jueves, 26 de marzo de 2015

Inteligencia artificial.




Los cambios sociales que se han producido con la invasión de las nuevas tecnologías, ordenadores, teléfonos inteligentes y el crecimiento exponencial de internet; también han modificado el funcionamiento del cerebro, que ahora desecha de la memoria lo que antes era necesario recordar.
Aquellos que antes se consideraban más inteligentes por su capacidad de recordar nombres, fechas o anécdotas a través del tiempo, han sido sustituidos por un clic en Google,
La inteligencia como la capacidad de razonar, analizar y comprender parece extinguirse de la mayoría de los humanos, relegados a ser espectadores pasivos de las nuevas realidades y del exceso de información. Se dan por buenas las noticias más cercanas a nuestras posiciones y no se contrastan ni analizan las fuentes de tales informaciones.
La inteligencia artificial que potenciaba al hombre en su frenética carrera hacia el futuro, ahora lo minimiza, convirtiéndolo en mero receptor inactivo e inofensivo. Una vez anulada la capacidad de análisis de los ciudadanos, los países son dirigidos por las cifras, por nuevos cerebros sin sangre, que no entienden de emociones ni de derechos. La indiferencia se apodera de la sociedad, convirtiendo al individuo en un nuevo modelo de contribuyente pasivo, que seguirá pagando el precio del miedo.

viernes, 13 de marzo de 2015

RETROFUTURO




Estaba sentada en un lapsus, con un libro semicerrado en el regazo. Un dedo entre las páginas indicaba una pausa en la lectura, y la mirada al infinito como si meditase sobre las últimas frases leídas. Me pareció haberla visto antes, dirigiéndose hacia mi o cruzándose despreocupada en mi camino, en una tarde en que el sol caía sobre su espalda, proyectando su leve silueta sobre el asfalto, cuando nuestras sombras se rozaron. Quizás solo lo imaginase o fuese una imagen entre las miles de fotos de desconocidos que circulan en las redes sociales y un capricho o un deseo oculto, hacía coincidir la realidad con el recuerdo.
Nadie puede negar lo que ya ha visto, aunque fuera solo un instante. Así pues, supongamos que es ella; la de la instantánea al borde del mar, la del ocaso sobre la espalda; la dueña de la sombra que rozó mi silueta. Ahora está aquí, mirando el azul entre las nubes, como la estampa de una joven mártir, entre el dolor y el éxtasis. Quizás solo esté su figura biológica, porque su espíritu vaga por los paisajes imaginados de la lectura que interrumpió un suspiro.
¿Somos invisibles los unos para los otros?. Somos náufragos mirando al horizonte ansiando ser salvados, sin ver la legión de otros náufragos que desfilan ante nuestros ojos con las mismas esperanzas. Somos un mensaje de socorro en cada una de las miles de botellas que arrastra el mar de la indiferencia. Somos esos con que los otros sueñan y no reconocen cuando nos encuentran.
Pareció querer levantarse, lentamente como si levitara, como si el hecho de ponerse en pie fuese una acción del futuro hacia el que se encaminaba indiferente. Al primer paso, vi desprenderse de su libro un papel, una nota que cayó a mis pies y recogí rápidamente para entregársela. Pero no pude evitar leer el contenido: "Decídete!, ¿A que esperas para abordarme?"





miércoles, 4 de marzo de 2015

NUEVA VIDA




Se podría decir que era un recién nacido, apenas hacía dos semanas que salió de la barriga de su joven madre. Inspiraba esa ternura que desprenden los cachorros de cualquier especie a los ojos de quien los contempla. Agitaba sus manitas rosadas, sin sentir el tiempo, pero como queriendo atraparlo.
La mirada de la madre parecía querer ver su propia imagen en el semblante de la criatura, como si los genes se percibieran a simple vista. El padre contemplaba incrédulo el misterio de la vida, pero con un sentimiento de orgullo por su primer hijo.
Habían enmudecido todos los pensamientos, quizás porque se avecinaban demasiado rápido para ser expresados y se resumían en sonrisas complacientes.
Yo nunca pensé tener un hijo que se pareciera a mi, y mucho menos si se pareciese a otro, pero no se si disfruté imaginando por un instante que yo fuera el padre, mientras veía el futuro insospechado de ese infante, creciendo y aprendiendo lentamente como todos los que un día llegamos al mundo. Tuve la conciencia de hacerlo existir, de ser el creador de una vida independiente, de algo separado de mi, que ya no me pertenece.
El mundo verdadero es el que imagino, donde construyo los sueños en los que habito, cuando camino por los senderos que yo mismo he creado, con más relevancia y precisión que cualquier carretera diseñada por el mejor ingeniero. Siento que no pertenezco a la  vida, a la vida de los que se justifican defendiendo la reproducción como ley de vida.
Ahora voy con ese pequeño compañero, totalmente ajeno a mi, pero respirando el mismo aire y sin prestar demasiada atención al hecho de estar vivos los dos, disfrutando de la frescura de un nuevo día.
Quizás vuelva a verle pronto.