UNA SUERTE SIN NOMBRE
A veces llega una canción flotando por el aire, y se
introduce en el laberinto del cerebro hasta materializarse en los labios.
Una canción sin nombre que no puedes despegarte de su
invasora melodía.
Por el mismo camino, hoy llegan retazos de un largo poema de
Francisco de Quevedo y se instalan sus estrofas en lugares recónditos de la
cabeza….
“Dos maravedís de luna
alumbraban a la tierra;
que, por ser yo el que nacía,
no quiso que un cuarto fuera”.
“Nací tarde, porque el sol
tuvo de verme vergüenza,
en una noche templada,
entre clara y entre
yema”.
Un poema sin nombre que recordar, pero siguiendo los pasos
de la mala fortuna que parece perseguirme sin tregua, llamando a la risa de la
propia desgracia….
“Tal ventura desde entonces
me dejaron los planetas,
que puede servir de tinta,
según ha sido de negra.
Porque es tan feliz mi suerte,
que no hay cosa mala o buena
que aunque la piense de tajo,
al revés no me suceda”.
A cada paso, parece cobrar vida una nueva estrofa con ese
sonsonete perverso de los octosílabos, que hacen a la realidad, parecerse a
cada verso …
“Murieron luego mis padres;
Dios en el cielo los tenga,
porque no vuelvan acá,
y a engendrar más hijos vuelvan…
De estériles soy remedio,
pues, con dejarme su hacienda,
les dará el cielo mil hijos,
por quitarme las herencias”.
Mientras va cayendo la noche tras la esquina, entre las
sombras y el gentío alborotador del verano, Quevedo insiste en la memoria…
“Cuando alguno me convida,
no es a banquetes ni a fiestas,
sino a los misacantanos,
para que yo les ofrezca…
De noche soy parecido
a todos cuantos esperan
para molerlos a palos,
y así, inocente, me pegan”…
Riendo de la mala suerte, cruzo deprisa la calle hacia la
luz intermitente de la taberna de la desolación…
“Aguarda hasta que yo pase,
si ha de caerse, una teja;
aciértanme las
pedradas;
las curas sólo me yerran.
Si a alguno pido prestado,
me responde tan a secas,
que, en vez de prestarme a mí,
me hace prestar paciencia”…
Cuando llegan los saludos de compromiso y las inevitables
relaciones nocturnas con los viejos conocidos, Quevedo sigue el dictado
silencioso desde la memoria…
“No hay necio que no me hable,
ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,
ni rico que no me ofenda.
No hay camino que no yerre,
ni juego donde no pierda,
ni amigo que no me engañe,
ni enemigo que no tenga”…
Quise brindar con todos, por la exagerada desgracia, por la
“porca misseria” y puede que me tomaran por loco para rematar la faena, porque
tanto se me ha pegado de Quevedo y sus poemas, que veo a todos en calzas y a
las mujeres en piernas…
“Y a tanto vino a llegar
la adversidad de mi estrella,
que me inclinó que adorase
con mi humildad tu soberbia.
Y viendo que mi desgracia
no dio lugar a que fuera,
como otros tu pretendiente
vine a ser tu pretenmuela”...
“Bien sé que apenas soy algo;
más tú, de puro discreta,
viéndome con tantas faltas,
que estoy preñado sospechas.”
Ahora que sabes de mis pensamientos, puede que una sonrisa nos haga cómplices al saludarnos
de nuevo.
¡Ahhhh! me gustó este recorrido tiyo Quevediano y aquí estoy visitándote, pero mis piernas, tienen otro destino. jajaja
ResponderEliminarBesos
Excelente poema, me gusto sobre todo esta parte:
ResponderEliminar“No hay necio que no me hable,
ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,
ni rico que no me ofenda.
No hay camino que no yerre,
ni juego donde no pierda,
ni amigo que no me engañe,
ni enemigo que no tenga”…
tienes un gran don.
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Es curioso cómo nos poseen algunas palabras, algunas canciones, algunos versos. Como si así cantaran nuestra historia...
ResponderEliminarSaludos, estoy de regreso.
Esta entrada es todo un homenaje a nuestro insigne Quevedo.
ResponderEliminar¿Sabes que cuando empecé en este mundo del teatro representé algunas de sus obras?
Gracias por hacérmelo recordar.
Un abrazo
A todos nos cautivó Quevedo en algún momento de nuestras vidas. Y aun tiene ese encanto maravilloso que tanto lo distingue.
ResponderEliminarUn abrazo querido amigo
este blog tiene cosas bastante interesantes.
ResponderEliminarsaludos cordiales.