jueves, 5 de abril de 2012

LA VIUDA





Quedó viuda hace años, vivía sola en un piso de protección oficial de esos de tan mala construcción que parecían tener los tabiques de papel y se podía escuchar al vecino deambular por la casa con zapatillas de felpa.
Para colmo de ruidos, el vecino de arriba era un trabajador duro y hastiado que remataba la jornada refugiándose en el alcohol y nunca llegaba antes de las dos de la mañana y entre resoplidos de búfalo se quitaba los zapatos arrojándolos contra la tarima.
Nunca se pudo acostumbrar la pobre viuda a tales sobresaltos en mitad de su sueño.
Una mañana tomo la determinación de encararse con el vecino y le esperó en la escalera cuando bajaba, recuperado de la noche anterior, en dirección a su trabajo y le hizo saber que el ruido de sus zapatazos la desvelaba cada noche. El hombre no dijo nada por no ser persona de las mañanas y siguió con prisas a sus obligaciones.
La tarde transcurrió entre los ruidos de la ciudad y el dolor de cabeza de las noches de insomnio hasta que llegó de nuevo la noche y agotada se desplomó en un sueño tan profundo que no pudieron alterar  los traspiés del vecino empapado en alcohol subiendo por la escalera.
El hombre se tiró rendido sobre el crujiente camastro y se sacó un zapato, sin desatarse los cordones, lanzándolo contra la tarima. El estruendo le recordó a la vecina entre la nebulosa de su mermada consciencia y delicadamente se quitó el otro zapato posándolo sobre el suelo de madera antes de quedar profundamente dormido sin quitarse la ropa. Una hora más tarde le sobresaltó la insistencia del timbre de la puerta que le obligó a levantarse y arrastrándose hasta la entrada escuchó la voz de la viuda rogándole que se quitara de una vez el otro maldito zapato para poder conciliar el sueño lo que quedaba de noche.

9 comentarios:

  1. No hay nada peor que la costumbre, nos domina.
    Bueno, sí, hay algo peor: los pisos de protección oficial (se oye todo).

    Un abrazo.

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  2. Muy bueno este relato, el agotamiento no le hizo llevar bien la cuenta a la viuda jaja.Cuantos vecinos de esta guisa hay y con estas paredes de papel que todo se escucha.

    Saludos:-)

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  3. Jajajajajaja¡Buenísimoooooo!
    Muaks.

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  4. No es un chiste el que contiene este buen relato sino dos tragedias.

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  5. Un relato con humor y con dos tragedias vitales, como apunta el profe. Dos soledades diría yo.

    Besos, paisano.

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  6. Es que cuando uno se acostumbra a algo es muy difícil pasar si ello.
    Me ha encantado la historia que nos traes hoy. Esa viuda y ese borracho que, en el último instante, recordó lo que la primera le había dicho... Yo creo que estos dos se enamoran si no lo están ya.

    Un beso muy fuerte.

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  7. Es vivir predispuesto a estos sucesos, la fuerza de lo habitual, de lo que toca a cada momento. Cuando algo nos saca de la rutina nos sentimos extraños.
    Lo que tienen las comunidades verdad? La convivencia es así.
    Un abrazo

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  8. Me uno al comentario de Pedro Ojeda, aunque eso sí, relatado con cierto humor ¿negro?

    Un abrazo.
    Mercedes.

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  9. Somos animales de costumbres; de las buenas y de las malas.
    El trasfondo que yo siento de esta historia es la soledad que nos puebla,esa que se hace casi palpable y tan agobiante que cualquier gesto que la rompa,se nos arrima por derecho y voluntad.
    Muy buena.
    Besos.

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