domingo, 29 de abril de 2012

Dependencia

Foto: Pedro Izquierdo (Guadaloupe 7/5/2012)




Ya era más de media noche. El reloj digital del teléfono cambió su numeración más alta 23:59 por la más baja 00:00, en un instante que pareció morirse el tiempo, como si el corazón de todos los relojes se hubiese detenido en el mismo momento de pasar de un día al siguiente.
La una de la mañana, aún no había sonado el teléfono y empezaba a preocuparse. Algo grave debió suceder para tanto silencio - se decía- No podía ser algo sencillo, como que ella  hubiera perdido el teléfono o el número, o alguno de los pretextos que se suelen usar cuando no se llama, como "me quedé sin batería". Se arriesgó él a llamar a esa hora de la madrugada sabiendo que alguien más que ella podría oír la alarma, pero no hubo respuesta. Contuvo el impulso de salir a buscarla y decidió esperar un poco más. Se acercó a la ventana cuando empezaba a llover, primero con una lluvia fina que hacía más reluciente la noche y al poco tiempo el estruendo de la tormenta arreciaba contra los cristales.
Quizás estuviera aún en  casa de su madre y se quedó dormida esperando una oportunidad para salir cuando todo estuviera en silencio. Sabía que desde allí no podía hablar con libertad y que la opción de "mensajes de texto" había sido inhabilitada por la arpía de su madre.
Él, que fue siempre independiente, odiaba ahora depender de algo tan simple como el teléfono. Del teléfono dependían sus decisiones, su presente y su futuro inmediato, solo de una llamada.
Ella no dependía de su madre, aunque ésta hiciese todo por retenerla a su lado, solo dependía de sus instintos a los que tenía que sucumbir inevitablemente.
Un inmenso fogonazo, como el flash de una foto tomada desde el universo, hizo de la noche día durante una décima de segundo y acto seguido tembló el cielo cargado de electricidad como si se rasgara de arriba abajo. Las luces de la ciudad parpadearon unos instantes antes de sumirse en profunda oscuridad. La lluvia ametrallaba el asfalto cuando corrió a buscar su coche sin encontrarlo.
Calado hasta los huesos decidió llamar a un taxi bajo una oscura cornisa. Los faros de los coches marcaban la carretera como espejismos de un desierto en tinieblas.
Desde la centralita le informaron que todos los operativos estaban ocupados en ese momento debido a la tormenta y que tardarían en recogerlo. Él colgó la llamada y lo intentó en una y otra compañía con similares resultados pero aceptó la demora. Tras una interminable espera contemplando el río en que se había convertido la carretera porque los sumideros se habían desbordado, apareció por fin el taxi abriendo una ola de agua sucia, entró en la parte de atrás chorreando y en medio del gran atasco ocasionado por la lluvia, se iluminó el teléfono.
Era un mensaje de voz. "No me explico que te ha pasado. Te he llamado desde el taxi pero tu linea estaba ocupada. Tampoco estás en tu casa. Vuelvo a casa de mi madre. No me llames ...ya sabes...un beso".

9 comentarios:

  1. Que bella, mojada, atrayente y desesperada historia, Spaghetti. No está bien depender de un teléfono, no señor :) Un placer inmenso leerte, como siempre.
    Un besazo enorme.

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  2. Supongo que cuando nos importa mucho una persona es fácil entrar en paranoia ante la sospecha de que le pueda haber ocurrido algo. Elegante narración. Me ha gustado.

    Abrazo.

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  3. Suele suceder que las esperas nos produzcan una ansiedad terrible,tanta,que se nos vaya de las manos.
    Y produzcan resultados como este que narras tan bien.
    Seguro que el protagonista se echaría las manos a la cabeza de pura rabia.
    Besos.

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  4. Que agonía de noche, aunque a mi me encantan las noches de tormenta.
    Es duro delegar toda la felicidad o toda la vida o todo lo que te hace sentir en calma en una llamada de teléfono o en un correo.
    Es triste...
    Bss

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  5. Hay taxis que solo se toman camino de la tristeza.

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  6. ¡ayyyyyyyyyyyyyyy vaya desencuentro, pobres los dos que mala pata o lluvia!

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  7. Cruce de llamadas que se ahogan en silencios.

    Buen relato.
    Un beso.
    Mercedes.

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  8. Cuando tu me buscas yo no estoy y cuando te encuentro ya te has ido
    Besos

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  9. A veces dependemos mucho de todo lo que nos rodea, teléfono..., etc. Pero de lo que más dependemos es de las relaciones, sobre todo aquellas que no nos ofrecen demasiada estabilidad emocional.
    Un relato inquietante.

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