martes, 6 de septiembre de 2011

Vivir en tiempo real

Cada mañana hacía autoestop en la animada carretera que llevaba directamente al trabajo en la isla.
Levantaban el ánimo estos cálidos amaneceres de los mares del sur, con el aroma húmedo y dulzón de las plantas tropicales que nunca supo identificar.
Pronto se detuvo un auto guiado por una mulata de deslumbrante sonrisa que le invitaba a subir y así lo hizo. En el corto trayecto conversaron animadamente y al despedirse le regaló una bolsa cargada de zikak, una fruta de la isla de color rosáceo por fuera. - ¿a qué sabe? - le preguntó él ...- a zikak- respondió la chica y añadió riendo..-¿a que sabe una naranja? ... no sé decirte ... es dulce, tienes que aplastarla un poco con los dedos, el interior es blanco cremoso y tiene una pepita algo más grande que una oliva, tienes que probarla y sabrás más.- y allí mismo le dió un bocado a la fruta mientras el coche se alejaba en el polvo. Era un sabor desconocido de una baya que raramente se encuentra en los exigentes supermercados occidentales donde se exponen frutos transgénicos bañados de cera y con aspecto inmaculado. Pero en la isla, la fruta es algo mágico que cambia de color y de tamaño a su antojo en el árbol.
Que diferencia con el mundo de papel y plasma de donde procedo- se decía-  donde los paisajes, animales, frutas, y viajes, se ven en solo 2 dimensiones, en fotografías o en películas. Los paisajes no vienen en los mapas, hay que descubrirlos y en las fotos no se siente el olor del aire ni el sonido de los torrentes. Puede ser que cada vez estemos mas alejados de la naturaleza.
A la mañana siguiente, salió a la carretera medio adormilado aún, después de dejar hermosos sueños entre las sábanas. Enseguida paró un panadero, tenía un olor delicioso en la furgoneta. Eran las 7:30 pero ya había terminado su jornada de trabajo, se había levantado a media noche, estaba contento por tener todo el día por delante, sin prisas hasta el anochecer. Hablaba con una alegría contagiosa y decía que la isla era mágica porque plantabas una semilla y crecía y crecía sola y daba gracias a la tierra y al sol y a la lluvia por relacionarse tan íntimamente.
Por las tardes le acercaba a la casa, en su coche, un compañero del trabajo. En el trayecto hablaron del zikak y de otras plantas de las que solo recuerda el nombre pero no sabría cómo escribirlo. Pero al conductor solo le interesaban aquellas de las que se podría obtener un licor de los que nublan el entendimiento, y eran muchas.
Al llegar a casa se despidieron y se dió cuenta de haber olvidado las llaves en el asiento del coche.
Rodeó la casa y comprobó que alguien había destrozado la ventana de la cocina para colarse dentro.
Estaba todo revuelto aunque poco robaron a quien vive con poco... aún así le dejaron el saxo y la concertina y en ese momento le invadió la sensación de estar solo.

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