jueves, 17 de octubre de 2013
La trepadora
Incapaz de sostenerse a sí misma, se abraza a mi cuerpo con sus uncinos, apartándome de la luz, ocultando mi tronco, ahogando los poros por los que me llega la vida.
De nada valen mis raíces ancestrales que me llevaban la savia desde la tierra hasta la última hoja que ansiaba acariciar el cielo.
La movilidad limitada por mi propia constitución, me impide deshacerme de ella por mis propios medios.
Se enreda con fuerza intentando inútilmente traspasar la corteza que día a día he ido forjando en torno mío, pero no puedo evitar la asfixia que estrangula poco a poco mis pulmones.
Mis brazos alzados piden clemencia al azul del firmamento y a los antiguos vientos con los que bailaron en otro tiempo.
Lleva consigo toda una corte de parásitos innobles, que se aprovechan de mi firmeza y de mi altura, aunque no conseguirán que me doble, aún conservo el valor y la fuerza de un roble.
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A veces hay que talar para sanar.
ResponderEliminarEse tipo de organismos no sólo son vegetales, también los hay humanos, que se prenden porque no tienen vida propia o porque viven de la energía de otros.
ResponderEliminarPienso como Pedro, hay que talarlos.
Besos.