domingo, 22 de abril de 2012

Lo opuesto al sexo






La semana era un desierto con el pequeño y frondoso oasis de los viernes que daba sentido al resto de los días.
Era viernes, se notaba el regocijo estudiantil en las calles y supuso que ella ya habría salido de clase a esa  hora de la tarde. Recordó la dirección de  la casa de su madre y se acercó con el coche al elegante barrio del centro, más que con la esperanza, con el deseo de encontrarla.
Podría dejarlo así, sin necesidad de complicarse la vida pero tampoco tenía una alternativa que no fuera el hastío de la rutina o la soledad.
Aún era de día aunque las farolas comenzaban a ganar intensidad a medida que el sol iba alejándose, la fachada se tornaba azul mientras vigilaba el portal desde el coche. Cuando la vio salir, llevaba una minifalda negra que dejaba ver descender las piernas hasta las altas botas sin tacones  y arrancó  hasta llegar a su altura, se saludaron por la ventanilla y en cuestión de segundos ella entraba en el coche.
Sonrió mientras se abrochaba el cinturón de seguridad, pero no le dijo que había quedado con su gente y se había preparado ante el espejo cuidadosamente para hacer de la noche del viernes un día inolvidable, quizás lo había olvidado ya para adaptarse a un repentino cambio de planes o quizás no pensó en nada más que en dejarse llevar.
Tras las actitudes del tan manido cortejo, inventado para disimular la crudeza de los instintos, de palabras y preguntas huecas de trascendencia, llegaron a la casa de él con el pretexto de una cena casera. Volvió a sonar el Jazz, una trompeta lejana del cadencioso Milestone, mientras preparaba la cena y ella miraba, porque nunca había, ni tan siquiera ayudado en la cocina. Tampoco él se afanó mucho, puso unas platusas que llevaban casi un mes en el congelador con una salsa de pimienta japonesa de bote y una ensalada rápida. Ella apenas comió dos bocados pero no lenvantó la mirada del plato y él notó la distancia.
- ¿Que te pasa? no te gusta el pescado?
- Sí ... pero no tengo apetito.
La invitó a acomodarse en el sofá y al sentarse dejó ver aún más longitud de pierna entre la falda y las botas. Le puso una mano en la rodilla y notó un inesperado estremecimiento como un resorte que le apartó súbitamente.
-No, hoy no...
-Pero ¿por qué no ?
y las miradas se cruzaron hablando sin palabras.
Supo entonces que la insistencia solo llevaría a un desagradable desencuentro de explicaciones y excusas y prefirió el silencio.
-Tengo que irme...
y él no hizo nada para impedirlo.

6 comentarios:

  1. Algunos encuentros también guardan bajo la manga los desencuentros,unos momentáneos y otros para siempre.
    El final lo pone el autor del relato,que para eso es suyo :)
    Besos.

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  2. Que bonito eso de; mas que con la esperanza con el deseo de encontrarla, y despues, que mal, en fin, estaria enfadada por algo...
    Bss

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  3. La vida no es todo sexo, también hay otras cosas, sigo buscando...

    Era broma. Me ha gustado leer un relato que cuenta con menos ficción de lo que parece.

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  4. Tal la cena que brindó él, tal la respuesta de ella...

    Besos

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  5. No siempre se cumplen las expectativas. Parte de la vida.

    Un abrazo.
    Mercedes

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