miércoles, 14 de septiembre de 2011

La Enferma

He conocido a una enferma. Aparentemente se encuentra perfectamente y su comportamiento es normal en una mujer atractiva que viste modelos exclusivos de Oscar de la Renta.
Nadie que la tratase se daría cuenta de su enfermedad, dentro de lo que puede significar una personalidad algo excéntrica y muy llamativa para algunos. Siempre con una sonrisa de perfecta dentadura.
Ni yo mismo me hubiera percatado de que algo no funcionaba en su interior aún después de compartir  confidenciales secretos, hasta que una noche, después de una opípara cena entre las columnas del Alain Ducasse de Manhattan, me invitó a subir a su apartamento en el Sky House condominium. Desde los amplios ventanales se podían contemplar los míticos rascacielos de New York y una majestuosa perspectiva del río Hudson. Podía uno pasarse las horas muertas contemplando el movimiento incesante de "la ciudad que nunca duerme" como quien mira extasiado el fuego delante de la chimenea.
Después de un silencio reparador y una botella de Pinot Noir, tuve la emergencia de usar su cuarto de baño donde empecé a notar que algo era diferente.
Al principio pensé que eran los efluvios del vino los que distorsionaban mi imagen en el espejo, pero no estaba tan ebrio para darme cuenta de que eran unos espejos con cierta curvatura cóncava, que reflejaba una imagen más estilizada, del tipo de los espejos mágicos de las ferias. No lo dí demasiada importancia si no fuese porque mi curiosidad me llevó a investigar otras cosas, que para un hombre son misterios, en el cuarto de baño de una mujer. Inconscientemente me subí a la báscula y vi con sorpresa que había bajado unos doce kilos desde la última vez que me pesé. Pero enseguida comprendí, que la báscula había sido manipulada y que indicaba un peso notoriamente inferior al peso real.
Yo seguia curioseando entre los cientos de frascos, drogas y potingues que había, en aparente desorden, en cajones y estanterías, cuando ella empujó la puerta que yo no había cerrado y me preguntó con ironía mal disimulada: ¿Vas a hacerte la manicura a estas horas? …........

4 comentarios:

  1. Conozco de cerca enfermas como esa e incluso llegan a contagiar la enfermedad. Es difícil lidiar con ello, hoy cada día más.
    Besos

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  2. Corregido queda, gracias por el toque, no me había dado ni cuenta.
    "Cometer un error y no corregirlo es otro error"
    Confucio.

    Besos

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  3. ¡Que triste es ser una mujer atractiva y enfermar así!, ¡mierda de cánones! ojalá llegue un tiempo en que las mujeres no nos sintamos con la necesidad de ser delgadas, de estar bien todo el día.
    Si quieres puedes pasarte por mi blog y opinar, ya sea bien o mal.
    http://lairaconira.blogspot.com/
    1 beso combustionado.

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  4. Tu relato profundiza en el personaje ausente a través de los misterios de un cuarto de baño, cosa oportuna. Siempre he entrado poco en cuartos de baño ajenos, como si temiera desvelar secretos. Desde ahora procuraré hacerlo más. Cerrando la puerta, claro.

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