sábado, 4 de mayo de 2013

El soldado (IX)


                                                        Otoño

Cada tarde, después de cerrar la tienda, María iba al Café Lombardo a encontrarse con Daniel y saber si había cartas de Robert. La clientela era familiar, gente del barrio, algunos estudiantes y obreros que aún conservaban sus trabajos. Daniel se vestía de paisano durante todo el tiempo del permiso que ya se terminaba, para no despertar la animadversión latente entre la gente hacia los uniformes.
Aquella noche negra, cuando volvía de acompañar a María, saltaron sobre el guardiamarina, tres individuos que consiguieron reducirlo en poco tiempo y lo introdujeron en una camioneta con el motor en marcha que desapareció en el tupido manto de la noche.
Por la mañana cuando la vieja abrió la mercería seguida de María, recogió un sobre que alguien puso bajo la puerta en el que se leía: María Rolls.
-Por fin una carta para ti!.- dijo la dueña, entregando el sobre a María, que lo abrió temblorosa.
-"Mira en la papelera de enfrente de la tienda. Hay algo que conoces bien, zorra, y dile a tu amigo el almirante, que ponga en libertad a todos los combatientes que han apresado en la ciudad, antes del sábado, o también recibirá otros regalos de su cadete".
María salió espantada de la tienda y recogió de la basura una bolsa sanguinolenta y reseca que contenía el pene seccionado de Daniel.
Dos hombres ayudaron a la anciana a meter el cuerpo sin sentido de la joven dentro de la tienda y rápidamente la noticia se extendió como una epidemia por toda la ciudad. La policía se incautó de la bolsa y la nota y dejaron una citación a María para declarar cuando recobrase el conocimiento.
No hizo falta una notificación especial al almirante Sants, porque a las dos horas de lo ocurrido alguien se lo dijo de viva voz.
El ejército permaneció en una calma tensa, solo la policía siguió con sus pesquisas en silencio para no infundir sospechas. Todo el pueblo hablaba de lo ocurrido entre susurros y sospechando unos de otros.
En los días que siguieron se presentaron varias denuncias y los sospechosos fueron detenidos y encarcelados y los que ya estaban presos eran torturados hasta hacerles confesar los nombres de sus compañeros de fuera. El viernes por la mañana, un artefacto casero hizo  explosión muy cerca de la residencia del almirante, desprendiendo una llamarada azul y una columna de humo. Aprovechando la confusión del refuerzo que custodiaba el edificio, alguien lanzó un objeto contra los cristales. Era un paquete pequeño que contenía una piedra y un mensaje que decía: "Hijo de puta, tienes 24 horas para abrir la cárcel y soltar a todos los combatientes detenidos y en buenas condiciones" y más abajo, con el tipo de letra inconfundible de Daniel, decía: "Papá, estoy vivo, haz lo que te piden" y estaba firmado con la huella digital ensangrentada del dedo anular amputado por la segunda falange que también se incluía en el paquete.







3 comentarios:

  1. Spaghetti, te voy a dar una colleja por hacernos sufrir tanto,por favorrrrr!!!
    Sabemos que la realidad supera con creces la fantasía,pero,precisamente por esto,no se nos puede añadir más dosis de crueldad!
    Perdóname, es que la violencia me puede,me deja fuera de control, ya sea la real o ficticia.
    En fin, tú eres quien manda,pero a mí me has dejado sin sangre y al paso que van al pobre Daniel,lo despedazan...
    Veremos cómo rematas la historia.
    :) :(
    No te me vayas a enfadar,eh?
    Yo soy así de sincera y también te digo lo bien escrita que está, desde el corazón, y de paso quito hierro a mi comentario,ja,ja,ja
    Besos.

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  2. Esta sí que no me la esperaba. Te has puesto truculento como la loca de Misery con Paul Sheldon, la de Stephen King. Pero ¿quién es Annie aquí? No me huele a hembra. Parece envidia fálica. Veremos... Hay que tragarse la... las dos amputaciones.

    Bsos.

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