domingo, 8 de diciembre de 2013

El amor y el desprecio

Apolo y Daphne


Cupido jugaba con sus flechas caprichosas. Ordenaba en su carcaj flechas de oro, que producían el amor, y flechas de hierro, que infundían el desprecio.
Llegó Apolo a su lado cantando, por ser el Dios de la música, de la juventud y del sol; ufano por haber dado muerte, con su arco, a una gran serpiente en el oráculo de Delfos. Cupido se irritó (como narra maravillosamente Ovidio en "Las metamorfosis") "-Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo conozco y no pretendas parangonar tus victorias con las mías-". y con una flecha de oro despertó el amor por la bella Daphne en en el corazón de Apolo y para que su sufrimiento fuera eterno, disparó una flecha de hierro alcanzando a la ninfa, que solo sentiría el rechazo por el Dios del sol.
Apolo persiguió a Daphne incansablemente, rodeándola con su música y con su luz, pero Daphne siempre huía de él.  
Agotada por el acoso de la pasión de Apolo, Daphne se refugió entre los laureles del río, pidiendo protección a los dioses de las aguas. El río escuchó su llamada y la fue vistiendo de ramas; en su pelo nacieron hojas de laurel y de sus dedos brotaron verdes tallos, en el momento justo en que Apolo la alcanzaba y rodeaba el hermoso cuerpo de Daphne con sus brazos, pero no pudo evitar que, poco a poco, su tronco se vistiera de una áspera corteza, impidiendo que el roce se convirtiera en caricias. La levedad de los pies de Daphne fue enraizando en la tierra y creando una sólida base a su altura, transformándose en un árbol de laurel, pero conservando su eterna belleza.
Apolo, abrazado al nuevo árbol, aún pudo sentir los latidos del corazón de su amada a través de la corteza, y besó sus pies convertidos en raíces que parecían repudiar los besos.

Desde entonces, el amor y el desprecio, van tan unidos como la virtud y el deseo o la pasión y la belleza... y el humilde laurel corona las cabezas de los vencedores.






2 comentarios:

  1. A mí me gusta mucho la versión de Quevedo...

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  2. Ay, ¡Qué dificl que se la puso Eros a Apolo!, vengador el muchachito, ¿eh?

    Un abrazo

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