lunes, 13 de enero de 2014

Sin destino




Vuelve la noche. El sol se retira pronto en invierno y ya hace rato que se ha ido a iluminar la otra cara del mundo, dejándome a merced de las farolas que tímidamente alumbran la carretera semidesierta. Los faros del coche no van muy lejos y estuve a punto de atropellar a un negro que cruzaba la calle en bicicleta. Frené en el último momento, cuando vi brillar los reflectantes de las ruedas y consiguió pasar ileso. Esto me devolvió a la realidad, porque me estaba preguntando que estarías haciendo tu en ese momento, te imaginaba en casa, leyendo quizás, con una taza de esas infusiones de hierbas rojas o verdes secas que te preparas y que ya ha dejado de humear. Veía tu cara azul, iluminada por la luz de la pantalla de tu ordenador, desafiando a las horas más duras de la noche. Te imaginaba cómoda en la cálida atmósfera de tu casa, con las piernas cruzadas y desnudas, abducida por los duendes de la lectura. Te veía tan ausente del mundo que estabas realmente hermosa. De alguna manera, yo también sentía ese aislamiento del mundo en el habitáculo de mi vehículo atravesando las franjas de luz que proyectaba el escaso alumbrado sobre la carretera, mientras pienso en ti, sin nadie que me interrumpa o me exija participar en una conversación que no me interese.
No podías imaginar el error que cometí al confundir una fiesta infantil con el cumpleaños de un adulto, en el que me presenté vestido de payaso y del que regresaba sin sacar los trastos del maletero, haciendo en balde un trayecto de casi 100 Km. entre la ida y la vuelta.
El tráfico parecía haber aumentado, porque empezaba a ralentizar la marcha y se encendían con frecuencia las luces de freno de los coches que me precedían. A cierta distancia destellaban las luces azules de la policía y la intermitencia ámbar de una ambulancia. La carretera se había convertido en u na procesión de tortugas acorazadas. Cuando llegué a la altura del accidente, comprendí que alguien había resultado muerto, a juzgar por el prolongado tiempo que se estaban tomando los servicios de emergencia, incluso vi a uno de los paramédicos fumando apoyado en la ambulancia. Sobre el arcén se mostraban los hierros aplastados de lo que fue una bicicleta.
Decidí llamarte por teléfono desde el dispositivo del coche. Pero después de dos tonos cortaste la llamada, ¿Lo hiciste, no? porque volví a marcar y ya habías apagado tu teléfono. Era la señal inequívoca de que estabas despierta, pero también de que no querías hablar conmigo aún teniendo toda la noche por delante. Quizás no estabas sola, estarías revolcándote entre gemidos con alguno de esos tipos decididos y silenciosos que te gustan. Zorra.

6 comentarios:

  1. Wow...que final, Spaghetti.
    Cómo somos los humanos en determinadas circunstancias,¿verdad?
    Tendemos a hacer suposiciones desde ese rincón llamado frustración, desilusión tal vez, sin dejar que los pensamientos razonables nos zarandeen.
    Siempre es grato leerte, hasta cuando acabas el escrito de manera tan abrupta.
    Besos.

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  2. A veces los celos hacen aparecer fantasmas donde no los hay. Tal vez no se atrevió a contestarle a él, o tal vez estaba cansada de esperar que le llamara y decidió apagar su teléfono porque no quiso desilusionarse otra vez. O quizá, simplemente, estaba absorta en lo que la tenía ocupada en su ordenador y no pensó que estaría él al otro lado de línea.

    Un abrazo.

    Fer

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  3. Impactante final, Spa. Estoy con Fer, los celos no hacen bien, no señor. Saludos,

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  4. Lo encuentro genuino, que descripción tan excelente...de celos?, ira?, frustración? posesión? juicios emitidos?.....me apabullo de bueno que encuentro el relato. Bravo ¡¡¡

    Besos ♥♥

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  5. ¡Que final tan sorprendente y humano también!
    Un abrazo, amigo.

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  6. Es que los negros no deberían andar en bici de noche, los adultos en cambio podrían aprender a disfrutar de un payaso en sus fiestas y los payasos, hablar con las mujeres que aman en lugar de sacar conclusiones apresuradas que la mayoría de las veces son equivocadas...

    Buen texto, me gustó la ambientación en la carretera, la noche, la luna , el volante. Y el ritmo que le has dado al relato con ese corte abrupto.

    Besos

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