Nadie pudo elegir el día de su venida al mundo.
El azar repartió injustamente la fortuna de la vida, eligiendo a su capricho el hogar, la familia y el lugar. No fue ecuánime en los destinos.
Los hombres al darse cuenta, trataron inútilmente de hacerse iguales.
Pero al menos, podemos elegir el día de la despedida, a no ser que de la misma forma en que el azar nos trajo, se anticipe y nos sorprenda en el camino, sin darnos la libertad de seguir o terminarlo.
En este viaje de ida y vuelta desde ninguna parte, solo podemos elegir voluntariamente el momento del regreso a ninguna parte.
No quiero que me lloren los álamos y alisos del río, como Helíades con lágrimas de ámbar.
No me gustaría que mi último momento fuera en un aséptico hospital con tubos y analgésicos que no evitarán el dolor del alma que se despide de un cuerpo que se aferra al último aliento.
Quiero ser yo quien elija el día, el lugar y la forma de decir adiós a lo que tanto quería.
Quiero usar mi libertad para marcharme, no ahora, que quedan proyectos por delante, pero cuando llegue el momento que nadie me lo impida.
Siempre habrá otro que ocupe mi lugar, como yo ocupé el puesto del que me precedía.
Estoy cansado de luchar, pero no agotado y seguiré en la trinchera, siendo yo solo mi único ejército y la soledad mi compañera.
Si como Pigmalión yo pudiera hacer el milagro de volver en vida el marfil de Galatea, regresaría a la vida por ella, que no es corta penitencia.
El día en que yo muera, nadie me descabalgará de mi unicornio cada mañana para ofrecerme esa cosa subjetiva que llaman realidad. Nadie me apartará de la fiesta del fauno, mientras bailo con una ronda de silvanos, para traerme a las miserias de un mundo ufano y sin vergüenza.
No me mantiene una casa, ni una tierra, no hay raíces que me amarren, ni deudas que yo tenga.
Dejar la vida por las cosas, los dineros o problemas es solo una cobardía que no me toca ni de cerca.
Mi deseo es de libertad, casi algo frívolo, un acto de la voluntad a largo plazo, quizás un sueño nada más. Pero igual que pienso en la vida, dejadme también pensar en lo que pasará.
Es un tema éste que eriza mi piel...soy cobarde ante la muerte, lo sé, lo asumo.
ResponderEliminarLe he visto la cara muy de cerca, me ha arrebatado personas a las que amé y amaré el resto de mi vida y sé de sus pesquisas buscando almas para llevarse consintiéndolo o no...
Tú quieres elegir y tal vez pienses así ahora, pero llegado el momento-que sea muy tarde te deseo-será ella,dama ingobernable, quien te hará creer que tú has elegido,siendo ella la que se ha inmiscuido en tu pensar abocándote a sus brazos.
O ese es mi creer.
A mí me tendrá que llevar a rastras tirándome del pelo o a empujones,porque a pesar de los pesares,por muchos que sean a veces, me gusta vivir y sentir.
Te dejo un trocito de un poema que siempre me sobrecoge cuando lo leo. Es de mi poeta favorito, Pablo Neruda:
"Sólo la muerte" se llama.
Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,
pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas.
De violetas acostumbradas a la tierra,
porque la cara de la muerte es verde,
y la mirada de la muerte es verde,
con la aguda humedad de una hoja de violeta
y su grave color de invierno exasperado.
Besos.
No me asustes, Spaghetti. Yo podría decirte lo que dijo Federico García Lorca: “Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir”.
ResponderEliminarQue llegue cuando toque, y si es tarde mejor, yo no voy a ir a buscarla.
Un abrazo.
Legitimo deseo, respetable absolutamente, amigo mío.
ResponderEliminarPero, sin prisas, digo, espero, deseo, que se cumpla el destino quedan aún deseos ¿no? y sueños y sonrisas ¿no?
A la muerte todos llegamos vivos, pero no todos lúcidos ni con la capacidad de elegir como y cuando. Tema duro, tema en el que debemos pensar. Besito cariñoso en lunes, con gripe pero con ganar de mirar la mar que tengo delante.
Creo en esa libertad que ponderas de poder elegir el momento... y lo digo con una furtiva lágrima, pero todos tenemos derecho a que no nos descabalguen de nuestro unicornio...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, sincero y emotivo, amigo.
Te confieso que he estado pensando mucho en mi muerte por estos días, sintiéndome y viéndome mal. Sé que no tendría el coraje para el suicidio, o al menos creo que no, debería sacarme el mal que me aqueja de quicio o saberlo incurable y espantosamente doloroso, no lo sé.
ResponderEliminarPienso, como tú, que no quiero morir sufriendo y dando pena en un hospital, haciendo sufrir también a quienes gozaron de mi luz en plenitud y a mi alma aferrándose a un cuerpo que ya no funciona.
Es un tema muy hondo y muy complejo, pero a medida que pasa el tiempo lo vas viendo desde perspectivas nuevas y te cuestionas todo, sobre todo, el sentido de todo.
Ayer ví una buena película, "Cartas de mi padre", basada en una historia real, donde hay una madre que se suicida y deja a un hijo, bastante crecido ya, solo, ya que el padre ha estado ausente, física y mentalmente ido, por años. Ese padre, interpretado por un genial De Niro, está loco. Y dicen que los locos, como los niños y los borrachos, dicen la verdad. Me marcó una frase que pronuncia sobre las causas del suicidio de su ex-esposa: "La causa del suicidio es el odio hacia uno mismo." Es posible que haya algo de eso en el fondo, pero creo que hay un sólo paso del amor al odio, y concuerdo contigo en que hay también un cansancio vital irremontable y que se equivocan quienes dicen que se trata de cobardía: hay que ser muy valiente para decidirse a dejar esa subjetividad que llamamos realidad, que es lo único que conocemos, aún con todos los abandonos y las ausencias que nos ha echado encima y decir adiós a todo lo que no poseemos pero necesitamos creer que es nuestro sin dudar.
Entre tanto, por favor, sigue adelante con tu ejército unipersonal, porque aunque no te des cuenta, eres una luz que da energía a otros, aún desde la sombra de tu melancolía. A mi me das energía y te admiro por dejar salir esa sombra, que también me habita, de modo tan conmovedor y sincero. Por eso vengo a buscarte periódicamente y recibo tus pareceres con agrado e interés de lo que yo dejo salir de mi alma según toque día de sol o día gris. Y recuerda que la soledad no es ausencia de compañía, sino un estado del alma.
Besos y un abrazo.
Estoy encantada con mi ignorancia, no saber ni el cuando ni el donde, ni el como le pone más sabor al ahora, pero también respeto el libre albedrío pero que sea muy, muy, muy tarde amigo
ResponderEliminarUn besote
Estoy contigo en tus deseos, puedes pensar lo que quieras y nadie tiene que darte permiso, puedes dar el portazo final para salir pintando hacia la nada, de todas formas sea por nuestra mano o no, todos vamos al mismo sitio, aunque siempre se pueden hacer planes para un destino distinto.
ResponderEliminarBesicos.
Aún soy demasiado joven para pensar en cosas tan fuertes. No sé lo que sentiré cuando llegue el momento; prefiero vivir el día a día y no hacer muchos planes.
ResponderEliminarJolínes, Spa, me has dejado acongojada.
Un beso muy fuerte, chiquitín.
Estoy de acuerdo con tu "alegato" sobre la muerte. Uno no puede decidir cuando viene a la vida, pero sí cuando y como quiere irse (como muy bien dices, si antes no te sorprende ella).
ResponderEliminarUn abrazo
En tus palabras hay mucho más que un alegato a la muerte digna. Me quedo muy adentro con la fuerza de tus tres últimos renglones.
ResponderEliminarComo siempre.... genial.
Eso sí, te ruego que dures mucho en la trinchera. Perderíamos irremediasblemente a alguien que merece ser oído.
Todos deberíamos ser dueños de nuestro último segundo.
ResponderEliminarSuscribo.
ResponderEliminary abrázote.
`PD- Amo la vida y quiero vivirla hasta hasta el último aliento, pero cuando llegue el momento, lo sé, no me atornillaré como otros.
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