Lo que fue una gran hoguera donde las llamas del progreso danzaban altivas entre alegres chisporroteos, y el fuego y el calor de la vida parecía inextinguible, se ha consumido lentamente por falta de combustible.
Sobre las ascuas mortecinas se eleva una negra humareda que oscurece el azul del cielo y envenena el aire haciéndolo irrespirable.
Los antiguos pobladores abandonan sus hogares de la ciudad que habitaron sus antepasados. Dejan tras su marcha, los recuerdos de una vida cómoda y pacífica que ya no volverá.
Las fábricas abandonadas al pillaje y las persianas metálicas de los comercios cerrados se adornan con grandes letras y pinturas que parecen dibujadas por la misma mano grafitera.
Las calles que bullían en su viejo esplendor, ahora conforman un paisaje fantasma de desolación que a la hora del ocaso se repuebla lentamente de mendigos que escarban entre las ruinas de una acrópolis devastada.
Los primeros en salir fueron aquellos que obtuvieron los grandes beneficios cuando la ciudad crecía en población y se creaban puestos de trabajo que parecían eternos en su aceleración económica. Los demás, los que vieron su futuro amenazado por la ruina, escapaban hacia ninguna parte. A diferencia de los refugiados de las guerras o los que emigran hacia otros países donde encontrarán una vida mejor; éstos nuevos desplazados del moderno occidente no encuentran un lugar de acogida como el que dejaron atrás.
En la ciudad, se agotaron los recursos naturales que los alimentaban y los campos de cultivo se cubrieron de cemento, carreteras y puentes que ahora se derrumban por la desidia y el abandono.
Por la moderna estación, pasan los trenes sin detenerse, en sus amplios vestíbulos circulan papeles y hojas secas en remolinos, originados por las corrientes de aire que penetran entre los vidrios rotos de los ventanales.
En las grandes mansiones y palacios oficiales reina el caos entre los restos de pianos de cola desvencijados y el barroco mobiliario destrozado.
A la entrada de la ciudad se yergue un letrero agitado por los vientos en el que aún puede leerse: "Bienvenido a Detroit".
¿Cuántas Detroit puede haber en el mundo?
ResponderEliminaresa ciudad fantasma debe ser una gran fuente de inspiración para los artistas
ResponderEliminarUn cuadro muy apocalíptico y a la ves, realista. Esperemos que no.
ResponderEliminarQuiero felicitarte por los cuatro años que cumpliste el 20 de mayo, cundo estaba de viaje.
Besos, Spaghetti