jueves, 23 de enero de 2014

El camaleón

Se hacía de noche, Siniestras sombras habían llegado de fuera de la ciudad para sembrar el caos y la violencia. Algunos habían matado antes pero consiguieron esquivar a los tribunales y volver a su trabajo de policías anti-disturbios. La manifestación avanzaba pacífica mientras se iban incorporando gentes de todas las edades. Mary hacía fotos a la pancarta que encabezaba la marcha, sostenida por gentes humildes que no pertenecían a ninguna organización ni partido político, pero en sus rostros se notaba el cansancio y el temor en la mirada.
El camaleón se unió a los manifestantes al final del trayecto y buscó a Mary  entre la multitud que coreaba consignas y justas reivindicaciones. Al camaleón le gustaba la determinación de Mary, que siempre apoyaba a los más débiles aunque a veces pareciera una temeridad, y  Mary apreciaba la incansable lucha por lo que el camaleón entendía como justicia. Una justicia no escrita, equitativa entre los hombres de cualquier condición.
La marcha se había detenido frente a la barrera policial que custodiaba el edificio del gobierno y los gritos de protesta aumentaron en decibelios para espantar el miedo. La plaza, ya abarrotada, seguía recibiendo ríos de gente que confluían por las calles aledañas en forma de estrella, comprimiéndose contra la barrera de policías que aguardaban órdenes para cargar. Un niño sentado a horcajadas sobre los hombros de su padre agitaba un cartel en el que se leía: "¿Tú y yo somos iguales?". Mary le hizo una foto y no le dio tiempo a más porque una avalancha humana retrocedió ante la primera carga de los anti-disturbios que apaleaban a ciegas a mujeres y ancianos. Mary cayó al suelo arrollada por los que huían de la violencia policial que aumentaba la rabia de los manifestantes. El camaleón avanzó entre los más jóvenes que relevaban a la cabeza de la marcha y alcanzó a ver las botas negras que pisaban la mano de Mary, mientras unos guantes reforzados se apoderaban de la cámara. El forcejeo era inútil, se vio brillar una descarga eléctrica sobre el cuerpo tendido de la chica y el camaleón se estremeció como si lo recibiera en su propia piel.
Aprovechando un lapsus en la confusión, el camaleón alcanzó a la muchacha y consiguió arrastrarla entre el bullicio hasta la penumbra de un rincón de la calle, donde ella pudo incorporarse y sin mediar palabra se juntaron sus labios temblorosos con los de su salvador. Ella apenas sentía su propia mano magullada que abrazaba la nuca de él, pero podía sentir los brazos que la rodeaban y el corazón que batía apretado suavemente contra sus pechos. Así permanecieron durante un instante eterno, ajenos al incremento de la barbarie que bullía a su alrededor hasta que el impacto de una porra sobre el cuello del camaleón hizo que se derrumbara entre un avispero de policías que empujaron a ambos hacia el furgón donde se apiñaban los detenidos.

A la mañana siguiente los medios de información locales relataban los incidentes producidos por alborotadores profesionales que obligaron a la policía a intervenir en la protesta, que se saldó con varios policías heridos y medio centenar de detenidos que pasaron a disposición judicial.

2 comentarios:

  1. Un precioso relato, Spa, lleno de vida, sí. Me ha encantado tu inspiración y es que la realidad en ocasiones supera la ficción. Abrazos,

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  2. Al menos dentro te toda esa locura tan lamentablemente realista se perfila el amor del camaleón y la chica aunque sea en prisión...

    Besos

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