubiese presentado a un ser desconocido que habitaba en mis adentros y yo nunca hubiera conocido sin su ayuda.
Aquel día inolvidable, sentados en la arena de la caleta y con la música de fondo de las olas que rompían suaves en la playa, nos juramos que nunca más volveríamos a separarnos. Que nada conseguiría apartarnos al uno del otro y seguiríamos unidos más allá de la muerte.
Pero cuando me miró directamente vi una sombra de duda en sus ojos iluminados por la luna.
 Quizás algo de esa duda se había ido posando en su interior y permanecía ahora en su corazón y en  sus incansables pensamientos que daban tantas vueltas a las cosas más sencillas, siempre analizándolo todo a su manera, buscando razones sin encontrar respuestas.
Quizás por eso no se presentó en el juzgado de paz donde debía celebrarse la boda y había desconectado el teléfono haciéndose ilocalizable.
No quiero aventurar ninguna hipótesis que justifique el disgusto y la vergüenza de todo lo que hoy ha ocurrido, pero es inevitable pensar en que algo malo le habría sucedido, mientras dejé el chorro tibio llenando la bañera y me desnudé.
Apenas se sumergíó la mitad de mi cuerpo en el agua humeante, sonó el teléfono y salté fuera de la bañera empapándolo todo. Reconocí a su madre a través de la voz temblorosa del auricular, subí el volumen para escucharla desde el baño y a cada una de sus palabras se iba llenando de lágrimas la bañera.- "La policía ha venido a casa, nos han informado del accidente y ahora debemos acudir a identificar a nuestro hijo al depósito de cadáveres".- dijo la voz tambaleante del teléfono.
No tengo fuerzas para seguir escribiendo ésta confesión, el agua se ha ido tiñendo de rojo y me invade una paz absoluta, no siento dolor alguno aunque las venas de mis tobillos están abiertas, solo puedo decir:
Espérame, me voy contigo.






miércoles, 8 de mayo de 2013

El soldado (XIII)


                                                     Invierno

Aún no había amanecido cuando Robert Collins de la mano de María alcanzaron la casa, que les había facilitado un contacto, a las afueras de la ciudad, donde el suboficial se cambió el uniforme por una ropa de calle  que le quedaba pequeña. María llevaba una falda larga azul que le hacía más esbelta, pero decidió probarse unos pantalones de hombre que le resultarían más cómodos para el largo viaje que les esperaba. Se miraron un instante entre el trasiego de las ropas y estallaron en una carcajada al unísono mientras se contemplaban mutuamente.
Hacía frío en aquella casa apartada, expuesta a los cuatro vientos y los pezones de María se marcaban duros bajo la blanca blusa. Sintió cómo los ojos de Robert le acariciaban los pechos y se acercó lentamente hasta sentir su aliento. En dos segundos eternos se disparó el deseo, las lenguas se enredaron hasta confundirse en su ir y venir, ella se abrazó a su cuello y notó los brazos de él alrededor de su cuerpo como enredaderas trepando por los álamos del río.
Se tendieron en el catre, cubiertos bajo el capote y compartieron el calor de los cuerpos desnudos, hasta que el amor los dejó exhaustos.
Por todas las rendijas de esa cabaña aislada, entraba ya la luz del día. Apenas habían dormido un par de horas pero habían soñado juntos tantas cosas, que no cabían en tan corto espacio de tiempo.
Ella soñó con los dioses griegos del jardín de las estatuas, a todos los daba un beso y todos con la misma cara, bajaban de sus pedestales para bailar una danza, Ares dejó su espada para abrazarla,  le siguieron Hermes y Poseidón que le regaló dos caracolas marinas. Iluminada por un rayo, bailó con Zeus y vió en los ojos de Juno una escena de celos.
Él soñaba con una extraña batalla, disparaba con su bombardino ráfagas de notas aladas que se posaban sobre el enemigo como palomas blancas. La trinchera era un pentagrama en el que se enredaban los obuses de un fagot que no explotaban. y los alambres de espino eran las cuerdas de una guitarra.
Cuando Robert despertó, desorientado exclamó:" ¡El bombardino!" y se apoderó de él el deseo de volver a su casa a recuperarlo. Pero María no tuvo que insistir demasiado para quitarle esa idea absurda de la cabeza. Ya debiera de estar cerca el vehículo que tendría que recogerlos.
Se acercó Robert a la ventana y entreabrió un cuartillo, una llamarada de luz se estrelló en sus pupilas, pero todo parecía en calma. Por encima del graznido de los cuervos se distinguía el ronquear lejano de un motor.
-Vamos, rápido, salgamos de la casa, tal y como nos dijeron. Tenemos que llegar a la cuneta.- Robert, apresuró a María con la voz apagada.
Esperaron acurrucados en el terraplén hasta que la camioneta de la pescadería se detuvo y saltaron bajo el toldo. sin mirar si quiera, quién la conducía.
Pasaron el primer control de policía sin problemas. los agentes se asomaron por la parte de atrás pero las cajas de pescado que los cubrían, apestaban y no las movieron.
Dos horas más en dirección norte y la camioneta se detuvo en un cruce. María debajo del pescado apretó la mano de Robert cuando oyeron ladrar a los perros. Se escucharon risas de hombres que bromeaban y uno de ellos con una boina calada hasta las orejas y una bufanda de borra atada al cuello, que le cubría la nariz y la boca, descargó dos cajas de pescado y se las entrego a los carabineros que sujetaban los perros. Luego arrancó la camioneta y se oyeron saludos amables de despedida.
Debieron cruzar por un sinuoso y empinado camino de montaña, porque los pescados saltaban sobre los amantes como si estuvieran vivos.
La policía detuvo la camioneta en la bajada hacia el puerto pesquero y de nuevo el hombre de la boina removió dos o tres cajas de la parte de atrás dejando un zapato de Robert al descubierto.
-¿Qué es eso? preguntó un agente que vigilaba los movimientos del hombre.-
-Ah, está ahí! dijo el de la boina como sorprendido, mientras sacaba el zapato del pie de Robert y añadió.-Creí que lo había perdido.-
-Con razón atufa el pescado - respondió el policía haciéndose el gracioso.
Al fin, dejaron al vehículo seguir su camino hasta el puerto.
-Ya están a salvo.- fueron las únicas palabras del hombre de la boina y la bufanda, cuando entregó a María dos pasajes para el Ferry que debía cruzar el estrecho. La camioneta giró media vuelta alrededor de la pareja y salió un zapato por la ventanilla faltando poco para atizarle en la cabeza del ex-soldado.
-¿Papá...?.- Se preguntó María en voz alta, frunciendo el ceño y ladeando la cabeza.
Robert le pasó el brazo sobre los hombros y ella le tomó por la cintura y se alejaron caminando juntos  hacia el barco dispuesto para zarpar.


FIN
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martes, 7 de mayo de 2013

El soldado (XII)


                                                    Sabiduría

Se había posado la bruma sobre la ciudad. La luz del sol se difuminaba tras los estratos bajos que, como una bóveda traslúcida cubrían el horizonte.
El jurista militar, un viejo almirante de graduación, se presentó antes de lo previsto en la comandancia, donde le fue entregada una cartera con los cargos sobre el subteniente Robert Collins y los ocho soldados que lo ayudaron.
-Quiero que trasladen a los detenidos al gobierno militar esta misma noche, pero antes quiero interrogarlos por separado. El consejo de guerra será mañana al amanecer, en la sala de banderas del gobierno militar donde se dictarán las sentencias.- ordenó el viejo jurista.
Al atardecer, cuando el cielo pintaba de azul los tejados y las pesadas sombras de los edificios, el jurista descendió a las mazmorras para entrevistar al subteniente R. Collins. Ordenó a la guardia que esperaran fuera de la celda y al entrar se quitó la gorra tachonada de estrellas.
-¡¡Luca!! ¿de dónde ha sacado ese uniforme? dijo Robert al reconocer de inmediato al padre de María.
-Shhhhsss... es del almirante Sants, alguien se lo llevó cuando saquearon su casa. Ahora escúchame, en silencio. Todo está preparado, la población entera está con vosotros, no olvidan la ayuda y los alimentos que tu les has regalado, hasta los niños colaboran haciendo guardia en cada esquina, también María te está esperando.-
Luego, con voz susurrante, le explicó el plan de fuga que se llevaría a cabo esa misma noche, y se despidieron.
Entrada la fría noche, las estrellas tiritaban como candilejas en un oscuro teatro. El convoy que transportaba a los prisioneros, escoltado por una unidad motorizada, atravesaba la ciudad por las calles vacías que relucían a la luz de los faros de los automóviles. A la altura del Café Lombardo alguien descargaba un camión aparcado, pero al paso del destacamento, rodaron sobre la calzada, cuatro grandes barriles de cerveza impidiendo el paso. Una camioneta de pescado, cortaba la carretera por detrás. Cuando los soldados de escolta saltaron de su vehículo, fueron reducidos inmediatamente  por un centenar de gentes que, como fantasmas aparecidos de repente, liberaron a los prisioneros sin disparar un solo tiro.
Robert, según lo previsto, fue conducido hasta el jardín de las estatuas donde le esperaba María.
Entre Eros y Selene se abrazaron sin poder contener la emoción. Desde lejos, Zeus les observaba con la mirada petrificada, apoyado sobre un rayo de mármol blanco.




lunes, 6 de mayo de 2013

El soldado (XI)


                                                       Agua

Después de los fusilamientos, la ciudad entera parecía sumida en una paz azul y un silencio, más propio de un cementerio, las calles estaban desiertas antes y después del toque de queda. Se podía oír el rumor del agua contra las piedras del río desde la distancia. Hasta las campanas de la catedral habían enmudecido por orden del gobierno militar.
Cuando había movimiento de tropas, eran observados por centenares de ojos tras los visillos de las ventanas y patrullaban por las calles convertidas en vertederos.
El almirante Sants y su esposa habían dejado la ciudad cuando se descubrió el cadáver de su hijo destazado como por obra de un matarife. Pero dejó la orden de fusilar a cualquier sospechoso por lo ocurrido. Así mataron al joven barbero que vino del sur y acababa de instalarse en la ciudad, a un maestro de secundaria que enseñaba historia en el instituto y a varios obreros que encontraron en el Café Lombardo jugando a las cartas. Rudy se salvó por los pelos al proporcionar cerveza y licores gratis a la soldadesca, y mantenía el bar abierto a los escasos y solitarios clientes que se acercaban.
Durante las primeras horas del día circulaba un camión del ejército escoltado por una patrulla que se detenía en los portales y en los pocos comercios abiertos que quedaban y nadie sabía qué o a quién se llevaban. Los soldados de la patrulla apartaron a unos niños que rebuscaban entre los desperdicios algo de alimento y arrojaron unas cajas de cartón al montón de basura.
Cuando la calle estuvo despejada de militares, volvieron los niños al muladar y descubrieron con alborozo las cajas repletas de comida, embutidos, quesos y golosinas, con lo que llenaron sus bolsillos porque no podían con el peso de las cajas.
Cada noche el subteniente Robert Collins, cargaba sigilosamente el camión en el economato militar, para hacer el reparto de la mañana con un pelotón de hombres de confianza a sus órdenes.
Pasó un mes entero repartiendo alimentos entre la población civil antes de ser descubierto.
Inmediatamente fue detenido, acusado de sedición y robo a las fuerzas armadas y sometido a un consejo de guerra. Quedó recluido en una celda de la comandancia, a la espera de la formalización de los trámites y de un jurista militar que llegaría de una ciudad próxima. Nunca nadie antes, vio más claro su destino.










domingo, 5 de mayo de 2013

El soldado (X)

                                     
                                                     Fortaleza


Robert llegó a la ciudad al caer la noche pero con tiempo suficiente para instalarse en su casa, frente a la tienda donde trabajaba María. Abrió el balcón y se asomó a la calle vacía contemplando el cierre metálico de la mercería. En el oscuro mar del cielo temblaban estrellas azules como las casas encendidas de la costa, vistas desde un velero.
Colgó el uniforme y la pistola en el armario, abrió la caja de su bombardino, que tanto tiempo le había esperado en silencio y le dijo en voz baja: "Perdóname si te he sido infiel con el instrumento del ejército, pero solo tu eres mío", luego, el cansancio le cerró los ojos.
Por la mañana, salió al balcón y se dijo: "aún es pronto", pero bajó a la calle a comprar el pan y la leche y se extrañó de ver también cerrada la lechería. Pensó que había llegado la escasez hasta las tierras altas del norte por motivo de las revueltas y esperó a la hora en que debieran de abrir la mercería para dar una sorpresa a su querida María.
Pasaron las horas y empezó a preocuparse, no quería aventurar ninguna posibilidad y se dirigió al Café Lombardo, donde tiempo atrás iba a tocar con su pequeño combo de jazz y donde siempre le trataron bien. Saludó a Rudy, el dueño, que trabajaba en la barra y a algunos conocidos, pero notó cierta frialdad en las relaciones que antes fueron amistosas.
Después del desayuno, se encaminó con paso decidido al apartamento donde vivía María con su padre.
Inspiró dos veces antes de llamar a la puerta que se entreabrió bloqueada con una cadena de seguridad asomando la cabecita de María.
-¡¡Robert, qué sorpresa!!, gritó la muchacha abriendo la puerta de par en par y saltando a sus brazos.
- ¿Estás bien?, ¿qué te sucede?, añadió con los labios muy cerca de la oreja del soldado.
-Yo estoy bien. ¿y tu?, me han contado todo lo que ha pasado, vengo del Café Lombardo.
-Sí, ha sido horrible.- dijo ella separándose de él y mirándole directamente a los ojos.
-¡Ahora cuéntamelo tu!.- dijo Robert alzando el tono y alcanzándola de lleno con una bofetada que hizo tambalearse a María y añadió. -"Dame las gracias por no haber traído la pistola, he pensado en tí día y noche en todo este tiempo, aferrándome a tu recuerdo como un náufrago a una tabla y tu...poniéndome los cuernos con un marinero bastardo...es una pena que esté muerto, porque yo mismo le hubiera matado si lo encuentro...en el Café me han insultado riéndose de mi como de un cornudo apaleado".
María se desplomó llorando a lágrima viva en un rincón de la entrada.
-¿Que pasa aquí?.- preguntó el padre acercándose a duras penas y al ver a María llorando en el suelo se dirigió al soldado: -" Salga ahora mismo de esta casa".
-Lo siento, nunca más volveré a molestarles.- repuso Robert y salió.














sábado, 4 de mayo de 2013

El soldado (IX)


                                                        Otoño

Cada tarde, después de cerrar la tienda, María iba al Café Lombardo a encontrarse con Daniel y saber si había cartas de Robert. La clientela era familiar, gente del barrio, algunos estudiantes y obreros que aún conservaban sus trabajos. Daniel se vestía de paisano durante todo el tiempo del permiso que ya se terminaba, para no despertar la animadversión latente entre la gente hacia los uniformes.
Aquella noche negra, cuando volvía de acompañar a María, saltaron sobre el guardiamarina, tres individuos que consiguieron reducirlo en poco tiempo y lo introdujeron en una camioneta con el motor en marcha que desapareció en el tupido manto de la noche.
Por la mañana cuando la vieja abrió la mercería seguida de María, recogió un sobre que alguien puso bajo la puerta en el que se leía: María Rolls.
-Por fin una carta para ti!.- dijo la dueña, entregando el sobre a María, que lo abrió temblorosa.
-"Mira en la papelera de enfrente de la tienda. Hay algo que conoces bien, zorra, y dile a tu amigo el almirante, que ponga en libertad a todos los combatientes que han apresado en la ciudad, antes del sábado, o también recibirá otros regalos de su cadete".
María salió espantada de la tienda y recogió de la basura una bolsa sanguinolenta y reseca que contenía el pene seccionado de Daniel.
Dos hombres ayudaron a la anciana a meter el cuerpo sin sentido de la joven dentro de la tienda y rápidamente la noticia se extendió como una epidemia por toda la ciudad. La policía se incautó de la bolsa y la nota y dejaron una citación a María para declarar cuando recobrase el conocimiento.
No hizo falta una notificación especial al almirante Sants, porque a las dos horas de lo ocurrido alguien se lo dijo de viva voz.
El ejército permaneció en una calma tensa, solo la policía siguió con sus pesquisas en silencio para no infundir sospechas. Todo el pueblo hablaba de lo ocurrido entre susurros y sospechando unos de otros.
En los días que siguieron se presentaron varias denuncias y los sospechosos fueron detenidos y encarcelados y los que ya estaban presos eran torturados hasta hacerles confesar los nombres de sus compañeros de fuera. El viernes por la mañana, un artefacto casero hizo  explosión muy cerca de la residencia del almirante, desprendiendo una llamarada azul y una columna de humo. Aprovechando la confusión del refuerzo que custodiaba el edificio, alguien lanzó un objeto contra los cristales. Era un paquete pequeño que contenía una piedra y un mensaje que decía: "Hijo de puta, tienes 24 horas para abrir la cárcel y soltar a todos los combatientes detenidos y en buenas condiciones" y más abajo, con el tipo de letra inconfundible de Daniel, decía: "Papá, estoy vivo, haz lo que te piden" y estaba firmado con la huella digital ensangrentada del dedo anular amputado por la segunda falange que también se incluía en el paquete.







viernes, 3 de mayo de 2013

El soldado (VIII)




                                                Revolución



Viernes,
María, amor mío.
Tu carta me ha llenado de alegría y saber que estas bien. Espero que podamos mantener la comunicación a pesar de todos los inconvenientes y estoy seguro que tu padre se pondrá bien con tus cuidados.
La situación en ésta parte del país está empeorando. Nos llevan de un lado a otro, de una ciudad a otra, para animar a las tropas armadas, antes o después de de sus crueles intervenciones contra grupos de civiles desesperados. He visto cosas horribles, En todas partes hay colas para conseguir alimentos y la gente se pelea por una barra de pan. Ya ha habido bajas entre los nuestros. Tuve que empujar la camilla con un herido que trajeron al cuartel y vi horrorizado como salían sus huesos por un hombro sin brazo. Estuve varios días sin probar bocado, no sé cómo estos cerdos gordinflones que nos mandan y nos gritan las órdenes, pueden llenar la panza con tanta sangre en las manos. Se escuchan explosiones desde la comandancia y se pueden ver columnas de humo desde mi ventana.
Me pregunto si allá lejos, en el norte, las cosas están mejor y si un día, no muy lejano, podremos bailar juntos, como dices. Me faltas tu y me sobra todo lo demás. No pierdas la esperanza.
Ésta mañana me han llamado de jefatura y el coronel me ha preguntado si conozco al almirante Sant o Sants, que se había interesado por mi situación y solicitaba mi traslado al norte. Yo no conozco a ningún almirante, pero si un ángel se cruza en mi camino, muy pronto estaremos juntos.
Sigue escribiendo, mi amor, tus cartas me devuelven  la vida que se me escapaba. Sabes que amo la música, pero cuando me aparto del instrumento, una amarga sensación de vacío se apodera de mis entrañas y no puedo dormir, pero sueño con verte.
Te quiero.
Tu soldado, Robert.

El subteniente Collins, cada día esperaba al correo para entregarle una nueva carta, incluso dos o más el mismo día.
Cuando se presentó el joven que recogía la correspondencia, de dijo con una sonrisa familiar.- Mi subteniente, creo que si aguardase al fin de semana, podría poner todas las cartas en el mismo sobre y se ahorraría mucho dinero en sellos!.-
-Tú encárgate de que las cartas lleguen a su destino y en traer rápidamente las que me envíen.
-El destino es la oficina 87, señor, yo no puedo ir más allá...
-¡¡No me conteste, soldado, Fuera!!.- Gritó el subteniente en un acceso repentino de cólera.
Aquella tarde, a la hora azul, cuando la luz mortecina del patio del cuartel trataba de imponerse a la luz natural de un sol que se despedía, recibió un despacho para presentarse urgentemente en jefatura a requerimiento del coronel del regimiento.
Se le informó que debía abandonar sus servicios en la banda de música, para incorporarse urgentemente a la unidad del Norte y se le entregó su arma reglamentaria y el pasaje de un tren militar que le llevaría hasta su ciudad de origen.



jueves, 2 de mayo de 2013

El soldado (VII)



                                        Diana cazadora


María escribió a la dirección del Almirante Sants, agradeciéndole su intercesión  por obtener las cartas de Robert Collins y pidiendo una cita urgente con la señora Sants.
Al día siguiente se presentó en la mercería el joven cadete Daniel, cuando estaban a punto de cerrar.
-Me envía mi madre por si necesitara alguna cosa que ella pueda hacer por usted.
-Oh! le estoy muy agradecida, pero ¿podemos hablar en el cafetín Lombardo cuando cierre la tienda?. - preguntó María con su mejor sonrisa.
- La esperaré allí mismo.-
Cuando María entró en el cafetín, Daniel estaba sentado en un taburete alto junto a la barra. Se disculpó por la espera y le dijo.- "Vamos, a una mesa del fondo".- Y cruzaron el local abarrotado a esas horas. Le habló de su preocupación por el subteniente Collins y de su interés porque regresara a la ciudad lo antes posible, preguntando si las influencias de su padre, el almirante, podían hacer algo para traerlo.
-¿Es tu novio?, - preguntó el cadete.
- Bueno...es como de la familia.- respondió María azorada, pero Daniel notó su turbación. Ella apartó los ojos de la mirada penetrante de él y estuvo a punto de echarse a llorar.
-Veremos lo que se puede hacer.- contestó Daniel, tendiéndole su inmaculado pañuelo con las iniciales D.S. bordadas.
La acompañó hasta su casa hablándole suavemente del mar y su belleza, pero evitando referirse a los tiempos difíciles que corrían para los militares, forzados por los acontecimientos a tomar decisiones injustas. Ella lo escuchaba en silencio dejándose invadir por el tono de su voz como un rumor de olas en la playa.
Al llegar al portal, María levantó los ojos que chocaron con la mirada azul celeste de Daniel. Él se dio cuenta que los ojos de María flotaban sobre una línea acuosa, como fragatas a la deriva, y alzó su brazo rodeándola intentando consolarla. Ella se arrebujó en el nido de sus brazos y un estremecimiento imposible de disimular, recorrió ambos cuerpos.
En la penumbra del portal, se fundieron en un beso contagiándose la fiebre de sus labios mutuamente con un inconfundible sabor a salitre.

miércoles, 1 de mayo de 2013

El soldado (VI)



                                                   Verano


Pasaron los tres meses de la Primavera sin noticias de Robert. Asomaba ya el verano, cuando se presentó en la mercería donde trabajaba María, un soldado desconocido con el uniforme azul de la armada.
-¿María Rolls?, soy Daniel Sants, hijo del almirante Sants. Mi madre me ha dado estas cartas para usted.
-Muchísimas gracias, a usted y sus padres.- dijo María emocionada, reconociendo los galones de guardiamarina en la bocamanga del cadete.
-Le llevará mucho tiempo leer tanta correspondencia.- añadió el soldado con media sonrisa.
-No se preocupe, precisamente me sobra tiempo para éstas cosas, gracias otra vez.-
-Si necesita alguna otra cosa no dude en escribir a la dirección de la tarjeta que le dio mi madre. Yo estaré aquí, durante mi permiso, antes de embarcar en el buque escuela.- Y el soldado salió de la tienda con una especie de reverencia hacia María y la dueña de la mercería.
Al leer todas sus cartas, María comprendió la situación de Robert e imaginó que le retenían la correspondencia mientras duraban los conflictos, que parecían no tener fin, pues la radio daba cada día noticias de altercados armados en varios puntos del país, con explosiones indiscriminadas y atentados a oficiales del ejército, por lo que parecían justificadas las represalias contra la población civil.
Inmediatamente, María escribió una carta a la dirección del remite de Robert:

"Robert cariño, he recibido toda tu correspondencia de una sola vez y siento mucho la incomunicación y todo lo que está ocurriendo. Te echo tanto de menos!. Tus letras me han llevado junto a ti y he paseado contigo por el río, he visto los rebaños que te alimentan y he sufrido los calores del sur a tu lado. Tengo miedo de que te suceda algo malo, la gente está enfurecida y apenas tienen recursos de subsistencia. Yo, gracias a Dios, conservo el trabajo en la mercería aunque no sé por cuanto tiempo. Ahora tengo que cuidar a mi padre que está enfermo y deprimido por no encontrar un trabajo y creo que se avergüenza de que sea yo la que lleve dinero a casa.
Me dices que sigues tocando el bombardino, pero a mi me gustaría que otros tocasen para nosotros y bailar contigo muy apretados.
Me haces mucha falta. Sigue escribiendo, mi amor, yo encontraré el medio de que me lleguen tus cartas.
Te amo, María".