jueves, 15 de agosto de 2013
El placer y la penitencia (I)
Tenía amigos ricos.
Charles bebía Pinot Noir en copas de cristal labrado.
George me invitó al exclusivo Polo Club para asistir al partido femenino en el que participaba Cinthia.
Desde la terraza del restaurante se veía a Cinthia elevarse sobre los estribos, girando levemente la cadera, para golpear la bola por el lado del lazo.
George no compartía la afición de Cinthia por los caballos, aunque podía distinguir a simple vista, la raza de un campeón. Le apasionaba, sin embargo, el mundo del arte. Coleccionaba pinturas de artistas desconocidos, a los que subvencionaba como un filántropo y no se perdía el estreno de las obras de teatro en el Palacio de la Opera.
Charles hablaba con George sobre las nuevas tendencias de representación y creación de nuevos espectáculos y aportaba ideas de danza aérea o teatro suspendido, donde los actores colgaran de cables, a modo de estructuras móviles entre cortinas de cristal.
Charles sabía que sus opiniones subyugaban a George. Esa pasión por el arte, era el mayor atractivo en ese frívolo escenario de poses y sonrisas forzadas al sol.
Mientras, continuaba el último chukka del partido amistoso y Cinthia ya había cambiado cuatro veces de caballo. En el quiosco de la música sonaba la "sinfonía de los juguetes" por una pequeña orquesta de cámara a la que se habían incorporado dos músicos que hacían sonar silbatos y carracas entre los violines, según la partitura de Leopold Mozart.
Cinthia descabalgó de su pura sangre argentino y se dirigía con paso resuelto, con el casco azul bajo el brazo, hacia la terraza del restaurante. Con un movimiento de cabeza se desplegó la rubia cascada de sus cabellos sobre los hombros. Era realmente hermosa, el ceño fruncido le impregnaba en el sudoroso rostro, un fuerte carácter que le hacía aún más atractiva. Golpeó la mesa con la fusta con un gesto de enfado que no se sabía si era por el resultado adverso del partido o como protesta por la falta de atención de sus amigos a su actuación en el campo de juego.
-Ah Cinthia - dijo George- ¡que gran amazona!, te presento a Marcel, a Charles ya le conoces.
Y me tendió la mano esforzando una mueca por sonrisa. Se disculpó para ir al vestuario y se alejó sin volverse.
De pronto, se extendió un murmullo a lo largo de las gradas y de toda la terraza, que provenía de las cuadras, donde uno de los caballos parecía rehusar a entrar en el remolque de transporte y cabeceando logró soltarse de las bridas, entrando libre en el campo de juego.
Saltaron dos mozos subalternos para tratar inútilmente de alcanzarlo. Era un hermoso ejemplar de bella estampa que parecía querer jugar, deteniéndose como esperando que los hombres se acercaran, para dar un quiebro brusco y hacerlos correr tras él.
La gente que había empezado a despejar las gradas, regresaba a sus escaños empezando a divertirse y las sonrisas florecían en las mesas de la terraza.
Uno de los mozos resbaló en su carrera cayendo tendido sobre la yerba y el caballo, sorteando al otro hombre, saltó sobre el cuerpo tumbado del mozo como si de un obstáculo de hípica se tratase y algo como una ovación se agitó entre las gradas. Avanzó al trote hacia las primeras filas e inclinó la cabeza a modo de saludo y acto seguido se giró frente al mozo que lo perseguía dejando a éste paralizado por unos segundos.
Hombre y caballo se miraban desafiantes, girando de medio lado sin dejar de observarse mutuamente y manteniendo la distancia.
Pronto salieron al campo dos laceros a caballo y el joven bruto emprendió una carrera al galope alrededor del campo de polo seguido de los jinetes del lazo, pero antes de ser alcanzado saltó la baranda de la terraza abalanzándose sobre las mesas y causando el terror entre los que las ocupaban. saltaron los vasos y las tazas por los aires y las mesas se desplomaron justo a nuestro lado; hubo una avalancha humana y una mujer fue aplastada. Entre los gritos y el estruendo escuché decir a Charles con voz calmada: "Así es el teatro, belleza, comedia y tragedia mezcladas en el mismo acto"...
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Me parece, y me corriges si me equivoco, por favor, una sátira buenisima. Mi enhorabuena
ResponderEliminarBesos muchos ♥♥♥
En todo el escenario sofisticado el único vivo y bello es el caballo. Un buen relato, agudo y exquisito.
ResponderEliminarBienvenido de regreso, Spaghetti.
ResponderEliminarSeguiré con atención tu nuevo relato que pinta muy bien.
Un fuerte abrazo
Una sinfonía muy acertada para la representación de ese caballo medidamente desbocado, para esas diabluras que despiertan al lector; del Polo, de la charla y del ambiente que parece salido de la época victoriana, tan atrayente como teatral o por lo menos, de aquella Inglaterra con su campiña y estirada aristocracia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho leerte.
Besos.
Así es el teatro, pero aún así está más controlado que la vida misma.
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