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En estas librerías americanas es fácil perderse, no solo por los enormes espacios entre infinitas estanterías donde se ordenan los libros por materias, sino por las tentaciones que estos despiertan.
Al poco tiempo de entrar ya había olvidado el motivo que me llevó hasta allí prendido por el embrujo del olor de los libros y el silencio.
Atravesé la sección de mapas y grandes encuadernaciones con maravillosas ilustraciones de ríos y lugares del mundo que nunca hubiera sospechado de su existencia.
Entre los estantes había una mujer sentada en la alfombra leyendo con voz apagada a su pequeña niña, historias de fantasía. Me detuve largo tiempo en la sección de biografías donde entre otros impulsos escogí la de Jack Kerouac leyendo algunas citas en su idioma original, siempre inquieto, buscando un lugar donde existir sin preguntarse por qué ahí. Pasé por encima de la corta vida de Malcom Lowry y llegué a besar las oscuras páginas de Samuel Beckett.
No sé el tiempo que pasé en ese limbo fantástico, entre autores y novelas, títulos tan fascinantes como "Bosquejo de una teoría de las emociones" de J.P. Sartre y otras delicias, pero de pronto recordé que buscaba un regalo para un doctor aficionado al ajedrez y pregunté por la sección de libros de ajedrez a uno de los dependientes. Cruzamos por la cafetería integrada perfectamente entre los libros y los expositores de fotografías, donde la gente leía mientras tomaban un café en las mesas o las butacas próximas. Me señalaron la zona de ajedrez y estuve curioseando entre libros de estrategia, finales y aperturas del juego hasta que encontré un pequeño ejemplar de "Novela de Ajedrez" de Stefan Zweig.
La había leído en español y me impresionó el relato y la descripción de los dos jugadores que se enfrentan a una partida en un crucero. Llegando a ser junto con Thomas Bernhard mi autor austriaco favorito.
Estoy seguro que fue un buen regalo para un amigo que disfruta tanto de la buena literatura como del ajedrez.
¿Cuánto hace que no vuelvo a un autor como Zweig? Quizá sea ya la hora. Recuerdo tener, en algún sitio de mi biblioteca, tan desordenada por las mudanzas, varios títulos suyos en ediciones populares, con papel ya amarillento cuando los compré. ¿Qué habrá sido de ellos?
ResponderEliminarQue envidia de paseo literario. No hay nada como perderse en una librería y dejarse llevar.
ResponderEliminarGracias, Spaghetti.
Un buen libro es una puerta inmensa al paraíso.
ResponderEliminarLo del ajedrez,no voy a mentir,es una asignatura pendiente desde años ha,ero es que en mi entorno no conozco a nadie que juegue,así que creo que moriré sin saber jugar más allá de las damas españolas, las chinas o el parchís.
Besos.
¡Qué bueno es encontrarse con la sensación de que has dado con un libro que generará un antes y un después!
ResponderEliminarYo justamente estaba escribiendo sobre una sensación de desorientación que me embarga a la hora de salir de cacería por buenos libros y buenas películas. Tengo la impresión de que en los lugares que frecuento en busca de ese placer que me resulta necesario se ofrece lo que se consume y no lo que verdaderamente nutre.
Tendré que ir con esa actitud de dejarme sorprender y embriagar por la novedad, aunque lo que hay en stock en mi rincón del mundo no me atrae demasiado por estos tiempos.
Tomaré en cuenta tus recomendaciones y veré si aquí se consiguen.
Gracias y saludos.
Qué interesante sitio!! Tengo ganas de perderme, como tú, un día en un espacio así, tal y como el que describes. Nunca he visitado una librería de ese tamaño, pero si la he pensado.
ResponderEliminarUn abrazo querido amigo
Un sitio que, tal y como lo describes, debe ser fascinante.
ResponderEliminarTu amigo estará contentísimo, seguro.
Un abrazo.
En lugares así es adentrarse en el "túnel" de las letras, donde uno puede encontrarse y o reencontrarse con las más insospechadas.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por la crónica de tu viaje.
Mercedes.
¡En USA si que me he perdido por esos galpones de Barnes & Nobles e indigestado con libros!
ResponderEliminarNo he leido a Stephan Zweig, si a Arnold Zweig pero no tienen nada que ver el uno con el otro.
Si alcanzo antes de estirar la pata y luego de mis pendientes , lo leeré.
Supongo que tu amigo quedó contento con el regalo.
Besos
Hoy he jugado tres partidas de ajedrez contra un ordenador en un vuelo, echaba de menos la mirada del contrincante y tal vez por ello las tres batallas han quedado en tablas. Mil gracias Marcelo por el amor que me inculcaste a los 84 escaques en las tardes de Don Diego.
ResponderEliminarNo sé quién eres aunque por los datos que me das debemos conocernos.
EliminarYo solo pude inculcarte amor por 64 escaques, (los que tiene el ajedrez) los otros 20 no sé de donde te salen. jeje ...esa linotipia...
Marcelo, soy Carmela, perdón por el baile de números que siempre me ocurre, el caso es bailar..
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