martes, 3 de septiembre de 2013

PLACER Y PENITENCIA (IV)



Sorprendido de su nueva agilidad, Samuel trotaba y saltaba guiado por la presión de las rodillas de Cinthia sobre su cuerpo. Ambos se fundieron en uno solo, mitad humano y mitad caballo, como una extraña centáuride de Magnesia.
Al regreso del paseo, Cinthia no encontró a Samuel en el establo y decidió cepillar y ocuparse de Gift ella misma; reparó en la marca perfecta, con sus iniciales en el anca del corcel grabadas sobre la piel del hombre que la amó hasta el punto de metamorfosearse en animal, para estar más cerca de ella. Cinthia acarició la grupa y Gift se estremeció ante el contacto y ella lo notó, como si hubiera acariciado su esencia humana.

Desde ese día, salía a pasear todas las mañanas, la amazona y su caballo favorito Gift.
Todos en la gran casa echaban de menos a Samuel, a quien nadie había vuelto a ver desde el cumpleaños de Cinthia, pero pensaron que había escapado. El padre de Cinthia preguntó - ¿Quién es Samuel?.- porque apenas tenía relación con el personal de servicio y no se interesaba por las cuadras; pero aparte de informarle del trabajo que realizaba en el establo, ninguno de la casa pudo aportar alguna información personal sobre el carácter introvertido de Samuel.

Aquella mañana el sol se disipaba entre los bajos estratos, como la luz de una vela a través de una gasa. Cinthia entrenaba a Gift para el partido de polo femenino contra la selección argentina, forzando la carrera al máximo y sujetando la frenada, consciente del sufrimiento que suponía tal esfuerzo para el animal, pero contenta con su brío y sorprendida por su capacidad de reacción, como si el caballo conociese el juego de antemano, y adivinase sus intenciones.
De regreso a las caballerizas, Cinthia entregó a Gift al hombre que sustituyó a Samuel en el establo, con el mismo desdén de siempre y el caballo cabeceó rebelde al cambiar de manos.

Al atardecer, Samuel reconoció desde la cuadra, el ruido del motor del viejo Packard de George y la voz de Charles que, como cada viernes, llegaban a cenar con la familia de Cinthia Fitgerald. Se maravilló de la agudeza de su oído en su nueva condición de caballo, pues pudo escuchar que estaban hablando acerca del partido de polo del día siguiente y la risa de Cinthia al regalarles las invitaciones. A Samuel le invadió la tristeza y se sintió prisionero en el cuerpo de una bestia. El placer que le proporcionaba el contacto con la bella amada, no se correspondía con tan tremenda penitencia. Había sacrificado su libertad, porque el amor lo había cegado y no veía un futuro apartado de Cinthia, a la que se había entregado en cuerpo y alma.






3 comentarios:

  1. Maravilloso escrito, con una delicadeza y sensibilidad que ha sido todo un lujo y un placer leerlo como una realidad. Precioso Marcelo, bso.

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  2. Joooo,el amor,siempre con sus dos caras de moneda...
    Triste futuro el de Samuel sumido en la ignorancia de Cinthia...
    Snifff
    Besos,escritor.

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  3. Ser eternamente condenado a la tristreza porque siempre le faltará algo.

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