domingo, 8 de abril de 2012
El Vigilante Nocturno
Como cada mañana, al terminar la jornada con el rugido de los motores y el trasiego de los primeros camiones que llegaban al almacén, el vigilante nocturno se dirigía a la cafetería del polígono para echarle algo caliente a la andorga. El ambiente entre los trabajadores madrugadores y los habituales bebedores del primer alcohol de la mañana le repugnaba. El voceras que llamaba "chico" al camarero y el que leía la prensa deportiva del día anterior mientras apuraba el moscatel y los malencarados que apresuraban al pobre "chico" a que les sirviese antes de iniciarse con el trabajo, creaban un murmullo escandaloso e ininteligible de palabras vacías y ruidos estridentes de platos y tazas. Si al menos hubiera una mujer entre esa vorágine que amainase la tempestad, se recobrarían los modales a la antigua usanza.
Si no fuera porque nadie le espera en ninguna parte, no volvería a ese antro mañanero después del pacífico silencio de la noche entera en el almacén donde se podrían oír los pasos de una araña.
Como una llamarada de luz, el sol se estrelló en sus pupilas. Respiró profundamente el aire viciado de monóxido de carbono y se encaminó hacia la boca del metro.
El vagón parecía una sucursal o franquicia de la cafetería del polígono con pequeños cambios entre los pasajeros, que podrían ser los mismos de ayer o de mañana. Algunos estudiantes adormilados y dos mujeres esféricas hacían la escasa diferencia, aunque en los rostros permanecía el tedio y la rutina del que nada nuevo espera.
Una vez en la calle, ascendió la mirada hacia la veta azul del cielo que se podía ver entre la hilera de edificios que lo flanqueaban y soñó con el mar.
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El vigilante de la noche.
ResponderEliminarY es que la noche, a veces, resulta hospitalaria. Sus horas tienen una dimensión extraña y silencio. Y el día contiene todas las formas.
El mar, bendito mar...
Ha sido un placer leer estas dos historias a estas horas de la mañana.
Gracias y un beso
Yo creo que una mujer se hubiese sentido a gusto en ese antro...
ResponderEliminarY que plomiza vida advierto en ese vigilante que pasa del más absoluto silencio y sus ruidos, al estruendo, a la vorágine ordinaria.
No me extraña que sueñe el mar.
Yo moriría soñándolo con tal de no volver a semejantes mañanas.
Más besos.
El voceras ese es universal.
ResponderEliminarUn trozo de cielo azul devuelve al vigilante a la vida. Soñamos con el mar, es lo que nos queda.
todo iba divinamente hasta que me topé con als dos mujeres esféricas, entonces rodé hasta el mar de los sueños de tu vigilante y me ahogué como Alfonsina Storni ...jejejejeje
ResponderEliminarBesos espuelados jajaja
De nuevo, reflejas una realidad con ese toque de magia. Haces que una desee seguir leyendo... y al final, te topas con el mar azul y aún con una historia triste, consigues que sonría, de puro deleite.
ResponderEliminarBesos azulados.
El silencio de la noche invita a soñar por eso en cuanto aparece la luz del sol se sumerge en el mar.
ResponderEliminarMuy chulo. Saluditos.
Preciosa entrada..
ResponderEliminarun fuerte abrazo!
El mar le salva del absurdo.
ResponderEliminarCreas atmósfera en tus relatos. Les siento cinematográficos.
Acabo de oler el salitre.
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