martes, 29 de abril de 2014
Nubes blancas, nubes negras.
Había enviudado joven, antes de que el tiempo se llevara su hermosura. Su marido murió de una metástasis en los huesos que se había prolongado durante años de tratamientos inútiles que no consiguieron más que retrasar su crecimiento a base de sufrimientos. Ella siempre estuvo a su lado hasta el final, porque para eso la habían educado, y ahora debía aprender a vivir de forma independiente.
Había dejado la casa familiar para casarse con el veterano doctor Purgold, en el que creyó encontrar la salida de la tiranía de su padre. No había conocido más hombres ni más trabajos que el mantenimiento del orden de la casa y ocuparse de su marido siempre enfermo. Desde el principio, su responsabilidad se limitaba a ofrecer su cuerpo a la lujuria del doctor, cada noche en la cama y por la mañana, después de ceder a la pasión de su marido, dar las órdenes necesarias a los jardineros y personal de servicio para que todo se dispusiera de acuerdo con su buen gusto.
Se casaron un día de inesperada lluvia en Abril, con una ceremonia breve, pero intensa en emociones.Teresa estaba radiante en su vestido de rosetas blancas empapado por la lluvia, y el peinado deshecho acariciando su núbil rostro mientras abrazaba a su héroe, que surgió de la nada para liberarla de su encierro.
Diecinueve años más tarde, el mismo día de Abril, salió el sol sobre el campo santo. Teresa estaba radiante en su vestido de encajes negros, evitando el sol directo con unas oscuras gafas y el pelo suelto, mientras recibía los abrazos de condolencia de la triste concurrencia que trataba de liberarla de su fingido duelo.
A la muerte del Dr. Purgold, Teresa entregó todos los papeles y cuentas de la herencia a un abogado para que las administrara desde su gabinete de contabilidad, porque ella nada sabía de las facturas y papeles que en ocasiones firmaba para su marido.
En lo alto, dos blancas nubes jugaban torpemente a la carrera por alcanzar el horizonte.
Hubo días felices en el verano, cuando la invitaba a cenar el abogado y se alargaban las noches entre suspiros y promesas. Pero pronto llegaron las nubes negras.
En el último informe del gabinete contable se detallaba la bancarrota de la pequeña fortuna administrada. Teresa tuvo que explicar en la corte los excesivos ingresos de desconocidas empresas con las que su marido colaboraba y que ella firmaba con confianza ciega.
En Abril, al salir de los juzgados, dos grandes nubes negras se juntaron cubriendo el azul con el luto de una tormenta.
...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hay dos maneras de hacer las cosas, con cariño con un inmenso cariño; la otra es a base de no tener escrupulos,
ResponderEliminarEstupendo escrito
Un abrazo Mancelo
Ese final me ha traído como un rayo a cierta infanta ciega de amor...
ResponderEliminarPor lo demás, lo anterior; me produce mucha pena tal existencia mujeril.
Y eso que lo has escrito tan magnifica y delicadamente como siempre!
:)
Besazo.