Hace un día precioso, de esos días de sol y brisa que invitan a salir a la calle con ropa blanca, sin destino definido, solo para dejarse envolver por el aire cálido de la tarde y pasear abierto a un encuentro casual pero tantas veces imaginado que hasta ahora nunca se ha producido.
Quizás sea hoy el gran día, o puede que tenga que ser menos exigente en sus expectativas.
Se dirige al centro de la ciudad perezosamente, entreteniéndose en identificar los árboles del paseo que la primavera ha ido vistiendo con nuevas galas. Lleva un libro "Verano" de J.M. Coetzee, una autobiografía en forma de novela que el autor imagina después de muerto. Casi lo ha terminado, solo a tres o cuatro páginas del final y decide sentarse a la sombra de los sauces, de espaldas al río. Cuando la lectura de un libro aporta un placer conmovedor parece que no quiere terminarlo nunca, por eso escoge un paisaje especial como este para finalizarlo.
-¿Es interesante?...la voz de una mujer suena a su lado. Cuando se vuelve ve sus ojos de caramelo y desconcertado por el inesperado abordaje responde: " Es un premio Nobel"...como si eso fuese la respuesta. La mujer le dijo su nombre y esperó a oír el suyo, le dijo que le encontró un parecido a su padre en el gesto de inmersión en la lectura y no pudo evitar acercarse.
Hablaron de Coetzee, al que ella conocía por "Slow Man" (hombre lento) el título que publicó después del Nobel, hasta que le interrumpió para pedirle una foto junto a él ... De pronto apareció el galán que la acompañaba y que había mantenido una discreta presencia en el banco de enfrente con un teléfono con cámara de fotos y sin darle tiempo a reaccionar apretó el disparador. Ella voló junto a su pareja para mirar el resultado de la foto y se volvieron al banco entre risas y cuchicheos. Él con un suspiro pasó a la última página del libro y fascinado no supo distinguir entre lo vivido y lo leído, entre lo imaginado por Coetzee y lo cierto de su autobiografía, cuando cerró el libro.
La pareja aún seguía en el banco casi frente a él. Ahora se acercó a ella -"No soy de los que conservan los libros leídos, espero que disfrutes de él tanto como yo" y le entregó el libro.
Ella lo agradeció con un abrazo, que bien pudo ser de una hija, y se despidieron. Cuando levantó la mano hacia el hombre como gesto de despedida, pensó ..."Que suerte tienes maldito".
La realidad en cuestión de segundos se hace parte de un libro:
ResponderEliminarEL nuestro
Se hace párrafo con autoridad propia,tanto,que se nos hace difícil distinguir lo leído de lo vivido.
La vida no es sino eso, un libro que vamos escribiendo a base de sucesos,sin tinta,a golpe de latidos.
Es tan apasionante,que como cualquier buen libro en el que nos sumerjamos,no queremos que termine.
Bonito suceso para la memoria.
Besos.
No leí nada de J.M. Coetzee, ni siquiera sabía que existía, así que gracias por presentármelo. Lo tomo en cuenta.
ResponderEliminarBesos
En un gesto así hay toda una declaración de intereses...
ResponderEliminary tanto!!! jajajajajajajajajaja
Eliminar¡Que bonito! Me encantan los climas que creas. Sé que te lo he dicho ya, pero... ¡ES QUE ES VERDAD!
ResponderEliminarHe leído varios libros de Coetzee (autor que me gusta mucho), pero el que mentas en tu escrito no lo he leído (ahí me queda pendiente)
Un abrazo.
Mercedes.
Interesante relato. Tampoco he leído nada de Coetzee. Las fuerzas imaginantes de nuestro espíritu se desenvuelven sobre unos ejes muy diferentes.
ResponderEliminarUn abrazo