sábado, 17 de noviembre de 2012
La Diáspora
Se van, como una columna de refugiados sin refugio.
No importa a dónde, sino por qué.
Hacen las maletas, recogen sus títulos y dejan los recuerdos.
Buscan un futuro digno, que su país no puede ofrecerles.
Los pronósticos y las crueles medidas adoptadas por los gobiernos, han aniquilado las esperanzas.
Como un grifo que no cierra, se va escapando la juventud gota a gota, dejando un país viejuno, no por la edad de sus habitantes inmóviles, sino por el retroceso en la mirada del tiempo.
Se van, a otro lugar, con otra lengua y otras costumbres pero conservan encendida la llama de la ilusión y la fuerza para trabajar.
Quizás no regresen o vuelvan después de algún tiempo, con nuevas experiencias y nuevas ideas que cambien las cosas.
No se puede vivir en un país oscuro, de mentiras y amenazas, que sepulta el orgullo y la dignidad de sus habitantes.
Es la solución silenciosa y penosa, del "sálvese quien pueda". La alternativa individual, que es común en tantos individuos, que resulta ser general, convirtiéndose en un éxodo masivo.
Se van en busca de las mismas condiciones de vida que antes disfrutaron en su país, y ahora han desaparecido por la ineficacia e incapacidad de sus gobernantes.
Se van sin mirar atrás, a enfrentarse con lo desconocido, curados de resistencia y paciencia, a un nuevo destino que no siempre será hospitalario, pero con la esperanza de salir de una cueva hacia el sol.
En el aeropuerto respiran el último aire enmohecido de la despedida, y reciben la desconocida brisa del porvenir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Qué tristeza, lo mejor de nuestra juventud abandona la vía muerta en que se ha convertido el país.
ResponderEliminarBesos, Spaghetti.
¡Qué triste! Me pregunto dónde irán a encontrar lo que buscan. El sentimiento de dejar tus raíces, de acuerdo a lo que sé de la experiencia por parte de mis abuelos, inmigrantes españoles en la Argentina en otros tiempos muy distintos, jamás se termina de superar. Había en ellos una enorme carencia que nunca se llenó. Y una certeza de que no habría retorno, porque ya no encontrarían aquello que habían dejado y que tanto amaban y añoraban, y de que el dolor de no volver a encontrarlo sería aún mayor que el de alguna vez haberlo dejado atrás. Es uno quien se va de ese país de uno mismo al emigrar, quien emigra de una parte de su propia historia, y nunca se vuelve atrás después de dar ese paso.
ResponderEliminarUn beso.
Tristes tiempos vivimos amigo, retroceder debilita la esperanza del futuro y eso es lo peor mirar hacia adelante y ver el futuro tan oscuro
ResponderEliminarUn besote enorme
Así es en absoluto.
ResponderEliminarNo puedo añadir más,porque se me viene el oleaje a los ojos y la rabia que ha hecho nido en mí, amenaza con echar a volar en forma de fieras letras.
Mejor marcharme ya asintiendo cabizbaja a tu escrito.
Besos.
Mientras encontramos una solución, solo nos queda esperar que la senda que cojan para marcharse nunca se cierre y nos permita verlos regresar.
ResponderEliminarSaludos
Este post, me toca dentro, porque ni hijo se tuvo que ir a Londres hace dos meses a trabajar,ya que la crisis es para nosotros, para todos, hijos, padres, abuelos, niños...para todos los que siempre pagamos por los errores de los de arriba.
ResponderEliminarBESICOS.
Habrá que ponerle muchas sonrisas al mundo querido amigo, las necesita mucho....
ResponderEliminarBesos
No es malo que nuestros jóvenes se marchen fuera, incluso es bueno porque eso les ayuda a comprender mejor qué es su lugar de nacimiento. Pero es malo que lo hagan porque aquí no se les da esperanza alguna.
ResponderEliminarMe gusta la forma en la que, en tu texto, has hecho general lo particular porque ha pasado en otras épocas, en otros lugares.
En la tristeza del obligado abandono está también la esperanza de una nueva vida.
ResponderEliminarUn beso