lunes, 1 de abril de 2013

La erótica de la inocencia (IX)



Hizo las maletas apresuradamente, con poca ropa y algunos de sus libros favoritos entre los que se encontraba "La historia de la Atlántida" que había leído e inventado con y para ella. Se dirigió al norte buscando la casona que había albergado el año anterior los laberintos y misterios de su amor secreto.
Recordaba los desayunos en el jardín orientado al mediodía y la música que llegaba desde la ventana y todos los decorados fantásticos de la representación de la comedia humana, la única que reconocía como "verdadera" realidad. Pero aquella casa ya estaba alquilada a una familia sueca y tuvo que resignarse con un modesto alojamiento en las afueras. Desde allí enviaba frecuentes mensajes a su amada, siempre en un tono de distante respeto y siempre sin respuesta.
No hay nada más preocupante que el silencio, se acelera la imaginación que trata de llenar el vacío que deja el silencio con acontecimientos inesperados o graves sucesos. Para evitar la inquietud que todo esto produce, al cabo de insoportables días de espera, decidió seguir rumbo al norte desde la estación de la última despedida hasta la universidad que sería su nuevo destino.
Se instaló en el campus y buscó el nombre de Sofía Phillimore por todos los archivos y registros que le facilitaron.
Pudo saber que ella había pasado todos los exámenes, pero se enteró de que había dejado de asistir a las clases durante el último trimestre. También le informaron que había abandonado su dirección en el campus al final del curso y no había reservado alojamiento para el siguiente.
La ausencia de señales o de pistas sobre el paradero de Sofía le producían una angustia profunda que trataba de  mitigar entregándose a la escritura del nuevo libro que había dejado apartado cuando la conoció. Un libro sobre la enigmática vida de Jacques Vaché, basándose en las cartas que envió a André Bretón y que éste publico como "Cartas de Guerra". Esta tarea le ocupó los meses restantes del verano, con sus días y sus noches. A menudo despertaba sobresaltado por una nueva extravagancia en  la vida de su personaje y corría al escritorio, buscando las palabras adecuadas, para describirla.
Tampoco dejó de enviar correos breves y concisos a Miss Phillimore rogándole una respuesta y una cita de cortesía, pero el perpetuo silencio le llevaba a pensar que nadie leía sus mensajes, aunque la cuenta permanecía activa.
Sin apenas salir de su apartamento del campus, habían transcurrido los meses de calor, concentrado en sus escritos y la luz azul de los días de paseo, daba paso al siguiente curso.  Preguntó en las oficinas por el nuevo horario, la materia y los libros necesarios para recomenzar su trabajo en la universidad y se interesó por la matrícula de la señorita Phillimore. Le informaron que efectivamente, ella había solicitado el traslado a una universidad del sur, y se lo habían concedido. Era la misma universidad que él había dejado para incorporarse a la que ella estaba cursando sus estudios de arte. Sus caminos volvían a cruzarse sin encontrarse como dos rectas en  planos paralelos.






3 comentarios:

  1. La vida y sus malas pasadas...
    Dos destinos en paralelo y la incógnita de si algún día ese paralelismo pueda truncarse.
    Besos.

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  2. ¡¡¡ajjjj que cruce de caminos!!! eso le spasa por no usar Skype y charlar sobre los planes y deseos...

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