domingo, 19 de octubre de 2014
La costumbre
Hace 100 años que el arte se apartó de la belleza para seguir el camino de la fealdad.
Lo fácil, lo rápido o lo instantáneo se ha asumido como sustituto de la inspiración creadora y del trabajo. Instituciones, mecenas, mercaderes y subasteros invierten en tremendos gastos de afeamiento y se benefician de la reventa. Nos convencen de que la poesía es un lienzo y la pintura un sueño. La arquitectura es diseño y la cultura un cuento. A un engendro lo llaman escultura y a la música un momento.
La naturaleza nos enseña la armonía, las curvas del universo, la inexistencia de la recta y la ausencia de la simetría. Que nada es exacto y sin embargo todo se mantiene en un equilibrio perfecto. Pero cuando nos alejamos de la naturaleza, necesitamos reinventar la belleza, crearla a nuestra imagen y semejanza, aunque para ello tengamos que atravesar su corazón con aristas cortantes, envenenarla con ungüentos artificiales.
La erosión de la estética por el tiempo, ha creado nuevas formas, nuevos vellocinos de oro a los que adorar, para cubrir el escalofriante vacío que dejó la belleza. Cuando la vagancia de la costumbre nos impide movernos hacia otros paraísos donde se acomodan los sonidos de las aves con las aguas del desierto y los colores de las horas que atraviesan el firmamento se combinan con lejanas fragancias transportadas por la lluvia; quizás no sea demasiado tarde para encontrar algún vestigio de la belleza en Marte.
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Si la vagancia se instala en el arte de NO ser nosotros mismos y sí cuanto más superflúo más ¡fastuoso¡, ¿de que pedir la naturalidad a la naturaleza? al contrario basura y más basura, daño y devastación que al humano le suba la cta, cte. y su ego podrido de vanidad.
ResponderEliminarSpa, te echaba de menos
Besos cálidoos,
tRamos