He dejado que la música se apodere de mi. Ya no me pertenezco soy de la cábala de las notas y con ellas me mezclo, me sumo y me divido. Las cuerdas de acero dejaron mis dedos heridos y su tensión inquietante mezcla sus ondas con el aire.
Respiro trinos y arpegios que danzan en volutas incansables y escucho el melódico lenguaje de sus silencios.
Asciendo por la escala de intervalos, para caer en un colchón de coros espumosos, como una pluma que desciende entre trémolos y bajos gomosos.
Soy una canción inédita, un salmo al vacío, el instrumento que espera su intervención entre una secuencia de fusas para que bailen el rigodón cortesanos y plebeyos mientras suena la cornamusa.
Me mecen los invisibles armónicos de un andante, hasta fusionarme en el arrullo de su voz cantante o me precipitan los rápidos del río en una secuencia interminable para morir en la paz de un retardando glorioso, en un piélago manso, como la música de un atardecer azulado y misterioso.
No quiero regresar y volver a ser, si algo fui, no necesito las manos para abrazar lo que más amo.
No canto con la voz, porque soy el propio canto, intangible, evanescente, como el aliento que hace vibrar los metales de viento. Soy el soplo inocente de los céfiros en la flauta de Pan que hizo bailar a las flores, el ritmo de la lluvia que aleja todos los temores para seguir soñando cada mañana cuando me levanto.
Eso es ser sin ser.Pura esencia incorpórea pero latente, mágica, volátil y sobre todo...indolora.
ResponderEliminarNada más mágico, pues.
:)
Besos.