viernes, 9 de mayo de 2014

La Sospecha (I)





El viejo notario había visto de todo en su larga vida profesional. Lo cerca que está la hecatombe de cualquier ser humano por muy seguro que se encuentre.
El día en que Sara fue a la notaría para ceder un poder general, en su ausencia, de todos los bienes que le pertenecieran, a nombre de su hermano; el notario le advirtió que a ese tipo de designaciones lo llamaban "El poder de la ruina". Pero a Sara no le importó porque confiaba ciegamente en su hermano, quien se encargó siempre de forma ecuánime de la administración del patrimonio familiar.
A Sara le gustaba viajar y no quería verse atrapada en un mundo de papeles y facturas, que la impediría dedicarse plenamente a su afición por la música, que la llevaba de gira por diferentes estados, como concertista de piano, aunque cuando realmente encontraba la paz era al anochecer, en la terraza del hotel de turno, que siempre parecía el mismo hotel, si no fuera porque las vistas desde la terraza de la suite, cambiaban a la hora azul del crepúsculo. Era su cita diaria con el silencio, apartada de los ruidos de la civilización, que la lejanía disipaba como un rumor de olas.
Mantenía contacto con su amiga Luise, quien recientemente le había hablado de hombres, de su condición de mujer joven encerrada en el estcricto monasterio de la música, y había concertado una cita con Sara después del próximo concierto en el Greenwich Village.
El encuentro fue emocionante. Luise estaba acompañada por su novio Norman y su amigo Dan, que habían asistido a su concierto en el mítico "The Bitter End". Las dos amigas se abrazaron en un fundido interminable.
Hablaron de viajes y de tiempos pasados, pero sobretodo de música y de la vida de los músicos.
Sara se sorprendió de los conocimientos de Dan sobre la vida de algunos pianistas que ella admiraba; no tanto por los más conocidos como Rachmaninoff o Rubinstein, como por los detalles sobre Glenn Gould, sobre su renuncia a los conciertos en directo, que le llevó a la reclusión en un estudio de grabación donde encontró la intimidad deseada para continuar su intenso romance con la música. Detalles que Dan conoció a través de la novela de Thomas Bernhard "El malogrado" y que a Sara le apasionaban, por lo que no pudo ocultar su interés por aquel hombre desconocido.
Voló la noche hasta rayar con la madrugada, como suele ocurrir en el Greenwich Village; cuando llegó el momento de la despedida.
....

3 comentarios:

  1. Tengo una cierta sospecha de cómo ha de seguir esta historia. La guardo y continuaré leyendo con atención,

    Un cálido saludo.

    Fer

    ResponderEliminar
  2. Eah! llevo tanto sin venir que me voy a poner al día y voy a por la historia promete

    Un besito

    ResponderEliminar
  3. He venido desde mis vacaciones y en ellas, al ppio de esta historia, sigo pues, adelante, mi payacito querido

    ResponderEliminar