lunes, 11 de marzo de 2013
El tesoro humano..
Aunque esto es un cuento, mi niña, todos los que participaron en esta historia no lo sabían. Pensaban que estaban viviendo la vida que les tocó, en un tiempo y unas circunstancias determinadas; exactamente igual que los que viven ahora, que creen vivir una realidad que no existe, porque también es un cuento, que dentro de muchos años alguien contará a una niña como tu, como si realmente hubiera sucedido.
Tardaron mucho tiempo más de lo previsto en llegar a la costa del áfrica negra los tres jabeques sin bandera y sin origen. Fondearon alejados de la tierra con los cañones cargados y se acercaron en chalupas con los perros y las armas ligeras. Los lugareños eran jóvenes que se apiñaban en la playa para recibirlos con toda la curiosidad que despertaron las arboladuras de las embarcaciones y gritando de alegría en lenguas extrañas. Los marineros no tuvieron que usar las armas. Apenas una mueca del contramaestre Lutero, era suficiente invitación para que aquellos jóvenes, saltaran a las barcazas que les llevaban a las goletas, donde eran conducidos a las bodegas. Una vez que se hubieron aprovisionado con las frutas que ingenuamente les regalaron, zarparon rumbo al oeste.
Durante la larga travesía, la masa negra apiñada como ganado en las bodegas aún no era consciente de su destino.
-El capitán ha cambiado de opinión. Le comunicó el segundo de abordo a Lutero. -No piensa ya en vender la carga, sino en abandonarla.
-Él sabe lo que hace. dijo Lutero. No seré yo quien cuestione sus decisiones.
Arribaron a la primera de las islas localizadas en sus mapas de navegación y dejaron libres en ella a los ocupantes de una de las seis bodegas.
Siguieron la ruta prevista y fueron liberando en distintas islas al resto de los hombres y mujeres que transportaron desde los confines de la tierra negra.
Aquellos jóvenes sin alma, trataban de consolar sin resultado, a las mujeres y las niñas que habían sido forzadas durante el itinerario, día y noche por cada uno de la tripulación.
Dicen que había pasado el invierno, cuando los tres jabeques emprendieron el regreso, aunque por estas latitudes del trópico no se notaban grandes diferencias termales. El azul lo cubría todo, porque el horizonte marino se confundía con la bóveda celeste, en una extraña bruma durante el día y la inmensa oscuridad del océano traía un tenebroso silencio en las noches.
El capitán Clark, ordenó seguir el mismo rumbo a la inversa y por la misma senda que cuando llegaron al estuario de la Plata, aún sabiendo que les llevaría otro año de regreso si hacían las mismas escalas.
No les había dado tiempo a gastar el botín de los bajeles que encontraban a su paso y los cañones destrozaban. Apenas tenían bajas entre la tripulación, solo Bertoldo que murió del beriberi de tanto comer arroz blanco y Wenceslao que se clavó un arpón al caer del palo de mesana y sus cuerpos fueron arrojados al agua.
Apuntaba la madrugada del segundo año, cuando divisaron la última de las islas donde arrojaron la negra carga africana. La playa les recibió vacía y sin rastros de vida. Vadearon una zona pantanosa cubierta de manglares y se internaron a pie entre la maleza, con los perros y la pólvora a buen recaudo.
El aleteo de una exótica ave zancuda provocó el primer disparo y los perros se alarmaron. Lutero y sus hombres, descubrieron a una aterrada madre que protegía a su hijo entre los brazos; apenas sus pechos caían, adornados con pezones de azabache. La cubría la cintura una tosca tela de fieltro y de su pelo colgaban abalorios de piedras del desierto.
-¿Quién te ha dado todo esto? le preguntó Lutero, pero solo respondieron los gritos de la madre cuando le arrancaron al niño de entre los brazos. -¡Contesta! si quieres tener al niño.
Pero viendo lo imposible de conseguir una respuesta, les llevaron ante Clark, madre e hijo por separado.
-¿Alguien la reconoce?. Pregunto el capitán a sus hombres.- ¿Os habéis fijado en el niño?, quien responda podría ser el padre.
Hubo un murmullo entre los marineros, habían pasado dos años, la chica era una madre y nadie se hizo responsable.
-¿Dónde están los demás?. Pero ella no entendía su lenguaje.
La llevaron a empujones hasta el nido de ramas donde la encontraron y descubrieron un camino por el que alguien había pasado antes. Ella les condujo entre graznidos de aves, por sinuosos senderos hasta un claro del bosque.
Vieron algunas chozas de palmeras y de estambre. Un aroma de algo asado o haciéndose al fuego, se propagó por el aire. Había familias jóvenes, supervivientes de aquella exploración que terminó en abandono, pero la isla tenía recursos para alimentar a sus nuevos habitantes y estos fueron fuertes, forjados en su primitiva tierra que no ofrecía mejores condiciones.
Clark contuvo a sus hombres. - Esto es el tesoro humano- les dijo, -Lo que yo venía buscando, no como mercancía o esclavos, sino como descubridores de otros mundos habitables. No solo han sobrevivido, sino que, como veis, han comerciado. Tienen telas y abalorios de otras expediciones que hasta aquí han llegado, y tomándoles por oriundos, con ellos hicieron tratos.
Luego el capitán se dirigió a Lutero, - Soy capaz de concebir peores formas de esclavitud que la nuestra, en un futuro no muy lejano, cuando los hombres se crean libres por no conocer a su amo. Porque el amo no tendrá rostro, ni una ridícula barba como la tuya, pero serán sometidos por invisibles cadenas a una vida sin lucha, resignada y sumisa al poder de un sistema que los tiranice y muchos de ellos se sentirán indignados. Ahora mira a ésta gente, que no tienen alma dicen, pero sonríen y se quieren y viven contentos por tener lo que ellos mismos consiguieron. Aman a sus hijos blancos igual que a los negros y darían la vida por ellos. Devolved a esta mujer con su hijo y dadle ropas y alimentos y todos los instrumentos que puedan utilizar para alejar el sufrimiento.
Así, una por una, regresaron las goletas a las islas, comprobando que solo en la última se perdió el tesoro humano y no hubo sobrevivientes de aquellos que abandonaron. Clark buscó una excusa para alejar de su conciencia tan imperdonable pecado. Dijo que aquella isla estaba dominada por el diablo que retiró los frutos de las palmeras y las bestias y el pescado.
Para redimir tanta culpa, pidió a sus hombres que lo dejasen en la isla del diablo y regresaran al mando de Lutero a su puerto de contrabando.
En la blanca playa desierta quedó el capitán solitario, buscando en su corazón el verdadero tesoro humano.
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El ser humano es un tesoro en todas partes se adapta, se mezcla, sobrevive, procrea, crea, menos en la isla del diablo que es otro ser humano, existen islas grandes pobladas de no seres humanos, los pocos que esclavizan a los muchos, no sé si es cuento, o es un sueño que he soñado.
ResponderEliminarBuena semana amigo mío, recuerdos al de la chistera. No te dije nada en otras entradas porque estaba fuera pero he regresado,besitos luneros.
Cuánto daño se ha hecho a lo largo de la historia y cuánto se puede aprender y aprehender si un@ lo desea de los errores cometidos.
ResponderEliminarTriste pasaje éste.
Pero con una inmejorable moraleja;añado.
Besos.
También lo creo: hoy hay nuevas formas de esclavitud.
ResponderEliminarLa profecía de Clark es sin duda muy cierta....
Se ha hecho muy tarde escribiendo y estoy muy cansado. Me gustaría continuar esta historia durante toda la noche, porque sé que mañana quizás quiera retocarla, acortarla o eliminarla. He tenido que precipitarme en un final improvisado. Ustedes sabrán disculparme. Se quedan algunas escenas en el tintero, unas hermosas, otras hilarantes y también algún sueño. Tal vez en otra ocasión continúe este cuento, pero no les prometo nada de momento.
ResponderEliminarGracias por su comprensión.
Triste pero con moraleja. Preciosa entrada, amigo.
ResponderEliminarAsí son los cuentos: abren miles de puertas y nos conducen a hallazgos insospechados. Como reflexionaba en mi espacio, lo importante es aprender del error, convertirse a partir de él: esa capacidad es el gran tesoro humano y está dentro del corazón humano.
ResponderEliminarBesos.
Y llegaron esas formas que Clark había pronosticado y las vivimos con autentico placer creyéndonos libres.
ResponderEliminarComo siempre un placer amigo
¿Estamos condenados a ser esclavos por voluntad propia?
ResponderEliminarTrago difícil, mejor echarse a la mar y ser corsario.
eres genialmente genial querido payaso
ResponderEliminartiene una moraleja muy clara..
ResponderEliminarbesos
Los tesoros que, de verdad importan, no se pueden encontrar más que en el corazón de las personas...
ResponderEliminarJó, ¡qué bonito cuento!
Un beso muy grande.
Un relato precioso. Me ha encantado leerlo. Y descansa para la próxima.
ResponderEliminarUn beso y gracias por dejar siempre tu presencia.